3.

1097 Palabras
—¿Y qué hiciste? — pregunta mirándola.  Cristina baja su mirada y la vuelve a mirar —Arme mí maleta con algo de ropa y baje a verlo — sostiene.  Ese día recuerda verla a su madre dándole indicaciones a las personas que traían muebles para que más acomode en su casa, y ella se quedó parada con su mano entrelazadas en la tira de la maleta de tela que debía llevarse.  —Eres lo mejor que pudo tocarle a mí hija— entra a la casa ese hombre con su padre.  Aún recuerda eso, aquella mirada penetrante en su rostro y ella tan frágil que buscaba salvación, no tenía salida y respiraba rápido, lleva una de sus manos a su pecho y suspira —Hola —le dice parándose a su lado.  Se quedan observando la felicidad de sus padres por aquellos regalos, de reojos puede notarlo que sonríe —Te lo pagaré — susurra.  Frunce el ceño —¿Qué me pagarás?— pregunta mirándola.  —Todo lo que trajiste para ellos, son mis padres y es mí responsabilidad. No debiste gastar dinero — señala todo lo que había llegado a su casa.  Apoya su mano en su hombro —Ahora somos familia, no me debes nada —le dice. Se voltea a ver a su padre abrazada a su madre, se podía ver la felicidad en sus ojos y ella no quiso arruinar ese momento —Es muy pronto para que pases de ser el jefe de mí padre a alguien de la familia, ¿no crees?— pregunta confundida. El padre camina hacia ellos, toca el hombro de ella y la presiona, siente que algo cambio después de esa pregunta. Su hermano detrás mueve su cabeza negando —Hija, ya no debes incomodar al señor Repp con tus cosas por tu inmadurez — sostiene haciéndole un gesto con su rostro. Se aleja de ese sujeto, camina hacia su madre y toma sus manos —Mamá no dejes que me vaya — pide con sus ojos llorosos. La suelta y lo único que hace es abrazarla. Ella se aferra fuerte a su madre, no quería soltar y sólo disfrutaba mucho ese instante —Es por tu bienestar, piensa en el enorme futuro que puede darte ese hombre y me lo agradecerás— susurra.  Al escucharla decirle eso, retrocede y se queda contemplando todo desde su punto de vista —No me casare — suelta rápidamente agitada y con sus ojos llorosos.  Su padre se acerca —Si lo harás y por eso intentarás conocer al señor Repp— ordena. —Déjenos solos— ordena a todos. Sin decir nada más se quedan completamente solos enfrentados.  Baja su mirada hacia el suelo pero ve una mano extiéndose frente a sus ojos. Levanta su rostro y ahí estaba ese hombre observándola seriamente sin parar de querer acercarse —Me llamo Andrew— escucha que le dice. Temerosa acerca su mano y lo saluda —Cristina — dice nerviosa. —Viviremos juntos y es lógico que nos conozcamos más antes de casarnos, ¿qué dices?— pregunta sonriendo. Se aleja rápidamente —Mi padre no me dejaría irme, ¿no es así, papá?— pregunta buscando una respuesta que esté de su lado pero lo único que recibir son golpes.  —¿Quién carajos se te crees que me entrego tu mano?— pregunta enojado. Retrocede después de verle esa mirada asesina y fría de ese sujeto, sus manos y piernas le temblaban sin control. El sudor le recorría todo el cuerpo, su corazón latía a mil por horas —No acepto casarme contigo, no acepto nada con un extraño y espero que entiendas eso — sostiene. Toma su rostro entre sus manos —En mí mundo no existe el rechazo hacia a mí, no hay negativas y menos caprichos. Todo tiene su regla, asique empecemos por lo básico: conocernos — exclama. Desde ese día todo en su mundo paso de estar tranquilo a la locura total, su madre apareció por la puerta con dos maletas suyas y su padre conversaba como si nada con Andrew. Abraza fuerte a su hermano, no quería irse pero entendía que los deseos de sus padres era salir de ese pozo de pobreza para enfrentar la vida desde otro nivel social. Su salida era Andrew Repp y debía respetar la decisión de sus padres. Unos guardaespaldas toman sus maletas y la guían hacia el auto, ella camina sin mirar a nadie y se sube aquella camioneta negra que la venía a buscar. Pudo ver desde la ventanilla como sus padres hablaba, escuchaban a ese sujeto y su madre se abrazaba al brazo de su padre mientras lloraba. A los minutos aparece a su lado sentándose —Nos vamos muchachos— ordena. Isa no sabía que decir, esa historia que recién le empezaba a comentar le estaba partiendo el alma. Se arrodilla nuevamente y acaricia su mejilla —¿Cómo aguantaste tanto?— pregunta mirándola. Eleva sus hombros —Pensando en el bienestar de mí familia, así lo aguante hasta que abrí los ojos — asegura. Se levanta de dónde estaba, camina hacia una nevera que tenía a un lado y saca una botella, la abre con su boca sacando la tapa metálica. Regresa a ella y se entrega la botella —Esto te ayudará a salir allí y relajada —asegura. Sin decir más nada después de contar la parte más dolorosa de su vida, se lleva la botella a su boca y lo bebe sin tener miedo. Cierra los ojos y bebe sin parar ese trago, niega con la cabeza cuando pasa por su garganta —Dime, ¿qué esperan que haga allá afuera?— pregunta temerosa. Alguien golpea la puerta y se abre —Esto le ayudará por ser el primer día — le entrega entre sus manos un antifaz.  Isa lo recibe y se queda con la boca abierta del asombro —¿Le vas a entregar el antifaz de Sam a ella?— pregunta sorprendida.  Asiste y la observa como toma ese antifaz entre sus manos —Le voy a dar una ayuda para su primer día y nada más — asegura. Isa y Sebastián observan cuando ella con sus manos temblando termina de colocarse aquel antifaz —¿Cómo me veo ?— les pregunta. Isa se queda con la boca abierta y Sebastián se acerca —Te ves increíble Tina— le dice mirándola. —Te ves igual a Sam — suelta de repente.  —¿Y quién es Sam ?— pregunta tímidamente.
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