El Plan

1734 Palabras

—¡Moya zvezda, espera! — Era débil y apenas audible por encima de la potente melodía del famoso clásico de Tchaikovsky. Pero la escuché; maldita sea, con total claridad. Mi cuerpo se detuvo y la sangre se me heló. Agarré la muñeca de Gala y la aparté. —Doriav—parpadeó, atónita—. ¿A dónde vas… Doriav, a dónde vas? Ella no era mi problema. Mis dedos se cerraron en puños a los costados y me alejé sin mirar atrás. Levanté la cabeza y escaneé entre y sobre las cabezas de la multitud reunida. No sabía a dónde diablos iba, pero mis piernas seguían moviéndose. Incliné la cabeza, giré y di vuelta. Capté un destello de plata y cabello rubio, moviéndose entre la multitud, corriendo hacia la salida. —¡Quítate del camino, maldita sea! —gruñí a un hombre enclenque que bloqueaba mi paso, y él saltó e

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