Simultáneamente, Jennifer y Stavros… Jennifer, con su cabellera roja húmeda adhiriéndose a su frente sudorosa, yacía tendida de espaldas con las piernas abiertas en una invitación sensual para que aquel moreno la penetrara como quisiera. Su pecho y sus senos de pezones rosados y erectos subían y bajaban con la respiración agitada y entrecortada, debido a la excitación y a la pasión del momento. Stavros, aquel hombre sexy e imponente, estaba sobre ella, con sus labios recorriendo la delicada curva de su cuello en un ardiente sendero de besos húmedos con pequeñas chupadas. Aquella noche, el deseo lo consumía con una intensidad abrasadora. Quería devorarla lentamente, saborear cada centímetro de piel pecosa, y cada curva de su cuerpo del cual estaba enviciado. Las garras del amor lo habían

