El moreno contempló durante unos instantes el rostro contraído de Virginia, con sus rasgos tensos en una mueca mezcla de dolor punzante y placer abrasador. Unas gotas de sudor surcaban su frente, resbalando por sus sienes, seguidas de lágrimas silenciosas que comenzaron a brotar de sus párpados fuertemente apretados. La joven se tapó el rostro con ambas manos en un gesto instintivo, ocultándose de la mirada penetrante de su amante.
—Ay, corderita, no llores —musitó Elian con un deje repentino de ternura, sintiendo fuertes sentimientos brotar en su pecho al ser testigo del desfloramiento de aquella muchacha—. ¿Te hice daño?
Un leve gemido ahogado fue su única respuesta inicial, antes de que Virginia negara con la cabeza sin apartar las manos.
—No.
Elian se inclinó hacia ella hasta que
