Capítulo 03

1031 Palabras
Éber Faure Los años pasaron, la preparatoria comenzó sin ninguna contratiempo, Cosco era ahora un viejo dormilón, pasábamos la mayor parte del tiempo durmiendo, yo era un adolescente de 17 años, mi mejor amigo se había mudado de ciudad hacia dos años y ahora era amigo James Parkerson, pasábamos hablando de qué sería de nuestra vida una vez que terminara nuestros estudios, el estudiaría medicina para convertirse en una gran cirujano plástico y yo debía estudiar para seguir los pasos de mi padre por obligación, pues, Marino se unió a la marina y eso me dejó a mí como único responsable de la empresa de mi padre. Para mí pensar en tener novia me era prohibido, mi mente debía estar puesta en mi estudio, aunque eso no me limitó a tener como novia a la chica más linda de su institución. — Recuerda que debes ir a tus clases de mandarín. Desde que inicié en la secundaria e estado estudiando varios idiomas, francés, inglés y se sumaba a todos ellos el mandarín, tenía clases particulares para mejorar mi rendimiento académico, los fines de semana podía salir solo el domingo así que lo aprovechaba para ir al cine con mi chica a escondidas de mi padre. — Lo sé ma, es mi rutina desde hace tres años o quizá más, no lo recuerdo bien. Agotado subí a mi habitación, deposité mi bolso en el escritorio junto al computador y me tiré en la cama para descansar dos horas antes de salir a mis clases de mandarín. — Sé que estás cansado hijo, pero recuerda que es por tu bien, algún día vas a heredar la empresa y deberás hacerte cargo de ella. Odiaba a mi hermano por hacerme algo así, sé que era como el remplazo para el puesto, pero nunca imaginé que en realidad me iba a tocar ese cargo, aunque a veces también lo veía como un héroe por luchar por nuestro país. — Lo entiendo mamá, soy muy consciente de lo que me espera. En realidad consciente no era, no sabía nada sobre la empresa de mi padre, a él le fue heredada y nunca me involucré más allá de lo que para mí era importante o suficiente. — Las cosas fáciles no serán Éber, por eso debes estudiar bastante para saber como actuar en situaciones adversas que podría presentar la empresa. Por ese lado ella tenía razón, quizá debía ser más consciencia y no darle preocupaciones de por de más, su salud había estado cambiante los últimos meses y lo que menos necesitábamos era un episodio donde ella enfermara por mi culpa. — Prometo hacer todo lo que esté a mi alcance para lograrlo, pero tú debes prometer que dejarás de preocuparte por estas cosas madre, no quiero que enfermes de nuevo. Como siempre lo hizo depositó un beso en mi mejilla y con un fuerte abrazo salió hacia su habitación, por ese instante todo pareció estar tranquila y creyendo en mi palabra, no quería defraudarla o que sintiera que no sería capaz de llevar las riendas. — Ya es hora Éber. Tomé mi otro maletín donde guardada mis libros de estudio, mi madre seguí dormida y no quise despertarla para despedirme, las clases tenían una dura de dos horas y 30 minutos, y para iniciar lunes estaría bastante cansado. — Siento ponerte en estos aprietos Éber, pero a tu hermano no le importa estar relacionado con la empresa y tú eres mi único heredero. Habían ocasiones en que Marino se portaba como un reverendo tonto, pero de alguna u otra razón yo fui el único que encajó en el negocio, ¿porqué?, no lo sé, siempre me pregunté porqué. — Haré mi mayor esfuerzo papá, lo prometo. Tuve una infancia muy agradable, sin preocupaciones o temores y de eso estaba muy agradecido, crecí jugando con Cosco y correteando por los parques, aunque seguía siendo un adolescente; mi mentalidad estaba cambiando posiblemente por la presión que tenía encima o solo estaba madurando rápidamente. — Éste fin de semana la tendrás libre, puedes hacer lo que tu plazca. Comencé a maquinar que podría hacer, Angela me había estado insinuando que quería ir a una heladería cerca de la institución, ese sería mi plan uno, mi plan dos seria llevarla al cine. — Eso sería increíble papá. El tiempo pasó rápido en las clases de mandarín, habíamos llegado a casa en un abrir y cerrar de ojos, mamá nos estaba esperando con la cena ya lista, parecía que había retomado fuerzas con el descanso que tomó. — Espero que tengan bastante hambre, hice spaghetti. Esa era mi comida favorita, cada vez que hacía ese platillo podría repetir unas tres veces sin cansarme. — Yo si ma.. Le grite entusiasmado mientras subí de prisa tirando mi bolso en la cama y bajé en carrera para cenar. — Marino llamó, le está yendo bastante bien, aún no sabe cuando vendrá. Teníamos seis meses de no verlo, eran muy pocas las llamadas que él nos hacía durante la semana, sus entrenamientos lo dejaban agotado y sin tiempo para hablar con nosotros, comenzaba en la mañana a primera hora y terminaba casi a la anochecer. — Espero que pronto cielo. Respondió mi padre con dolor, pasábamos con miedo todos los días de recibir una llamada desalentadora, cada vez que hablábamos con él nuestra intercesión era "no hagas nada tonto, tienes que volver a casa" — Ya verán que pronto estará aquí. Esa noche no concilié el sueño, tenía tanto por pensar, imaginar mi futuro y cómo sería, tener a mi hermano lejos y no poderle pedir un consejo o tan solo escuchar sus estúpidos regaños. pero cuando desperté tenía un bulto sobre mi cama con los ojos bien abiertos sobre mí. — ¿qué haces aquí? Grité y sin una sola duda abracé a Marino que estaba acostado a mí lado. — Ya extrañaba estar en casa cabeza de chorlito. Las muestras de amor de Marino siempre eran algo toscas, pero ya me había acostumbrado a ellas, de echo, podía asegurar que me hacían falta escucharlas. — Me alegra que estés en casa hermano. — A mí también me alegra estar en casa Éber.
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