Capítulo 4:Fiesta

1753 Palabras
Ha pasado un mes desde que llegué a casa de mi padrino y aún la tristeza por la situación de mi padre me embarga como el primer día, si tan solo pudiera ver a mi madre. Cósimo dice que no es buena idea, que arreglará pronto un encuentro, pero que ahora no es el momento. Hablo solo por teléfono con él, desde la cena en la que nos vimos, no lo he vuelto a ver, viaja mucho, le escribo todos los días para conseguir al menos un hola de su parte, no quiero sentirme sola, Iñaki y Rosa se desviven en atenciones conmigo, pero no es lo mismo, ellos se comportan como empleados y no como familia, esperaba que Cósimo fuera mi familia. —Es un hombre que ni sobrinos ha tenido en la vida, no esperes mucho de él —me dice Rosa al verme suspirar viendo la pantalla de mi móvil. —Él no deja de responderme, pero lo hace muy tarde y de forma escueta. —Trabaja mucho, te lo dijo. —No es sano tampoco esa cantidad de tiempo trabajando, él es lo único que tengo, lo necesito. Reprimo las ganas de llorar, sé que debo dejar de contar con su apoyo presencial, solo me da dinero, solo se ocupa de mi económicamente, no es alguien que me de consejos, o con quien pueda hablar de nada. Comencé clases en la universidad y pensé que eso me daría un tema de conversación interesante con él, pero me ignora y me manda con tutores y especialistas que me llenan de material técnico o consejos académicos. Alejandro es uno de mis compañeros de universidad, lo dejo andar conmigo porque es becado y su familia es de Colombia, no sabe nada de mi familia o de mi padrino, no representa un riesgo para mi seguridad, él y Virginia son las dos únicas personas con las que converso en la universidad, Virginia es de las chicas populares, aunque muy estudiosa y desde el día uno me invita a fiestas que rechazo para evitar problemas con mi padrino. No me acostumbro a mi nombre falso: Elia Orsini. Es difícil ser Elia cuando soy verdaderamente Camelia, mi padrino me ha puesto ese nombre para que no sean tan diferente del mío y su apellido para hacer creíble la historia de que soy una prima lejana y su ahijada. Su apellido me abrió muchas puertas, a todo sitio que llego la gente solo comenta que soy una Orsini y todo es fácil para mí, nadie dice que no algo que quiera o necesite, todos quieren ser mis amigos y puedo darme el lujo de ser muy privada sin parecer pretenciosa, solo soy muy rica a sus ojos. Suena mi teléfono, es Virginia, atiendo emocionada. —Fiesta esta noche en mi casa, piscina y mucho licor y cosas prohibidas, ¿qué dices? Alejandro ya dijo que irá. —¿Y qué insinuas? —Es obvio que ese papacito caribeño se muere por meterse entre tus bragas, a mi no me van los hombres, que te digo que si me fueran, no tendrías oportunidad, así que aprovecha. —Solo somos amigos. —Noto las miradas. Y Alejandro está muy bueno como para que lo dejes pasar, además ese acento es muy sexi, y lo caballero que es tiene derretida a media universidad ¿Qué pasa contigo? ¿Eres de mi equipo? Suelto una carcajada. —No, fue lo primero que me preguntaste, Virginia, sabes que no me gustan las chicas, Alejandro es lindo, pero solo somos amigos, yo no ando buscando novio. —No importa, ven a la fiesta. Las evito por mi padrino, no quiero dar problemas porque me ha recibido en su casa y quiero obedercerle en todo, después de todo cuida a mi familia, pero si me apetece ir a una fiesta y fingir que mi vida no se arruinó, al menos por unas horas. —Está bien, voy a ir, solo un par de horas, sabes que no estoy en mi casa y no me gusta abusar de la hospitalidad de mi padrino. —Ese hombre ni está en el país, date la gran vida —dice y se echa a reir. Cuelgo y me animo buscando una atuendo para la noche, de pronto siento la adrenalina recorrerme el cuerpo, beberé alcohol, bailaré y por un par de horas me olvidaré de que mi padre está preso enfrentando cadena perpetua, eso sin contar que no quiero analizar que sea cierto todo eso de lo que lo acusan. Opto por un vestido color nude muy ajustado, tacones altos en el mismo color, me hago una cola de caballo alta y me maquillo como hacía tiempo no lo hacía. Cuando bajo, le digo a Iñaki que me lleve a la dirección que le doy. —¿Le avisó a su padrino? —Debe estar durmiendo, está en un huso horario distinto y no quiero molestarlo con esto, tengo su permiso, Iñaki, y te recuerdo que soy mayor de edad. Sonríe y afirma. —Me alegra que quiera tener una vida normal, no es bueno que se la pase encerrada todo el día, pero mucho cuidado, debería decirle a alguno de los ninjas que la cuide. —No, no hace falta, voy a casa de mi amiga Virginia, ellos tienen su propia seguridad. Duda, pero como siempre acepta. Llego a casa de Virginia y noto como todos se voltean a verme cuando entro al area de la piscina dónde está la mayoría. —Ven, te prestaré un traje de baños. —No, no pienso meterme al agua, Virginia, suficiente tengo con venir. Alejandro se acerca y me abraza a él, me doy cuenta de que ha bebido. —Bella, que bueno que viniste. —Pero solo por par de horas. Virginia me entrega un trago y me arrastra al centro de la sala donde todos bailan y cantan al ritmo de la música que pone el dj, media universidad está en esa casa, bailo como tenia meses sin hacerlo, Virginia se va con una chica y quedo en medio de la pista con Alejandro, que rodea mis caderas con sus manos que se sienten calientes y fuertes, no me disgusta su contacto, hunde su cabeza en mi hombro y bailamos así lenta y sensualmente al ritmo que impone el dj. —Estás muy bella —susurra en mi oído, la piel de mi cuello se eriza, y debo apretar los muslos, pues me excita su contacto, cierro los ojos y niego, no he tenido sexo, y lo deseo, Luis me dejó a medias, pero sé que con Alejandro no lo haré, no al menos tan pronto, no lo descarto por completo. Me hace voltearme y quedamos de frente, sonríe con picardía y me pierdo en sus ojos azules, miro sus labios carnosos que se acercan peligrosamente a los míos, me aferro a sus brazos y respiro agitada, presiento la cerncanía de un beso que amenaza con darme cada segundo. Jadeo ligeramente cuando siento sus manos recorrer mis espaldas mientras me pega más a él, sonrie, se queda mirándo mis labios y vuelve a mirar mis ojos. —Eres hermosa, me encantas, lo sabes ¿verdad? Afirmo, no respondo, mantengo la mirada en sus ojos, he bebido un par de copas y quizás no debí hacerlo, siento que acerca sus labios a los míos y no me aparto, acepto su beso superficial, repite y aparto la cabeza. —Estamos bebidos, somos amigos, Alejandro, después nos arrepentiremos. —No, yo no me voy a arrepentir. Trago grueso y dejo que sus manos sigan recorriendo mi espalda, el contacto me gusta, siento mi entrepierna palpitar, río histérica ante lo alboradas que tengo las hormonas, y culpo a Luis por ser demasiado caballeroso y no terminar lo que empezó. Me llevaba a la parte alta de la mansión de mis padres, allí en una esquina donde las cámaras no daban nos besabámos y acariciábamos por horas, solía recorrer mi cuerpo con sus manos hasta hacerme retorcer, los besos eran tan apasionados, pero cuando estuvimos a punto de hacerlo porque no aguntábamos más, no quiso y lo dejamos hasta ahí. Me habría encantado hacerlo con él, saber que se sentía por fin tenerlo dentro de mí. —Vamos arriba —susurra sobre mi oído, aprieta mis caderas. Niego con fuerza. —No, no va a pasar, Alejandro, lo siento. No. Chasquea la lengua, besa mi mejilla con intensidad y me arrastra hasta el área de la piscina, hace que beba un par de shots de tequila y nos lanzamos al agua, yo río histérica porque caí al agua con mi pequeña cartera y mi telefóno, no me había divertido tanto en meses, me siento excitada y alegre, eufórica. —Ten, bebe más —dice y me pasa de nuevo la botella, bebo hasta que siento que mordisquea mi cuello, le entrego la botella y lo reprendo con la mirada. —No te quieras pasar de listo —digo con los ojos cerrados, me domina una somnolencia y una felicidad inexplicable. Lo escucho reírse. —Me tienes muy prendido, Elia, te deseo mucho ¿No quieres? Tu cuerpo me dice que quiere. Me cuelgo de su cuello y busco sus labios, con los ojos cerrados me entrego a un beso con lengua en el que dejo ir todas mis ganas y el calor de mis hormonas alborotadas, me siento super seductora cuando noto el bulto que crece contra mi vientre, él masajea mi trasero y mi espalda con tanta sensualidad que me cuesta no sucumbir allí mismo, recuerdo que hay más personas a nuestro alrededor y controlo mis ganas de hacer que se hunda en mi. Escucho un alboroto, pero mi boca permanece pegada a la de Alejandro y mis ojos cerrados, mi cuerpo recibiendo los estímulos de sus caricias cada vez más osadas, hasta que siento que algo cae en la piscina, pero tampoco me separo de Alejandro. Siento que me toman por los brazos, abro los ojos y veo que me están sacando de la piscina como si fuera una barajita, son dos hombres asiáticos muy altos, los reconozco de la castillo, son hombres de mi padrino. —Vamos, señorita, Elia, ya dio suficiente espectáculo. No veo siquiera qué fue de Alejandro, me llevan cargada fuera de la casa, me meten en una camioneta negra alta así emparamada como estoy, paso las manos por mi cara y cuando veo a los lados me cruzo con la mirada fija de mi padrino.
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