Cuando se despertó por la mañana, Melisa se dio cuenta de que Alex ya no estaba en la cama. Ella escuchó la ducha correr y asumió que él estaba bañándose. No tardó mucho en salir de allí, tal como solía hacerlo, con la toalla enrollada en la cintura y dejando sus músculos a la vista. Por más que intenté ocultarlo, siempre terminó admirándolo más de lo que debía. —Buenos días, Melisa. —Su voz era suave y no parecía estar de mal humor. Lo cual era extraño, ya que los dos habían tenido una gran discusión la noche anterior. —Buen día —lo miro sospechosa. Mientras lo observaba, vio que tenía heridas en las manos, que debían ser consecuencia de la paliza que le dio a André. —Cuando estés lista, vamos a desayunar. —Está bien, pero creo que será mejor que cubras esas heridas en tu muñeca ant

