—¿Está aquí para matarme?
—No, Herr Kauffman, espero estar aquí para salvarlo. ¡Pero podemos comenzar dejándome entrar!
Y fue entonces cuando ese agente Scorpius supo que las cosas habían salido terriblemente mal con su carrera de espionaje.
Scorpius se sentó en la mesa de madera de la cocina; el calor de la cocina tostaba su espalda, mientras sostenía una taza de té. Se preguntaba por la gravedad de su situación mientras Gorila se paseaba rápidamente por el piso, revisando si las ventanas y las puertas estaban cerradas con seguro y cubiertas. La Remington estaba sobre la mesa en un ángulo, con cartuchos alineados a su lado.
—Entonces, ¿usted es un espía, Herr Jack? —preguntó Scorpius.
—Gorila.
—¿Disculpe?
—Que me llame Gorila. Es un apodo. Es mejor que usar nombres reales.
Scorpiu
