Mientras Virginia y Elian disfrutaban por ahora de un apacible desayuno en la otra parte de Nueva York, en aquel misterioso edificio, Stavros y Jennifer se entregaban a un deleite matutino diferente. Visiones de pura lascivia y desenfreno se desplegaban entre ellos, creando un ambiente ardiente y cargado de erotismo.
―Mmmm, esta barbudita se siente más sabrosa por la mañana.
Stavros, con sus manos firmes tenía agarradas las caderas de Jennifer, mientras ella tenía sus piernas abiertas las cuales reposaban sobre los hombros de Stavros mientras él tenía su cabeza metida entre sus piernas en una imagen de pura perversión. Su boca voraz exploraba la vag¡na de Jennifer, con un fervor depravado que la sumergía en un torrente de placer abrumador, olvidándose un poco de los dolores de su cuerpo
