En su oficina, Maxwell se encontraba parado frente a las ventanas con cortina roller que le permitía observar por entre las rendijas la mayor parte del edificio. Su mirada estaba fija en una de las tantas salas, específicamente, en aquella en la cual su dulce chico bonito había desaparecido junto a los mellizos para trabajar en un pequeño proyecto dentro de la agencia que le ayudaría a ganar algo de experiencia.
En su mente, el lobo de Max se encontraba inquieto y con un horrible humor de perros.
La cena que habían tenido la tarde anterior en la casa de los Lafferty, había sido tan mala y desagradable como Maxwell esperó que fuera, considerando como esos idiotas trataban a su dulce elegido.
El saber que todo ese tiempo Rhory tuvo que soportar esa clase de situaciones en la que le daban
