Aceleramos el paso, apresurándonos por pasadizos desconocidos con un único propósito: encontrar a nuestros hijos. Pasamos una fila de puertas cerradas hasta que llegamos a una gran sala con una puerta al fondo. Golpeteo. El sonido de los pies era más fuerte ahora y acompañado de sollozos. Ya no eran necesarias confirmaciones… Podría haber parecido o sonar loco, pero con solo mirar la puerta, supimos. —¡Tomy! —Olivia corrió hacia la puerta, lágrimas brillantes corriendo por su rostro—. ¡Chris! —¡Mami! —gritaron, pero el grosor del metal amortiguaba sus voces pequeñas. Mi pecho se apretó, preguntándome cómo podían siquiera respirar detrás de la puerta fuertemente custodiada. Tantos pensamientos pasaban por mi cabeza a la vez, y por un segundo, me quedé paralizado… —¡Odorv! Hasta que

