Albany, frontera del estado de Nueva York con el estado de Massasuchetts ―Jefe, Boyd, parece que estos malditos narcotraficantes tienen esta carretera en su ruta de transporte diario. Pero por suerte, logramos interceptarlos gracias nuestros perros bien entrenados ―comentó Norris, uno de los subordinados de Cameron, con una sonrisa de satisfacción en su rostro. Cameron, aquel apuesto rubio vestido impecablemente con su uniforme de policía antidrogas, se paraba con orgullo y confianza frente a una gran mesa improvisada en un terreno baldío en la frontera entre Nueva York y Massachusetts. Su mirada se posaba en esa mesa en donde se exhibían numerosos kilogramos de droga. Se acercó con paso firme, con las manos apoyadas en las caderas, y le preguntó a Norris con alegría porque le encantaba

