Capitulo 13

1571 Palabras
—Decir que estoy loco sería quedarse corto. Marie se queda en la puerta mirándonos a los dos en silencio, atónita. Quizás podría intentar escapar de esto, pero quedaría como una completa idiota. Gabby y yo estamos desnudos y mi semen está saliendo del coño de su hija de 18 años. Es innegable lo que acaba de pasar. Gabby todavía está debajo de mí, completamente en silencio mientras mira a su madre. Espero que Marie se abalance sobre mí, me ataque y me golpee, descargando la furia que seguro siente. Sinceramente, no podría culparla si lo hiciera. Me acaba de pillar follándome a su hija. De hecho, le di pastillas para dormir para poder follar con ella. Como si las cosas no pudieran empeorar. Marie parpadea un par de veces, sacude la cabeza y se da la vuelta para regresar a la cama. —¿Se pondrá bien? —pregunta Gabby mientras me incorporo y me pongo los pantalones de inmediato, lista para perseguir a Marie y ver qué pasa. Puedo oír la culpa en la voz de Gabby mientras tiembla en la cama. La miro y veo lágrimas en las comisuras de sus ojos mientras contempla la puerta ahora vacía. Me siento a su lado, le paso un poco de pelo detrás de la oreja y le doy la cara hacia mí. —No. Sé que suena descarado decirlo, pero lo que acaba de ver probablemente le dolerá mucho tiempo —digo, sintiendo el peso de las palabras en mi propio pecho. Me inclino y la beso, sujetando su rostro entre mis manos mientras mi lengua llena su boca. Gabby se hunde en el beso, aliviada de tenerme ahí para consolarla. —Pero hay algo bueno que va a salir de esto. Tú. Tú y yo ya no tenemos que ocultar esto. Podemos hacer lo que queramos ahora. Eso le arranca una sonrisa. Es solo un instante, mientras se da cuenta del dolor que le hemos causado a alguien que le importa, pero no dice nada mientras me levanto y me alejo para hablar con Marie. Contengo la respiración al acercarme al dormitorio y oigo un ruido tras la puerta. La empujo y veo a Marie, ya vestida, con dos maletas abiertas sobre la cama. No levanta la vista cuando entro. —¿Quieres hablar de ello? —le pregunto. No responde. —¿Quieres gritarme? ¿Pegarme? ¿Abofetearme e insultarme? Ella no responde. Así es como Marie siempre ha sido cuando discutimos. La ley del hielo. Ahora mismo, eso es peor que cualquier otra cosa. Casi preferiría que me apuñalara antes que sentir el peso del silencio entre nosotras derrumbándome. —Sólo dame algo —digo de nuevo, acercándome a una de las maletas y cerrándola mientras ella está a punto de meter la ropa dentro. —Eso solo aliviaría tu culpa. No me interesa —Marie aparta mi mano y vuelve a abrir la maleta, llenándola rápidamente con toda la ropa que puede—. Lo creas o no, no es la primera vez que un hombre me engaña. Pero al menos los otros no se acostaron con mi propia hija en el proceso. Ay. Sus palabras son como una bofetada en la cara y me muerdo el interior de las mejillas mientras la recibo. Me lo merezco. —Por si sirve de algo, siento que haya tenido que pasar así —digo. Marie se detiene y levanta las cejas mientras me mira fijamente, cuestionando mi sinceridad. —Pero no lamento que haya pasado. Sé que esto es horrible y créeme, me siento como el mayor imbécil del mundo. Pero Gabby y yo tenemos algo especial. Marie se ríe y niega con la cabeza, cierra la cremallera de la maleta y se pone unas Crocs. Camina hacia la puerta y se detiene, dándose la vuelta y mirándome fijamente. —No tuve turno de trabajo en Navidad —Marie respira hondo y me mira con una leve sonrisa—. Pero me invitaron a la cabaña de mi novio a esquiar. No dice ni una palabra más mientras arrastra sus maletas por el pasillo y se va. Me quedo junto a la ventana de la cocina y la observo alejarse. Debí haber sabido que algo le pasaba. Ahora que lo pienso, muchas veces, antes de que Gabby llegara para las vacaciones de invierno, Marie tenía turnos inesperados, fiestas de trabajo a las que no me invitaban y periodos en los que estaba desaparecida sin una explicación clara. Supongo que confiaba lo suficiente en ella como para notar las señales. También debería haberme dado cuenta cuando nuestra vida s****l se desplomó. Hay una parte de mí que se siente enojada por su infidelidad, pero necesito reconocer lo hipócrita que es. Después de todo, tuve sexo con su hija varias veces. Me quedo de pie junto a la ventana, mirando la entrada sin rumbo, sin saber qué hacer. Debería sentirme fatal. Mi matrimonio acaba de terminar y eso debería significar algo para mí. Al fin y al cabo, esa fue mi mayor duda al estar con Gabby. Pero no puedo ignorar el peso que siento que me he quitado de encima. Ahora soy libre. Me he liberado de todo lo que me impedía estar con Gabby. Unos pasos en las baldosas detrás de mí llaman mi atención y me doy vuelta para ver a Gabby acercándose, vistiendo un suéter grande y pantalones de pijama largos, con sus brazos alrededor de sí misma. Está molesta y no puedo culparla. Nuestras acciones llevaron a esto, y ahora tenemos que afrontar las consecuencias. Pero al menos lo haremos juntos. La rodeo con un brazo para abrazarla mientras se estremece de tristeza. Me rompe el corazón verla llorar así. No puedo evitar preguntarme si se arrepiente de lo que pasó, lo que me encoge aún más el corazón. —Todo irá bien, cariño —le digo, frotándole los omóplatos con la mano. Ella solo asiente mientras se aparta y se seca las lágrimas. —Es que... es mi mamá, ¿sabes? Lo sabía cuando hicimos esto, lo pensé, pero en ese momento no me importó —dice Gabby con un sollozo entrecortado—. Lo único que me importaba era estar contigo. Me siento en una de las sillas de la cocina y la siento en mi regazo. Me rodea el cuello con un brazo y se acerca más. —Sé que duele, cariño. Pero ahora podemos estar juntos. ¿Es eso lo que quieres? Ella se aparta y me mira fijamente, con una sonrisa tímida en los labios mientras se seca los ojos. —Mucho. —Es una situación de mierda, pero todo pasa por algo. Sabes, si nunca hubiera conocido a tu madre, nunca te habría conocido a ti. Es una pena que haya terminado así, pero en cierto modo me alegro de que así fuera —le digo, apartándole mechones de pelo rubio detrás de las orejas. —Lo sé, papá —asintió Gabby—. Solo espero que no siga enojada conmigo para siempre. —No lo hará. Ya cambiará de opinión. Sostengo a Gabby en mis brazos y la consuelo durante lo que parecen unas horas mientras la noche se aleja para dar paso al amanecer. Gabby finalmente se duerme y la llevo a su cama, acostándola antes de darme cuenta de que podría haberla llevado a la mía ahora. Duerme casi todo el día, y yo llamo para decir que no estoy trabajando para no tener que concentrarme en nada más. Le digo a mi jefe que estoy pasando por una crisis personal, lo cual no está lejos de la realidad. Después de todo, mi matrimonio se vino abajo anoche. Supongo que es una razón tan buena como cualquier otra para hacer novillos. Gabby se despierta a mediodía, todavía aturdida y agotada tras la larga noche. Estoy cansada, daría lo que fuera por dormirme y olvidar lo de anoche. Pero ahora tengo que pensar en Gabby y en lo que necesita. No puedo fingir que lo de anoche nunca ocurrió porque solo le hará el duelo más difícil. Y tengo que afrontar la realidad juntos. Estoy en la cocina preparando la cena cuando Gabby vuelve a entrar. ¿Es incorrecto decir que quería preparar una cena de celebración para los dos? Salí antes y compré un filete de falda, vieiras y todo lo necesario para una ensalada deliciosa, junto con una botella de champán. Parece cruel brindar por la ruina de mi matrimonio, pero lo veo desde otra perspectiva. Algo más terminó, sí, pero algo hermoso está a punto de florecer. Gabby se ofrece a ayudarme a cociniar, pero su alarmante falta de habilidad con el cuchillo me desconcierta, así que le digo que se relaje. Se sienta en una encimera vacía y me observa, pateando contra ellas con una sonrisa mientras comenta todo lo que hago. —Sabes, no hay nada más sexy que un hombre que sabe cocinar —dice Gabby, mientras enrolla su cabello alrededor de su dedo. —Sólo dices eso porque no quieres tener que cocinar para mí —me río mientras corto las verduras para la ensalada. —No puedo creer que pensaras que alguna vez tendría segundas intenciones —la miro fijamente y arqueo las cejas, soltando una carcajada. Claro que Gabby tiene segundas intenciones. Sabe cómo conseguir exactamente lo que quiere. Y eso es algo que me encanta de ella.
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