No era inmune a tener la boca de una mujer en mi polla hasta que conocí a Olivia hace seis años. Ahora, la única forma en que podía liberar algo de tensión era echando la cabeza hacia atrás, cerrando los ojos y visualizándola en mi mente. La chica de rodillas frente a mí gimió, con los ojos llorosos mientras me tomaba hasta el fondo, mi polla golpeando el fondo de su garganta mientras su cabeza se movía arriba y abajo. Sus manos pequeñas y frías me bombeaban al mismo tiempo. Odiaba ser el aguafiestas, pero su esfuerzo era en vano. No era Olivia; aunque se la tragara hasta el estómago, no era la mujer que yo amaba. Conocí a Olivia hace seis años cuando fui a encargarme de los Mafits en Nueva York. Era jodidamente hermosa y joven. Sus ojos color avellana captaron mi atención al instante,

