Recuerda como la había llevado hasta su casa, mostrando toda la riqueza que tenía y Cristina solo se quedó callada preguntándose cómo hacía para conseguir tanto dinero una persona así.
— ¿Me ves capaz de hacerte daño? — pregunta mirándola.
Cristina se hace hacía atrás por miedo a que pueda hacerle daño — No te conozco — respondió temerosa.
El primer día ese hombre la guió hasta una enorme habitación, Cristina observó una cama en el centro, cortinas largas color blancas, una pequeña mesita dónde estaba apoyado una televisión, una puerta semiabierta que dejaba ver el baño y después un enorme mueble donde debía meter toda su ropa. Se movió un poco cuando él salió de su lado, se giro sobre propio eje y vio el techo color blanco también. Podía darse cuenta que esa habitación nunca nadie la ocupo.
Mueve sus manos — Acomodate como quieras que después van a venir informarte sobre la cena — sostiene. . .
Se abraza a sí misma — Está bien, gracias — dice con la voz entrecortada.
Cuando escucha detrás suyo que la puerta se cerró, se movió para ver qué no haya nada que le haga mal o que puedan ver afuera algo de ella mientras ocupa su habitación. Mira a un lado, la única valija que habían enviado desde su casa era esa que debía empezar a sacarla de ahí a la ropa por si pasa algo. Con miedo se arroja a la cama, no había podía llevarse con ella su celular para comunicarse con los demás y comprobar que su familia estaba bien. Desde el otro lado podía escuchar voces, cosas corriendose y no podía oír con claridad. Acerca su oído a la puerta — Señor, ¿está seguro que quiere que baje ? — pregunta.
Cristina podía escuchar todo con más claridad y no sé lo iba a perder por nada del mundo — Si, la elegí a ella para empiece a ocupar mí corazón, ¿Porque me preguntas tanto ?, te mandé a comprar algo y nada más, ¿si? — le pregunta enojado.
Baja su mirada pero la sube cuando escucha todo el vídeo — Quería saber que iba a pasar con ella, es muy joven para usted — le comenta la empleado.
Su corazón le latía tan rápido que no sabía cómo controlarlo. Escucha la voz ronca de él —No quiero que vengas a darme explicaciones como se vive porque estoy grande para tus discurso — sostiene.
Ahora la voz de la empleada — Entendido señor — le dice.
Ese hombre imponia toda su mandato con gritos, gestos serios y a veces dando órdenes a los empleados. Camina de un lado con sus brazos cruzados, quería hablar con su familia y saber que pasa. También queríar seguir y sentirse como su casa, no sé encontraba en aquel sitio. Toda la casa era silenciosa, parecía no tener vida como su hogar y siguió viendo para poder sentirse un poco mejor. Tocó cada adorno que encontró pero nada podía darle un poco de felicidad, aún así nada le sacaba la angustia que tenía por dentro de tan solo recordar como su propia familia la envío a los brazos de alguien desconocido.
Se había perdido en sus pensamientos pero el ruido de la puerta golpeando. Se abre rápido la puerta y aparece una mujer sonriente, Cristina no aguanta demasiado y le sonríe. Se le notaba que tenía acciones de nervios y aprieta sus puños para relajarse un poco más.
Aparece alguien abriendo la puerta — Ya está la cena — le informa.
Se voltea a ver quién era, se quedó sorprendida por ver a una mujer bastante mayor parada frente a sus ojos y se notaba cansada. Sonríe — Ya iré — le responde.
Niega con su cabeza — Ahora tienes que bajar, el señor Repp no le gusta esperar a nadie — le advierte.
Suspira — Vamos Entonces — atando su cabello.
Bajo las escaleras como pudo con el tema que algo cambiará y le hicieran hacer cosas que ella no quería. Sentía como sus piernas le temblaban y su mirada asustada frente a cada objeto nuevo para ella. Se encontró con una mesa llena de sus comidas favoritas, rápidamente se pone en la silla que él le hacía un gesto para saber dónde queda. Sus manos con sudor, le cabello todo desalineado y su garganta no reaccionaba para poder decir algo.
Lo ve a ese hombre sentado comiendo, levanta su mirada cuando nota la presencia de ella — Ya viniste, siéntate a comer — ordena.
Lentamente corre hacia atrás la silla y se acomoda frente a los ojos de ese tipo — Gracias — le dice a la persona que le sirve la comida y se retira.
Todos parecía tenerle un extremo respeto a él, nadie lo miraba a los ojos y terminaban inclinando su cabeza ante su mirada penetrante. Cristina igual lo veía, observaba cada gesto al hablar, no quería conocerlo tanto pero a la vez necesitaba saber cómo se ganaba la vida porque los rumores de su vida estaban en bocas de todas las personas del pueblo.
Limpia su boca con la servilleta — ¿Porque me elegiste a mí? — pregunta.
Deja de comer, la mira fijamente — ¿Y porqué no hacerlo ? — contraataca con otra pregunta.
Junta sus manos arriba de la mesa, se da cuenta como los empleados que estaban alrededor de la mesa empiezan a irse cuando empezaron hablar y continúo con su mirada en él — No lo sé, nunca pensé que estaría como una persona tan extraña como eres en realidad — sostiene nerviosa.
Se ríe a carcajadas y se detienen — Soy normal, Cristina — concluye.
Entrecierra los ojos — ¿Eres narcotraficante? — se atreve a preguntar.
Tapa su boca con una servilleta — No lo soy, tampoco te diría si lo fuera — responde cortante.
Esa respuesta no le alcanzó para saber la verdad que necesitaba — ¿Y de qué trabajas? — pregunta nuevamente.
— Tengo varias empresas a mí mando, eso hago y nada más — dice mirándola.
Sigue insistiendo — ¿Qué empresas? — pregunta.
Cristina con un vaso de cerveza entre sus manos le seguía contado a Isa todo lo que tuvo que vivir con ese prometido qué su familia le impuso frente a ella.