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Comandante Karter, nave Karter, dormitorio personal, una hora después
En todas mis jóvenes y tontas fantasías, jamás me había imaginado esto. Ni tampoco en mis más sabios y viejos años.
Ronan estaba aquí, vivo; y acunada en sus brazos mientras entrábamos a mi dormitorio privado estaba mi compañera. Nuestra compañera, semidesnuda y cubierta con la sangre de otros, y con una sonrisa en el rostro. Los brazos de Ronan estaban alrededor de su cuello descubierto mientras él la seducía —con la boca cerca de su oreja— diciendo algo que no podía escuchar.
Eso era lo que una digna mujer necesitaba. Seducciones. Sonrisas. Un corazón gentil y la paciencia de sus hombres.
Yo no era ni gentil ni paciente, y en el momento en que pusiera los collares de unión en nuestros cuellos, conocerían el caos
