―Está bien, abuelo, hablaré con ellas―dijo Archibald, con una sonrisa de triunfo en su rostro, habituado a ser malcriado desde pequeño por todos en la familia. ―Localiza a la tal Jennifer para que vaya a la fiesta de los inversionistas y actúe como una buena esposa trofeo para ti. Para eso es lo único que sirve esa maleducada, para ser una cara bonita. El viejo maloso, hizo una pausa, con su mirada clavándose en los ojos de Archibald. ―Si llega, me lo haces saber para hablar luego con ella. Ya sabes, si no acepta, entonces que se largue de esta mansión y que trabaje como una pordiosera, así como la gentuza que está en la calle. ―Está bien, abuelo, no te preocupes. Abraham se irguió, su voz destilando veneno. ―Recuerda que las mujeres en nuestra familia son solo vientres en alquiler.

