Me tomó siglos llegar a la oficina. En realidad, fueron los veinte minutos de siempre. Se sentía como la primera vez que fui a la corte. Quería que todo acabara, pero también quería estar completamente presente. Semion me dejó en el edificio de al lado, manteniendo su SUV n***o fuera de la vista de las cámaras externas que le había advertido. —Te escucharé. En cuanto algo se sienta extraño, estaré ahí en un parpadeo. Lo sabes. Sonreí débilmente, asintiendo mientras desabrochaba el cinturón y tomaba la manija. —Lo sé —dije. Semion me jaló hacia él justo cuando iba a salir y sus labios chocaron con los míos en un beso furioso. Me dejé llevar, deseando quedarme allí para siempre. Cuando se separó, Semion me sostuvo la cara, tocando su frente con la mía. —Tú puedes con esto. Asen

