La puerta se cerró con un leve clic detrás de Sophie. Yo estaba junto a la ventana, mirando la ciudad con los brazos cruzados, fingiendo una calma que claramente no sentía. Desde que ese imbécil de Nathaniel se sentó a su lado, coqueteando como si fuera un maldito actor de una comedia romántica barata, algo dentro de mí había empezado a arder con una fuerza que no sabía cómo contener. Me di la vuelta cuando la escuché avanzar. —¿Querías revisar documentos?— preguntó Sophie, con esa voz suave que siempre parecía capaz de desarmarme… aunque hoy me mantenía en pie. La miré. Su vestido entallado, su cabello recogido a medias, la forma en que me observaba con una mezcla de calma y cansancio. Pero no, no iba a fingir hoy. —¿Qué es lo que te divierte tanto de Nathaniel?— Sophie parpadeó. Co

