Las risas y los comentarios sarcásticos comenzaron a llenar el aire. "¡Vaya, parece que el señor ha encontrado una nueva esclava!", alguien gritó entre risas. "¿Dónde están sus grilletes?", bromeó otro. Las palabras me golpearon como puñales, y sentí el ardor en mis mejillas mientras luchaba por contener las lágrimas. Miré a Tomas, buscando apoyo en sus ojos, pero vi que también estaba visiblemente afectado por la situación. Mi corazón se hundió aún más, sintiendo una mezcla de enojo y tristeza. Tomas se acercó a mí con determinación en sus ojos. "¡Basta!", gritó, su voz resonando por encima del murmullo. "Esto es inaceptable. No toleraré que nadie trate a mi esposa de esta manera." Su voz era firme y decidida, y poco a poco, el murmullo comenzó a disminuir. Las miradas se posaron en él

