¡CRETINO!

1954 Palabras
Gianna resopló apenas sus ojos se abrieron a la luz del día ¿Por qué la vida parecía odiarla tanto? No quería encontrarse con su fisioterapeuta, el hombre tenía la capacidad de volverla loca, un día ¡un solo día bastaba para odiarlo! Demasiado presumido y arrogante “tu versión masculina Gianna, no eres precisamente una perita en dulce” le recordó su conciencia.    —¡Date prisa Gianna! —Lorenza gritó desde el primer nivel, imaginaba que el tipo estaba por llegar, aun le molestaba el hecho de que fuera él y no ella, quien le atendiera la lesión ¿Cómo la empresa le había hecho esto? Dejo de pensar camino, hacia el cuarto de baño, hoy era viernes y mañana podría descansar de Bianchi, podría ser libre de ir a donde realmente deseaba estar. Trataría de seguir las instrucciones al pie de la letra con tal de no verle la cara nunca más.   Bajo los escalones a paso lento, la pierna le dolía, si descubrieran el motivo real, seguramente sería despedida de compañía y su madre la maldecirá por el resto de su vida. Aunque haber sido adoptada por ella ha sido lo peor que le pudo haber pasado.   —Desayuna antes que el doctor Bianchi llegué y por favor trata de ser cordial Gianna, tu madre está muy mortificada por la situación de ayer, no debiste echarla ¡es tu madre! —la joven bailarina, hizo caso omiso a las palabras de su asistente, no iba a explicar el infierno que era tener a Carina Romano, como madre.   —Cállate Lorenza, no quiero saber tu opinión en cuanto a Bianchi, es un profesional y hará su trabajo así no le guste, le están pagando para eso, si no está de acuerdo, puede renunciar —su voz carecía de sentimientos, era como se mantenía a flote, los años encerrada en escuelas de Ballet, en el salón privado de su madre, no le permitieron tener vida social o amistades. Las pocas personas que conocían eran bailarinas, representantes y empresarios interesados en contratar sus servicios, los medios de comunicación, cámaras y micrófonos eran toda la historia de su vida.   —Tu madre debe quererte mucho para soportar tu carácter de…   —Ten cuidado con lo que dices y como me hablas Lorenza o puedes considerarte no indispensable en esta casa coger tus maletas y largarte de aquí —la mujer sonrió y Gianna no sabía el motivo hasta que escucho la voz de su enemigo.   —Tan temprano y de mal humor, te arrugaras a temprana edad y toda la belleza que hoy presumes no será ni recordada, además la gente solo recuerda a quienes aman —Gianna trago el nudo en su garganta al escuchar aquellas palabras, sonrió para ocultar su dolor. Nadie la quería, nadie la había amado, no tenía por qué doler la verdad.   —Buenos días para ti Bianchi —saludó con una media sonrisa, la felicidad no llegó a sus preciosos ojos verdes, pero que no tuvo importancia para los presentes.   >>¿Te apetece desayunar o beber algo? —preguntó luego de serenarse, pero él negó   —Gracias, pero nuestro trato es meramente profesional, no quiero darte ideas equivocadas —Gianna se mordió el labio ¿Ideas equivocadas?   —Como quieras puedes adelantarte al gimnasio estoy llegando enseguida —el hombre sonrió y no fue con amabilidad, era como si estuviera burlándose de ella ¿O era imaginación suya?   —Creo que has encontrado la horma de tu zapato princesa —Lorenza se burló al verla caminar hacia el gimnasio, si no fuera por Carina, hacía tiempo que se hubiese marchado, pero no podía dejar a una mujer como ella a solas con una hija como Gianna, esa niña parecía ser el demonio y bueno, también por la cantidad de sueldo que recibía al mes, pero un día podía rebalsar su paciencia y entonces no podía garantizar la seguridad de la mocosa.   **** —¿Hace cuánto tiempo te has lesionado? —Gianna permaneció callada por un largo momento, pero resignada terminó por responder la pregunta del doctor.   —Una semana, exactamente creo que ocho o nueve días —el enarco una ceja había creído que había sido en su última actuación, según el informe que le hicieron llegar a Alfonsina a Londres, pero las cosas tal parecían no ser así.   —Recuéstate   —¿Qué? —Gianna abrió los ojos ¿Por qué tenía que hacerlo?   —Me has escuchado Gianna ¿o también eres sorda aparte de arrogante? —ella apretó los puños e hizo lo que el hombre le pidió, llevaba un pants flojo no soportaba el dolor al usar licra sobre su piel.   >>¿Cómo te has lesionado? —ella enarcó una ceja ante la pregunta.   —¿Bromeas verdad? He bailado toda mi vida, no practico ningún otro deporte ¿Cómo podría lesionarme de otra manera? —preguntó con cierto temor, Massimo no podía saber la verdad o siquiera adivinarla, pasaría el reporte a la compañía y entonces ¿Cuál era su preocupación realmente? Se preguntó, odiaba bailar desde que se dio cuenta que solo era un títere en manos de su madre, pero entonces los encontró y sus días dejaron de ser grises.   —¿Hay algo en mi rostro que te indique tal cosa? —preguntó con seriedad para luego continuar.   >>Eres bailarina de Ballet, tu lesión podría ser un tobillo, lesiones musculares incluso rotura fibrilar, ¿pero tu ingle? —Gianna observó al hombre mientras pensaba en qué tipo de respuesta debía darle ¿podría confiar en él? No, nunca había sido buena confiando en las personas, su madre se encargó de enseñarle el precio de creer en otras personas.   —Solo has tu trabajo Massimo, el cómo y por qué no importa ahora, solo quiero recuperarme para no tener que ver tu rostro de nuevo.   Sus miradas se trabaron por un momento, fue él quien bajó la mirada primero, ella se dio el gusto de verlo mejor. Confirmando que no era el hombre más hermoso del planeta pero tenía una belleza diferente, no tenía el cuerpo de un bailarín, todo lo contrario, sus hombros eran anchos y era musculoso pero nada obsceno, su cabello castaño y sus hermosas orbes negra, la fuerte mandíbula se apretaba con fuerza, sonrió al pensar que era la causa de aquella reacción en él. Su mirada bajó hasta sus finos labios, parecían que fueron moldeados por un escultor.   —¿Te gusta lo que ves? —Gianna gimió entre el dolor y la vergüenza. el muy cretino le había apretado el muslo y encima había estudiado su rostro como tonta.   —Nada fuera del otro mundo en realidad, estoy acostumbrada a ver chicos rubios, bellos ojos y sonrisa de infarto, cuerpos esbeltos, los músculos son demasiado… no sabría que decirte los prefiero más finos —Gianna se mordió el labio ¿De dónde sacaba tanta estupidez? Ella ni siquiera había tenido un novio.   —Me alegro por ti, no te veo siendo feliz con ninguno. Sin embargo, ese no es mi problema —apretó ligeramente la entrepierna de la chica, haciéndola gemir nuevamente de dolor.   —Necesitar reposo, no te fuerces si no es necesario Gianna, sigue las instrucciones al pie de la letra y nos despediremos antes de lo previsto —sonrió y Gianna sabía que estaba burlándose de ella, su lesión posiblemente llevaría unas tres o cuatro semanas, esperaba que no excediera de ese tiempo.   —Tráeme una bolsa de hielo, una toalla humedad y vendas —pidió Massimo apenas vio a Lorenza atravesar la puerta.   —Enseguida doctor Bianchi —la mujer salió en busca de lo solicitado. Mientras Gianna entornaba los ojos, Lorenza era atenta y servicial, como nunca lo había sido con ella ¿Por qué se sorprendía? Debía estar acostumbrada a no esperar nada de nadie y mucho menos cariño.   —¿Te duele mucho? —el tono de Massimo cambió a uno más profesional al preguntar.   —Siempre está doliendo, sobre todo si camino —aceptó no tenía ningún sentido fingir otra cosa.   —No tengo idea de lo que pretendes al no guardar reposo, mi presencia aquí es inútil, no puedo empezar con la terapia mientras tengas dolor, debería haber cedido por el tiempo que lleva la lesión ¿Seguiste las instrucciones de Alfonsina? —preguntó, la joven torció los labios. Había tenido la intención de hacerlo; pero su madre le obligó a asistir a una audición innecesaria para ella, pues tenía el papel de Odette entre las manos, aun así, no pudo negarse. La amenaza de su madre sobre su cabeza le impedía liberarse de ella totalmente.   —No pude seguir las instrucciones, me presenté a una audición, mi madre quería…   —Quería que no fueras lo sé, me habló por teléfono ayer. Ella se culpa por no haber podido impedir que fueras a esa audición ¿Por qué le haces esto? —preguntó con reproche en su voz, él no tenía a sus padres y aunque era un hombre adulto, les echaba de menos cada día de su vida. No comprendía porque Gianna, quien tenía la oportunidad de convivir con su madre no lo hacía.   —¿Te ha llamado? —no le sorprendía seguramente ya había hecho una de sus mejores actuaciones, vendiéndose como víctima y culpándola de todos sus males.   —Lo hizo, no deberías tratarla de esa manera, es tu madre, deberías…   —Deberías continuar con tu trabajo y dejar de meterte en la vida de las personas ajenas a ti —espetó molesta.   Massimo espero a que Lorenza llegará con el pedido, antes de volver a hablar, se sentía incómodo por un breve momento había visto dolor en los ojos de la chica y no era el físico, sino algo más profundo, que seguramente se había imaginado.   —¿Tienes algún tipo de short o algo que me permita aplicar el hielo sobre tu piel, el pants no ayuda —dijo en tono profesional?   —Lo tengo, déjame sacarme el pants —dijo sin emoción alguna en su tono de voz, con un poco de dificultad se liberó de la prenda, sus esbeltas y cremosas piernas quedaron a la vista del hombre.   Gianna observó el concreto por encima de su cabeza, la lámpara se convirtió en un objeto interesante, mientras Massimo tocaba su pierna, sabía era de manera profesional, pero por alguna razón la sensación le abrumó, nunca nadie le había tocado.   —Si quieres regresar pronto debes dejarte ayudar, primero deberás seguir las reglas, descansar lo más que puedas, evita caminar, no quiero comprimir la parte del muslo lesionado, sería un tanto incómodo para ti, pero lo haré de no seguir las instrucciones que te estoy dando hoy.   >>¿Has tomado antiinflamatorios? —Gianna asintió, era lo único que había seguido al pie de la letra, pero forzar su pierna durante la audición y el uso de zapatos altos, hizo que el dolor se instalará de manera permanente.   >>Esto es todo lo que haremos por hoy, no voy a forzarte Gianna, vendré mañana alrededor de las once de la mañana, trabajaremos los fines de semana para ver como progresa tu recuperación. Tienes prohibido rotundamente tener relaciones sexuales —Gianna se sonrojo violentamente ante las palabras de su fisioterapeuta ¡Quien creía que era ella para darle esa prohibición! Tenía fama de arrogante no de promiscua se dijo a sí misma.   —Alterna las compresas frías y tibias cada media o una hora, te veo mañana —Massimo se despidió dejando a Gianna con un violento sonrojo, entre el enojo y la vergüenza.   —¡Eres un cretino! —exclamó enojada al saberse sola.
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