Cuatro años después.
Evelyne tomo el bat de beisbol cubierto de clavos oxidados, sonrió dándose la vuelta.
—Este es mi amigo clavos ¿quieres saludarlo?— Preguntó.
El hombre negó horrorizado, se encontraba amarrado del cuerpo sentado en una silla.
—Es una lastima por qué el si quiere conocerte.— Dijo con fingida tristeza.
—Por favor no lo hagas, tengo familia.— Rogo el hombre entre llanto.
—Eso debiste pensar antes de quererle jugar al narco.— Comentó. —¿Ahora me dirás dónde están los Keznetsov?— Preguntó.
—No puedo, si lo hago moriré.— Respondió con miedo.
Evelyne no dijo nada solo alzó el bat golpeando en el estómago al hombre quien al sentir los clavos atravesar su piel grito.
No pudo evitar sonreír de satisfacción al ver el rostro de agonía que tenía.
—¿Sabes que tengo a tres
