—Bip. Bip. Bip.
Todavía tenía los ojos cerrados y pesados de sueño cuando gruñí y busqué a ciegas mi teléfono con las manos. La noche anterior había sido una maldita maratón, la mejor noche que había tenido en mi vida. No estaba listo para despertarme, pero el timbre persistente empezaba a ponerme de los nervios.
Quien fuera, más le valía tener una buena razón para molestarme. De lo contrario, iba a empezar el día derramando sangre.
—Habla. Más te vale que sea algo serio —dije con voz ronca al contestar.
—¿Dónde diablos estás, Serov?
Mi cuerpo se activó de inmediato, y abrí los ojos al oír la voz de Pavel. Mierda.
—Hermano, no tenía ni idea de que eras tú.
—Por supuesto —gruñó. Algo andaba mal. Mi hermano era un loco, pero nunca usaba ese tono conmigo—. ¿Dónde estás? Déjame adivinar
