VIOLET 15 AÑOS Floto en una bruma densa, un mar blanco y frío que me envuelve como una mortaja. El olor a hospital es penetrante, clínico, estéril. Lo reconozco, pero se siente distante, como un eco de una vida que no me pertenece. Un pitido monótono perfora la neblina, un metrónomo constante que marca el ritmo de mi existencia suspendida. Mis ojos pesan como plomo, pero mi mente está alerta. Demasiado alerta. Intento mover una mano, un pie, cualquier cosa, pero mi cuerpo es una estatua de sal. ¿Estoy despierta? ¿Estoy soñando? La línea entre ambas se ha vuelto borrosa. Mis sentidos están a flor de piel, demasiado sensibles. Es como si estuviera flotando fuera de mi propio cuerpo, observando la escena desde una esquina. Percibo el roce de la sábana áspera sobre mi piel, el flujo

