La seguí, ofreciéndole el asiento frente a mi escritorio.
—¿Quieres algo de beber?
—¿Para qué me drogues o me envenenes? —rechazó mi oferta con un ademán de la mano—. No. Pero gracias por no intentar ser un imbécil por una vez.
—De nada —le guiñé un ojo y ella chasqueó la lengua. Caminé hasta el mini bar en la esquina de mi oficina, saqué una botella de Johnnie Walker y dos vasos, por si cambiaba de opinión.
Ella miró a su alrededor, observando mi oficina con expresión neutra. No tenía idea de si estaba impresionada o asqueada.
—¿A qué estamos jugando?
—Póker —me acomodé en mi asiento y me serví un vaso—.
Aunque su sonrisa no llegó a los ojos, me sorprendió que me sonriera. Se veía tan hermosa así… quería verla así todo el tiempo.
—¿Y qué apostamos?
—Dinero, y tu petición, por su
