Mi corazón latía con violencia contra mi caja torácica, y una capa de hielo cubría mi piel. Supe que era un hombre por lo musculoso de su pecho y por lo grandes que eran sus manos cubriendo mi boca. Aun así, no podía detectar su aroma por el fuerte olor a vino en su aliento. Quería morderlo y arañarlo, pero el miedo a que tuviera un cuchillo o un arma me mantuvo quieta. —No me mates —murmuré contra su mano—. Por favor. —Shhh —susurró él, retirando su mano de mi boca—. No voy a hacerte daño. Jadeé al reconocer su voz. —¿Serov? Volví a empujarlo con el codo, pero fue como empujar una roca, así que opté por apartarme. En lugar de sentir alivio por estar a salvo, una rabia ardiente me recorrió el cuerpo. —¿Qué demonios te pasa? Pude sentir que sonreía en la oscuridad antes de encender

