ARGUMENTO.

1340 Palabras
La música estaba a todo volumen. El lugar un poco oscuro, olía a cuero, sudor y a sexo. Hacía poco más de un año que frecuentaba el lugar. Ya había visto a lo lejos su presa. Una chica que estaba disponible, y que tenía rato observándolo. Pensaba en tomar lo que le estaba ofreciendo, pero una persona se le acercó antes. La tomó de la cintura, le lamió el lóbulo de la oreja, y la miradas de los tres se cruzaron. Era una invitación silenciosa que él de muy buena manera aceptó, camino hasta ellas con paso firme. —Es bueno verte por aquí. Me pregunto si quieres divertirte —dijo la recién llegada. —Sabes que me encanta jugar. Las dos mujeres se miraron las caras. —Vamos a la habitación —dijo la chica que él había estado viendo desde lejos.  Acompañó a las mujeres. Loretta era m*****o del club desde hacía más tiempo que él. Mientras que Susan, era una chica joven que aún no tenía definido que realmente le gustaba. Ella estaba disfrutando a lo máximo la exploración de su sexualidad sin importarle que fuese hombre o mujer. Al cerrarse la puerta detrás de ellos, ambas sabían lo que hacer: Después de desnudarse se sentaron sobre sus rodillas en el suelo, y se colocaron en posición sumisa. Eso era lo único que recordaba al despertarse en una gran cama, y con dos mujeres encima de él, con las manos entrelazadas encima de su pecho. Movió un poco a la que estaba en su lado derecho y se pasó la mano por el rostro. Su mirada borrosa pasaba de una a la otra. Se preguntó si era un enfermo; porque estaba seguro de que había disfrutado su tiempo con ellas. Pero en ese mismo momento, se sentía una sensación de inconformidad que llegaba al punto del vacío. Maniobró un poco, y se estiró para tomar de la mesita de noche su reloj, Exclamó una maldición, eran pasadas las siete de la mañana. Debía irse rápido.  Sutilmente movió a una y le habló muy bajo, no quería dar explicaciones:  —¡Susan! —La chica joven se removió un poco y el volvió a llamarla:— ¡Joder Su! ¡Abre los ojos! —¿Qué pasa? —contestó ella con voz pastosa.  —Debo irme —le informó. —¿Por qué? —La chica se sentó sin importarle su desnudez—. Siempre haces lo mismo, desapareces.  —No tengo tiempo de discutir eso —le hizo señas, para que le diera un poco de espacio y levantarse—. Tengo que salir de aquí ahora mismo.  Susan lo miró un poco molesta, al parecer siempre hacía lo mismo, le dio la espalda y se iba a la cama de nuevo cuando musitó muy bajito:  —¿No sé por qué juegas con nosotras si te arrepientes al día siguiente? En el momento que menos ella lo esperaba, él le jaló del cabello fuertemente. —No eres quién para cuestionarme. Juego cómo y con quién me da la gana. No soy quién está confundido, y no sabe lo que quiere. De hecho hasta hoy juego con ustedes, no soporto a las niñatas. La soltó bruscamente, y la dejó caer sobre el colchón, mientras él caminaba hasta el baño para cambiarse, la escuchó decir: —No soy una niña, tengo veintitrés años, pero eso no lo sabías.  Minutos después estaba en su camioneta, que parecía más bien una tanqueta del ejército en el estacionamiento del gran edificio en donde debía estar hacía más de dos horas antes.  La reunión había comenzado, todos los presentes hicieron como que no sucedía nada. Él ni siquiera dio los buenos días o se excusó. Cómo últimamente pasaba; había llegado un poco tarde. ¿La razón? Dos cuerpos de mujer lo retuvieron en la cama. Su hermano mayor por dos años, Donovan lo miraba con cara de pocos amigos. —La reunión comenzó a las setecientas horas, como se había agendado y como se te había avisado, Lorcan. —Lo siento. Me quedé dormido —fue sincero.  —Eso se nota —habló su padre con reproche. —Está bien —extendió los brazos en señal de disculpa—. No volverá a pasar. —Seguro hasta que otro de tus fetiches, te atrapó entre sus piernas —Donovan al parecer estaba muy molesto con su hermano menor, se giró a su padre—. Lo siento, pero creo que Lorcan no está preparado para hacer esta misión. Es muy probable que esa mujer lo mate. —¿De qué cojones estás hablando? —preguntó a su hermano mayor. —No puedes hacer esta misión —intervino su padre. Lorcan se giró hacía su padre buscando una especie de apoyo, sin importarle que otros miembros del equipo estuvieran presente —Ni esta, ni ninguna otra —agregó Donovan con voz de mando. —¿Me estás echando? —Lorcan preguntó un poco ofendido.  —La reunión por el momento está en receso  —indicó a los demás. Hablaría a solas con su padre y con su hermano menor. Declan Crow se levantó de su gran asiento, y caminó hasta sus hijos. Apretó su nariz, una costumbre que tenía, cuando estaba pensando demasiado. Colocó las manos detrás de su espalda como el comandante en jefe que era.  —No se está poniendo en duda tu conocimiento, Lorcan. Estamos hablando aquí de tu seguridad, y la del equipo. —¿A qué te refieres papá? ¿Qué hice mal? —Tu vida personal de una u otra forma, ha interferido en tu trabajo —inquirió Donovan. —¡No lo creo! Todo al final siempre me ha salido bien. He entrenado, por años y tú lo sabes.  —Lorcan… Desde que te separaste de esa mujer. Te has vuelto impredecible, no tienes control con el alcohol, ni con las emociones. Estás malhumorado gran parte del día. También debo agregar que tus compañeros de equipo se quejan, porque ahora en las misiones eres impredecible, trabajas solo, siempre tienes un plan alternativo que nada tiene que ver con los dos que siempre se estructuran. Lo peor del caso es que arriesgas tu vida, y la de todos. —Papá no puedes alejarme de las misiones, las necesito —su voz era de tristeza.  —No puedo ponerme en tu lugar, mucho menos comprender lo que estás pasando. Pero esto debe terminar, aquí y ahora —intervino su hermano. —Siento que piensen que lo que sucedió con Carol, me esté afectando en las misiones. —¡Por Dios, Lorcan! Hasta al más fuerte le afectaría. Te dejó por una mujer —espetó Donovan.  En ese momento no pudo controlarse, y saltó sobre su hermano mayor. Lo agarró del cuello.  —Nunca vuelvas a decirlo. No lo menciones nunca más —tenía los dientes apretados de la rabia. —Suéltame. ¡AHORA! —habló con voz de mando Donovan. —¡Basta Lorcan! ¡Suelta a tu hermano! —exigió su padre. A regañadientes lo hizo, lo soltó y cuadró sus hombros.  —Haré esa jodida misión, solo para demostrarte de lo que soy capaz. Luego me marcharé de esta organización. —Lorcan, yo no estoy pidiendo tu renuncia —aclaró su hermano un poco apenado. —Ni yo tampoco, te necesito aquí conmigo. Este es tu lugar —su padre intentaba razonar con él. —Ya no hay más nada que decir. Por favor dame toda la información de esta misión —le pidió a ambos hombres.   —Piénsalo, hijo. —Papá ya no voy a discutir más esto. Según ustedes soy un peligro en las misiones, entonces es mejor que me marche. —Está bien, Lorcan lo que quieras —la voz de Donovan era seria, de mando, en ese momento él era su comandante, más que su hermano mayor—. Llama a los demás para que revisemos el dossier,  y  te encargues  de atrapar personalmente a la “Viuda Negra”.
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