Los sueños, incluso mis peores pesadillas, no eran nada comparados con el miedo que me recorría las venas en ese momento. Apenas podía respirar, con la boca cubierta y los pulmones olvidando cómo retomar un ritmo normal. ¿Qué demonios estaba pasando? ¿Quiénes eran esas personas que acababan de irrumpir en mi casa? Me sacudí con más fuerza contra el hombre que me sujetaba, intentando zafarme de su agarre, pero el maldito era fuerte. Tenía la corazonada de que estaban relacionados con el crimen organizado, aunque no podía señalar exactamente por qué. Me había topado con algunos de sus lacayos heridos en el hospital del centro. Y aunque siempre había sido mi juramento hipocrático ayudar a cualquiera que llegara a mis manos, en ese instante no deseaba otra cosa que hacerles daño. Eso… si logr

