Aquel hombre estaba confundido ¿Serían palabras provenientes de la imaginación de la niña, que se había asustado? Pero ¿Cómo llegó esa piedra a sus manos?, mientras él trataba de explicar lo sucedido con la piedra, una comisión de la policía llegaba al lugar
- ¿Se encuentra bien Embajador? ¿Le pasó alguna cosa? ¿Está herido? – pregunta el oficial muy preocupado por su seguridad
- Estoy bien, ya no se preocupen, no pasó nada, llévense a ese hombre que asusta a la niña- responde el hombre
- Como ordene Embajador – responde el policía
El hombre tomó la mano de la niña diciéndole – Ven vamos a charlar un poco –
Se sentaron en unos bancos de la plazoleta y él pregunta:
- ¿Cómo te llamas pequeña? –
- Me llamo Minerva, tengo cuatro años y no tengo padres – responde la niña
- ¡Dios mío!… pero no te pregunté tantas cosas – responde el hombre
- Pero estaba pensando en preguntármelo, porque no sabe qué hace una niña tan pequeña sola en este parque o ¿no es así? Embajador Alain Russell – responde la niña
El Embajador se quedó mudo ante las palabras de la niña, trataba de recordar quien había pronunciado su nombre, ¿Cómo la pequeña sabia su nombre? Para tener solo cuatro años se expresaba como una jovencita y la piedra ¿Cómo llegó a sus manos?
La observaba en silencio admirándola, mientras le compraba un helado, pensaba – Si yo pudiera tener una hija así, pero mi pobre esposa es infértil, nunca me dará un hijo, que afortunado son sus padres –
Pero de pronto recordó que la niña le dijo que no tenía padres y le preguntó:
- Ahora dime la verdad ¿En dónde están tus padres? –
- Le dije la verdad, yo nunca miento, no tengo padres – responde la Minerva
- Pero tienes que vivir en algún lugar, debe haber un adulto responsable de ti – pregunta Alain
- Pertenezco al Hospicio de la Caridad del Cobre, me dejaron allí cuando tenía seis meses de edad, no tengo idea del paradero de mis padres, aunque cuando sea grande los voy a buscar – responde la pequeña
El Embajador hizo una pausa, se quedó en silencio, la niña se había ganado su corazón, cuando de pronto ella interrumpe sus pensamientos:
- ¿Por qué no me adopta? Yo podría ser una buena niña, ud puede ser mi padre, así lo siento ¿Le puedo decir papá? – dice Minerva arrojándose a los brazos del Embajador
El Embajador quedo más confundido aun, la idea le sonaba bien, podría así, tener una hija tan linda como Minerva, inteligente, activa y con solo cuatro años, la criaría como una dama. En eso, un grito lo saca de sus pensamientos:
- Minerva… Minerva… por fin te encuentro – Grita una señora de mediana edad, vestida de n***o, imponente, agresiva
- ¿Ud quién es? ¿Por qué tiene en los brazos a Minerva? – replica nuevamente la enoja señora
- Buenos días señora… Creo que la tiene que presentarse primero es Ud, llega gritando a la niña de esa forma, no tengo que responder a una desconocida – responde Alain con educación
-Soy la directora del Hospicio de la Caridad del Cobre, la señora Aminta Pérez, le ordeno que ponga la niña en el suelo… ¿Ud quién es? – responde Aminta
-Permítame presentarme soy el Embajador Alain Russell y Ud no me ordena nada, modere su lenguaje – dice El Embajador
Al oír que se trataba de un Embajador, persona muy importante, Aminta cambio su actitud por completo y respondió:
- ¡Discúlpeme Embajador! por mi actitud, es que esta niña nos tenía muy preocupadas, se nos escapó nuevamente, es un demonio, mentirosa, esta como hechizada, no le conviene estar cerca de ella, bájela al suelo antes que lo embruje, está maldita –
- ¡Que cosas dice!... ¡Cállese por Dios!... es solo una niña – responde asqueado el Embajador, mientras bajaba a la niña
- ¡Eso no es así! No le crea, yo nunca digo mentiras – replica la niña
- Cállate insolente, cuando lleguemos te llevaras tu castigo, ¡Prepárate! – dice Aminta tomándola de mano violentamente
- No la trate así, no sea bruta, es solo una niña, no tiene edad para castigos, mañana visitaré el Hospicio, si encuentro algún daño sobre la niña puede despedirse de su trabajo - responde El Embajador enojado
- Adiós Papá, te espero mañana – dice Minerva con voz dulce, mientras era halada por el brazo, retirándose del Lugar
Dos lágrimas se presentaron en los ojos de Alain, se sintió Impotente, no podía impedir que aquella mala mujer le hiciera daño a Minerva, la despedida de la niña diciéndole Papá le había perforado los sentimientos más profundos, esto lo hizo tomar la decisión de adoptar a la pequeña
Se dirigió a su casa, una mansión de mil metros cuadrados de construcción, con servidumbre y hermosos jardines en la Colonia Tovar, donde vivía con su esposa, de nombre Claudia Viloria de Russell, al llegar le dice:
- Esposa mía, he tomado la decisión de no seguir sometiéndote a tratamientos infructuosos para tener hijos… Quiero adoptar un hijo, si nos va bien, después adoptaremos otro y así todos los que queramos tener –
- Que bueno, porque vengo del ginecólogo, me ha dicho que el último tratamiento también falló, no estoy embarazada, me remitió a un psicólogo porque sentía que estaba embarazada, según la opinión del doctor era un embarazo psicológico – responde Claudia
-Está bien mi amor, no sigas intentando más embarazos, como ya te dije adoptaremos – insiste Alain
A Claudia no le pareció la idea, no le gustaban los niños, no deseaba tener hijos, había mentido todo el tiempo con respecto a los tratamientos infructuosos, pero tenía que seguir con la patraña, no podía separarse de un hombre tan millonario como Alain
Al día siguiente, Alain y Claudia fueron en su limosina al Hospicio de la Caridad del Cobre, al llegar las monjas corrieron para avisarle a la directora:
- Directora, ha llegado el Embajador Alain Russell con su esposa Claudia Viloria de Russell, en una limosina, gigante con chofer, se nota que tienen mucho dinero – dice la monja
- Bien, hazlos pasar, encierra a Minerva en su habitación, y llévalos a conocer todos los niños, desde los bebes hasta los niños de cuatro años – responde Aminta
Así lo hicieron las monjas, pero a Alain le palpitaba el corazón por volver a ver a la pequeña que ya sentía como a su hija, entonces pregunta:
- En donde está la niña Minerva, quiero verla –
- Esa niña ya está muy grande, quiero ver a los bebés primero, déjame que yo escoja – responde Claudia
Alain hizo silencio, complació a su esposa y accedió ir hacia donde estaban las cunas, mientras se fijaba a su alrededor con la esperanza de encontrar a Minerva. Después de varias horas Claudia no conseguía elegir ningún niño, siempre les buscaba algún, pero, simplemente ella no quería tener hijos
- Esposo mío, creo que en este lugar no está nuestro hijo, todos son trigueños, negritos, de cabellos rizados, el elegido o elegida debe ser blanco, de cabello amarillo, ósea que se parezca a nosotros, a nuestra r**a – dice Claudia, pensando que se saldría con la suya para no adoptar a ninguno
Pero el Embajador dice con voz de mando
- Se los pedí hace rato y no me hicieron caso, se los vuelvo a pedir con educación, quiero ver a Minerva, sin más excusas –
- Disculpe ud. pero esa niña no le conviene, esta poseída por un demonio, es mentirosa, es un ser extraño, no creo que quiera un ser así viviendo con uds – dice La Directora Aminta
-Ya la escuché el otro día diciendo tantas sandeces, se lo repito, es solo una niña, no creo en supersticiones, ya no me dé más excusas y tráigala – dice el Embajador enojado
- Pero esposo mío, ¿Escuchaste? Esta poseída, no insistas, es peligrosa – añade Claudia
- Bueno le diré la verdad, ella no se encuentra en el hospicio, tuvimos que enviarla al psiquiátrico porque decía que tenía poderes y cosas así, la niña lamentablemente esta trastornada – dice la Directora Aminta Pérez
Mientras, Minerva, encerrada escuchó tras la puerta que el Embajador había llegado al hospicio, tal como lo prometió, se dio cuenta que la encerraron por esa razón, decidió salir por la ventana hacia el techo, buscando por donde bajar, el chofer de la limosina la vio y fue rápido a avisarle al Embajador
- Embajador, la niña del otro día está en el techo, es peligroso, puede caerse de allí, si me autoriza yo la puedo bajar –
- ¡Que dices! ¿Minerva?... claro, ve por ella ahora mismo – responde el Embajador asustado
El chofer, de nombre Arnaldo Camejo, corre hacia el techo
- Ven Niña, dame la mano, yo te bajo de aquí – dice el chofer
Minerva ve al chofer, se queda inmóvil, pero en eso ve salir a Alain, cruza miradas con él, entonces decide darle la mano a Arnaldo, quien la atrapa en sus brazos
- No te asustes pequeña, no veas hacia abajo, mírame a mí, bajaremos poco a poco – dice el chofer con ternura
La verdad, Minerva no estaba asustada, confiaba en aquel hombre enviado por Alain, sabía que él si la llevaría con el Embajador, mientras abajo, Alain sentía que su corazón se le salía del pecho de angustia y de emoción