Capítulo 3: No es tu culpa.

3094 Palabras
No había tiempo para quedarse acostado en la cama a reflexionar todo lo sucedido. Estaba a media hora de empezar su primera clase. Está vez empezaría con retraso debido al acto escolar. Con regularidad sería a las ocho en punto de la mañana y termina a las doce del mediodía. En el medio tienen un recreo de treinta minutos. Por lo general para el desayuno los despiertan a las siete de la mañana para que tengan tiempo suficiente para asearse. Tay se levantó de la cama, caminó hasta el armario, que todavía estaba abierto, tomó su uniforme y lo dejó sobre la cama. Volvió al armario para agarrar la mochila y preparó los útiles primero. Guardo una carpeta y una cartuchera con dos lapiceras azules, corrector, un lápiz y algunos marcadores. Dejó la mochila sobre el escritorio y fue hasta la cama para cambiarse. El uniforme se conformaba con una camisa blanca con botones dorados pequeños, un pantalón n***o, liso con botón y cierre. Tenía para escoger una campera o pullover de color n***o, pero como todavía hacía calor no hacía falta. Camino con los pies descalzos hasta el armario otra vez, el piso estaba frío y liso al tacto. En el estante de abajo a la izquierda estaban ubicados los zapatos. Eran de color n***o y estaban bien lustrados, brillaban. Saco un par de medias del cajón donde guarda su ropa interior y se terminó de vestir. Mirando la hora en su celular camino para tomar la mochila y lo guardó en un bolsillo pequeño. Dio un largo suspiro colocándola en su espalda y se acercó a la puerta. Miró de nuevo su mano roja y la acarició. Las palabras de Alexander volvían a repetirse en su cabeza haciéndolo temblar. Miro el picaporte dorado inhalando y exhalando una vez mientras pensaba: "Se fuerte Tay". Con esas palabras de aliento abrió la puerta. Había varios chicos que caminaban hasta el ascensor con los uniformes puestos y algunos con la mochila en su mano. Se quejaban de tener clases el mismo día del acto. Tay caminó despacio y espero para tomar el ascensor, la mayoría bajaba por las escaleras. La puerta se abrió y entró junto a un grupo de chicos que se conocían bastante bien al parecer. Ubicado en un costado detrás de ellos escuchaba su conversación, hablaban de un chico llamado Max Llagaría. —Espero que Max haga de las suyas este año. —¿Max Llagaría? —Si, ¿No estabas? —No, estaba de vacaciones. —¿Te dejaron salir en periodo de clases? —Digamos que Max me ayudó un poco. —Parece que el becado de su salón se fue después de un mes, fue el que menos duro, había apostado por tres meses y perdí—Dijo en tono enojado. Tay se quedó congelado al escuchar la palabra becado. —Es verdad, no lo vi más cuando volví, era divertido molestar a esa cosa. Abrió los ojos levantando la cabeza para mirar sus espaldas. "¿Esa cosa?" Repetía en su cabeza. —Si—Hizo una pausa y bostezó—No se que se creen, solo existen para servirnos, es lo que les toca por nacer así. Su cuerpo empezó a temblar, su pecho se sentía apretado y le daba punzadas, llevó su mano al corazón apretando la camisa con fuerza, tenía la sensación de que le costaba respirar. Frunció el entrecejo y apretó los dientes mirando el piso. Pensó que todos eran iguales a Alexander, no había personas buenas en este lugar. Se sentía en peligro, solo. Esperaba que ni esos chicos ni Max estuvieran en su clase y si lo estaban tenía que quedarse en silencio para no ser notado durante todo el año. Su mente maquinaba posibles formas de esconderse si lograba eso. No debió pensar que algunas personas de clase alta eran diferentes, siempre fueron así desde que nació, solo los ven como esclavos que pueden pisotear a su gusto. No hay nadie en quién pueda confiar. Recordó la hostilidad que había tenido el señor y apretó los puños. La puerta del ascensor se abrió y salieron. Al frente había un gran pasillo rodeado de ventanas del lado izquierdo, que da al patio y del lado derecho estaban las aulas. Tampoco había notado eso antes. Miró a esos chicos alejarse, no podía mover sus piernas, apenas pudo salir de ahí, sentía que sus pies estaban pegados al piso. A sus ojos el pasillo se hacía más grande y podía escuchar las voces de los estudiantes como eco. Se repetía a sí mismo que debía moverse pero sus piernas no le respondían, en su cabeza no paraba de sentir este lugar como algo peligroso produciendo electrochoques de adrenalina en todo su cuerpo. "Se fuerte Tay, por tu familia" La puerta del ascensor se abrió de nuevo y Tay estaba justo en el medio obstruyendo el paso. Cuatro chicos estaban en él. La mayoría de los presentes voltearon a mirarlos cuando notaron su presencia. Tay pensó que lo estaban mirando a él por quedarse tanto tiempo parado. Eso lo puso más nervioso. Su cuerpo se sobresaltó al sentir el cuerpo de alguien pegado a su espalda. —¿Vas a moverte? Tay volteo a mirarlo, tuvo que subir la cabeza para ver su rostro, era más alto, su cuerpo era más grande que el suyo. Su pelo era de color celeste y era largo, estaba atado con una colita. Tay se estremeció al escuchar su voz gruesa tan cerca, se veía muy peligroso y la forma en la que lo miraba, como si fuera una hormiga, que si quiere la pisa hizo temblar sus piernas. Podía reflejarse en sus ojos negros, su boca estaba entreabierta buscando que entrara todo el aire posible a sus pulmones, se veía pálido. El estudiante de colita sonrió de lado y levantó la mano para golpearlo, si no se movía lo iba a hacer moverse. Pero fue detenido por la abrupta presencia de otro chico desconocido, por un momento se miraron a los ojos, desafiantes, como animales luchando por una presa. —¡Aquí estás!, Te estaba buscando—Tomó a Tay del brazo y lo alejó de ahí. El chico con colita frunció el ceño mientras lo vio alejarse—Otra cucaracha. —Acaba de salvarlo—Dijo uno de sus acompañantes—Tranquilo Henry, si lo quieres después te desquitaras con él—Rodeó su cuello con el brazo y empezaron a caminar. El chico que todavía sostenía su mano se detuvo y miró a las personas sobre la cabeza de Tay. Todos miraban en su dirección murmurando mientras se reían. Él lo que menos quería era llamar la atención pero no pudo dejarlo con esas personas peligrosas. —Mierda—Susurro. Miró a Tay que lo observaba sin decir nada. Soltó su mano y le habló bajo—No puedes mostrar debilidad en este lugar y menos pelear con esos tipos ¿Entiendes? Ten cuidado la próxima vez, nadie te va ayudar. Ellos no toleran a las personas como tú, no dejes que te noten. Tay escuchó con atención lo que decía y se maldecía a sí mismo por tener miedo, no era el momento para eso. Gracias a él pudo reaccionar—Perdón y gracias por ayudarme—Hizo una pausa y miró hacia atrás, se topó con los ojos negros de antes, no le sacaba la vista de encima. Desvío la mirada de nuevo a su salvador y le pregunto—¿Ese es Max? El de pelo celeste. —No, ese es Henry Ibars, es poderoso al igual que Max Llagaría. Es ese, el que está a su lado de pelo rojo.—Tay volteo a mirarlo—David es el más bajo, es rubio igual que Subaru, son más tranquilos, pero no te conviene estar cerca de ellos tampoco. El chico no podía creer que entró a esta escuela sin saber nada de lo que pasaba adentro, ni siquiera sabía quién era Max. Suspiró con molestia y volvió a hablar—Mi nombre es Ren Zerba. Estoy en sexto año, la sección B. ¿En cuál estás? Tay volvió a mirarlo y respondió—Soy Tay…Tay Veralo, estoy en la sección A de sexto año. Ren era alto, su cuerpo se veía grande y bien trabajado. Su pelo era corto y de color n***o. —Voy a mí salón, ten cuidado la próxima vez—Suspiro y lo miró—Te veré después. —Gracias por la ayuda—volvió a repetir en voz baja. Los salones iban de menor a mayor. La entrada a su salón estaba justo al lado de Max y sus amigos. Si se quedaban ahí solo significaba que iban al mismo curso. Sintió un hormigueo por todo su cuerpo mientras apretaba con fuerza la tiras de su mochila. Tomó mucho aire y empezó a caminar, sus pies se sentían pesados con cada paso que daba. Al pasar por la puerta pudo sentir la mirada de ellos en él. Dejó de respirar como una forma de no ser escuchado. Su presencia se sentía abrumadora. Las mesas eran individuales, se apresuró a tomar asiento a lo último, del lado de la ventana a la derecha. Trato de calmar los latidos de su corazón respirando más lento por la nariz mientras sacaba las cosas de su mochila. No tardó mucho en llegar el profesor y todos los chicos tomaron asiento. No sabía si era a propósito pero Max Llagaría estaba sentado delante suyo, mientras que Henry estaba en el asiento a su costado. Adelante de Max se sentó David y Subaru estaba delante de Henry. Estaba rodeado por ellos, no pudo mantener la concentración en la clase debido a eso. El profesor era de matemáticas, un suplente que estaría dos meses hasta que volviera el titular, que estaba de licencia por un problema de salud. Esas dos horas fueron muy estresantes para Tay, la campana sonó indicando el comienzo del recreo y varios de los estudiantes salieron del salón. Por sus voces se notaba lo felices que estaban. Para Tay también fue un alivio, quería salir cuánto antes. Dejó sus cosas en el cubículo debajo de la mesa y salió a paso apresurado. No se dio cuenta que Max y Henry seguían su paso—Becado—Dijo Max mirándolo con una sonrisa extendiendo la mano para agarrar su camisa pero fue empujado y cayó al suelo. Todos los presentes se quedaron en silencio, no querían ni respirar. Miraban sin pestañear al chico que lo empujó. Se notaba que era todavía un niño en su primer año de secundaria. Tay se dio vuelta al sentir el golpe contra el suelo y abrió los ojos al ver a Max tirado en el piso. Tres estudiantes se acercaron a la escena corriendo. —¡Ahí está el becado!—Gritó uno señalando con el dedo. Estaba encima de Max y respiraba agitado. Sus lágrimas mojaron su camisa. —Pedazo de mierda—Dijo Max agarrando su pelo para que se levantará—¿Cómo te atreves a empujarme? —Lo siento, yo no quería—Dijo con voz temblorosa mientras se ponía de pie. Max también se incorporó del piso y lo miró fijo con el ceño fruncido. Sus ojos verdes brillaban de furia. —¿Este gusano consiguió una beca?—Lo miró de arriba a abajo y sonrió—Esta basura tiene que aprender—Miro a los tres chicos que llegaron—¿No? El joven tembló por sus palabras y un sudor frío recorrió su espalda—No…por favor, no quería lastimarlo.—Retrocedió despacio pero fue empujado de nuevo al mismo lugar por uno de los chicos. Tay no podía creer lo que veía, ¿De verdad iba a golpear al chico? Su corazón empezó a latir rápido cuando Max se acercó y levantó el brazo apretando la mano en un puño. Sabía que tenía que evitar ser notado, no era su problema, Ren le había advertido, pero quién tenía delante apenas era un niño salido de la primaria y por alguna razón pensó en sus hermanos, ¿Si estuvieran en su lugar? Abrió los ojos sorprendido al ver qué su puño estaba cada vez más cerca de su rostro pálido. Las manos le picaron y sin poder evitarlo se adelantó con prisa, las risas y las palabras de aliento hacia Max se escuchaban como eco en su cabeza. Levantó su mano sudada y la cerró en un puño con fuerza, sus nudillos estaban blancos. Con la otra mano empujó su hombro para que lo mirara y golpeó su mejilla. Max cayó al piso y tocó su cara, la zona palpitaba y picaba. Miro al culpable con la boca abierta. Tay respiraba agitado mirándolo a los ojos con el ceño fruncido—No te atrevas a ponerle una mano encima. Otra vez se habían quedado en silencio. Max se levantó del suelo, se paró derecho y se acercó a Tay, que no retrocedió ni un paso.—¿Te atreviste a golpearme? Henry miraba la escena con una sonrisa y los brazos cruzados, hace mucho no había tanta diversión. —No puedes hacer eso, ¡Es solo un niño!, Tiene todo el derecho de estar en esta escuela—Tay lo empujó, agarró el brazo del chico y lo puso detrás suyo—No tienes el derecho de maltratar a los demás por no ser como tu. Max estaba sorprendido por tal osadía de su parte, ¿Quien era para decirle esas cosas? Su vida no valía ni la mitad que la suya. —Es suficiente Max—Dijo Subaru tocando su hombro. Su amigo de cabello rubio y alto se acercó para detenerlo. Estaba muy sorprendido cuando Tay lo golpeó, pero gracias a eso algo dentro de él pudo reaccionar. —Cierra la boca Subaru—Empujó su mano con un movimiento brusco del hombro y siguió hablando—Henry, este es tuyo—Dijo haciéndose a un lado. Henry se puso derecho y golpeó su mano derecha cerrada con la palma de su mano izquierda—Si, este es mío—Sonreía mostrando los dientes mientras miraba a Tay a los ojos. Bajo sus brazos a cada lado de su cuerpo y caminó despacio hasta él. El cuerpo de Tay se tenso y retrocedió dos pasos atrás. Su cuerpo temblaba, lo sentía pesado, los latidos de su corazón retumbaban en cada parte de su cuerpo—Más atrás—Susurro empujando al chico. Henry apuró el paso y golpeó el centro de su estómago, en respuesta Tay se encorvó sosteniendo su brazo mientras soltaba un grito ahogado. Henry se alejó un poco y soltó una carcajada—¿Tan débil? —Ah…—Las piernas le fallaron, cayó sentado con una mano apoyada en el piso y la otra tocando su estómago. Jadeaba, gemía de dolor, todo le daba vueltas por ese simple golpe. De fondo podía escuchar otra vez risas. —Pensé que me darías más pelea—Dijo Henry agarrándolo del pelo para obligar que lo mirara. Dio otro golpe a su rostro y lo soltó. Tay perdió el control de su cuerpo, veía borroso, para cuando volvió en sí mismo estaba por completo en el piso, de su nariz salía sangre que manchaba el piso blanco. —¿Es todo lo que puedes aguantar?, Bien—Miró al chico que ocasionó todo este problema y sonrió—le daré una golpiza al chico que proteges con tanto esmero. Ante esto, el niño tembló y su rostro palideció, retrocedió unos pasos hacia atrás negando con la cabeza—Por favor…no. —¡No!—Tay se levantó del suelo tropezando y derribó por la espalda a Henry—¡No lo lastimes! —¡Pedazo de mierda!—Henry le dio un codazo en la cara y se lo sacó de encima. Tay cayó boca arriba golpeando su cabeza con el piso de cerámica.—No lo lastimes—Dijo con angustia. —Voy a romperte la cara—Se levantó del piso, pero antes de que siguiera Max lo detuvo con una señal de su mano. Max se acercó a Tay y se agachó estirando los mechones de su cabello n***o—Si eso quieres no lo lastimare. El cuerpo de Tay se relajó al escuchar que no le harían daño al chico. —Pero a cambio vamos a necesitar un juguete—lo soltó y se incorporó para mirarlo desde arriba—Si tanto te gusta defender a tu gente, no te va a importar ser el juguete de todos a cambio de no tocarlos a ellos. Tay lo miró con los ojos y la boca abierta, incapaz de decir algo. Max le agarró el brazo y lo estiró obligando a su cuerpo a arrodillarse—Desde hoy este chico será nuestro juguete a cambio de los otros becados, al único que pueden tocar es a él. Sus palabras hicieron que todo su cuerpo se tensara otra vez. Miro a las personas a su alrededor, la forma en la que lo observan con sonrisas, ojos siniestros, le dio escalofríos en la espalda. Una patada en su estómago lo tiró al piso, su cuerpo cayó de costado. Henry se agachó a su altura y presionó su cabeza contra el suelo—Me encanta enseñar a los gusanos de tu clase cuál es su lugar, espero que dures bastante. —¡Es suficiente Henry!—Subaru lo detuvo antes de que siguiera golpeándolo—Está muy lastimado—Miró a Max y este suspiro enojado. —Bien, por hoy ya está, déjalo—Max empezó a caminar, Henry y David lo siguieron detrás. Las personas presentes se hacían a un lado para dejarlo pasar. Subaru miró el cuerpo sobre el suelo. Estaba inconsciente pero en su rostro reflejaba dolor. Se agachó para tocarlo pero una mano lo detuvo. —No lo toques—Su voz era gruesa y se notaba enojado.—Estupido—Dijo en voz baja acariciando la cabeza de Tay. —No voy a lastimarlo. —No me importa—Con cuidado rodeo el brazo de Tay por su cuello, pasó su mano debajo de sus rodillas y lo levantó. Miro al chico que todavía estaba congelado y pálido—Tu, ven conmigo. El nombrado reaccionó, sin dudarlo lo siguió detrás a paso apresurado. Los estudiantes se fueron dispersando del lugar saliendo al patio mientras que Subaru se quedó parado en el mismo lugar mirando las gotas de sangre del piso.
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