Realmente era hermosa aquella mujer que estaba a escasos centímetros, la mire y ella me miro a mi, como si estuviera escuchado mis pensamientos, una maraña de mariposas se posaron en mi estómago y sólo pude hacer una sonrisa coqueta, la detalle de pies a cabeza, llevaba unas sandalias de tacón doradas, un vestido n***o con un broche dorado en su cintura, una abertura en la parte derecha de la pierna que dejaba ver sus gruesos y hermoso muslos. Trague grueso y le dije. –Buenas noches señora Gleniyer –Buenas noches señor soriano tome asiento por favor– estaba roja como un tomate imagino que se fijo en la mirada de arriba abajo que le eche–. –Muchas gracias –respondí sentándome, no si antes mover su silla para que ella se sentará primero–. En ese momento llego el mesero con las cartas y n

