Muchas personas creen vivir de manera normal, ya que no miran muchas cosas que yo miro a diario, cosas que a cualquiera podrían traer traumas por lo que les queda de vida.
Podía sentir los rayos del sol en mi rostro, solo de esta manera sabía que era de día, por el hecho de que era ciega. Así es, soy invidente desde hace algún tiempo; sin embargo, miro más de lo que muchas personas videntes tienen la fortuna de no ver.
Como todos los días me levanté para continuar con mi rutina, iba caminando hacia la puerta cuando la abrí.
— Hola, señora Richards, pase.
La señora Richards es mi vecina; era una anciana que sabía del don que poseía y que para algunas personas puede ser maravilloso; en cambio, para mí no lo es.
— ¿Cómo amaneciste hoy, Renna?
— Como todos los días, mirando fantasmas desde que me levanté.
— ¿Aún Sara está contigo?
—Sí, por más que le digo que se marche, no lo hace.
— Ya pude sentirla, Sara, no puedes estar aquí, tú ya no perteneces a nuestro mundo.
La señora Richards también tenía ciertas habilidades, aunque no podía ver a los fantasmas, podía sentirlos. Sara era un fantasma. Aunque su caso ya lo había resuelto, decidió quedarse a mi lado. Era una adolescente, la asesinaron cuando tenía apenas 16 años. Ella fue mi primer caso, se encontraba conmigo desde hace 10 años.
— Dile a esa señora que no me pienso ir — dijo Sara cruzando los brazos —. Me quedaré a tu lado por toda la eternidad.
— ¿Sabes que la señora Richards te puede escuchar, verdad?
— Tú solo dile.
— No es necesario que lo hagas, Renna, ya la escuché.
No dije nada, me fui a la cocina y comencé a preparar el desayuno, luego la señora Richards se acercó a mí.
— Deja que te ayude.
— No es necesario que lo haga, solamente vaya a sentarse mientras yo preparo el desayuno.
La señora Richards me decía lo mismo siempre que me ponía a cocinar, pero no era necesario que lo hiciera. Conocía mi apartamento a la perfección, además, Sara se acercaba a mí mientras preparaba mi comida y me decía todo lo que iba a ocupar, aunque no fuera necesario.
— Hoy debo ir a la universidad, tengo que afinar algunos instrumentos.
— Realmente es increíble, apenas mañana iniciarán las clases.
— Lo sé, pero hay que afinar esos instrumentos.
Yo serví el desayuno y me senté con los demás. Trabajaba en una universidad de música, era profesora. Se habían presentado muchos problemas debido a mi incapacidad, pero aun así continuaba con mi trabajo. Solo espero que este año sea diferente.
— Renna, hay un caso en el que quiero que me ayudes.
— Está bien, lo haré después de venir del trabajo.
— Muy bien.
Yo terminé de desayunar y lave los platos. Llegó el chofer que me había asignado la universidad, se llamaba Lin, es una mujer muy amable.
— Buenos días, señorita.
— Buenos días, Lin, vamos a la universidad.
Nosotras nos fuimos y, como siempre, Sara me acompañó. Al llegar, comencé a caminar.
— Renna, déjame entrar, por favor.
Yo no había invitado a Sara a la universidad, por lo tanto, ella no podía entrar. Por más que me pedía que la invitara, no lo hacía. Al llegar al estudio, comencé a afinar los instrumentos. Una vez afinados me fui, pude sentir que el sol no estaba en mi rostro, así que ya era de tarde.
— Lin, por favor, vamos a la florería y luego al cementerio.
— Está bien, señorita, como ordené.
Yo me subí al carro, ella me llevó a la florería de siempre, compré lirios blancos como cada día.
— Vámonos, Lin.
Lin arrancó al cementerio. Cuando llegué, coloqué las flores en el mismo lugar de siempre y retiré las antiguas; esto lo hacía sola. Me atormentaba venir aquí, ya que miraba a las almas en pena que rodeaban el lugar pidiendo ayuda. Había podido ayudar a varias, pero las otras aún tenían que purgar por sus pecados.
— Sara, no deberías estar aquí, bien lo sabes.
— No puedo dejarte sola.
— Si algún alma en pena te llegase a tocar, tendríamos serios problemas.
— Está bien, ya me iré.
Después de que Sara se fuera, estuve por unos minutos, ya luego me marché. Al llegar al apartamento, Lin subió y le serví té helado.
— Muchas gracias por todo, Lin.
— No tiene que agradecer, señorita, bien me tengo que retirar, mañana vendré a la misma hora.
— Bien, aquí me tiene, señora Richards — Lin se marchó, yo fui a la casa de la señora Richards — ¿Qué caso es?
— Se trata de una jovencita que cayó en un profundo sueño; ningún médico puede dar alguna explicación lógica.
— Por suerte, nosotros vivimos en un mundo donde lo lógico es solo una parte de nuestra vida. Vamos a ver a la jovencita.
Me coloqué mis lentes de nuevo, me fui con la señora Richards. Mientras íbamos caminando me detuve.
— Al parecer llegamos.
— No se pueden negar tus habilidades, Renna, así es, ya llegamos.
Podía sentir que había un aura muy negra rodeando la casa. Al entrar nos recibieron los padres de la chica, uno de ellos estaba indiferente.
— Si desean nuestra ayuda, tienen que tener la mente abierta, además de apoyarnos, pero si no nos quieren, simplemente me iré.
— ¿De qué está hablando? — preguntó la señora de la casa —. Nosotros no hemos dicho nada.
— No es necesario hablar para que me entere de lo que sienten y vea la manera en que actúan.
— No sé por qué se porta así, solamente son charlatanes que se aprovechan de la desesperación de los demás.
— Tal como lo presentía, es usted quien está actuando de manera indiferente, déjenme pasar, por favor.
— No quiero dejarla pasar, mejor lárguese, no me sorprendió lo que dijo, ya que miró el rostro que tenía.
— Porque su hija solicita mi ayuda es que no me voy, le quiero decir algo, señor — me quité los lentes, entonces le mostré mis ojos — yo soy ciega.
— ¿Pero, cómo dijo que miraba la manera en que actuaba?
— Yo miró de manera diferente a ustedes, invíteme a pasar, porque si no lo hace, no entraré.
— Está bien, por favor entre.
Yo entré, miré a la chica, ella guiaba mi camino. Al llegar a donde estaba, miré un campo de fuerza que impedía que ella entrara en su cuerpo.
— Señora Richards, por favor, revise la casa para ver si hay un objeto maldito. Una vez que lo encontremos, la chica va a poder despertar.
— Está bien, Renna, como órdenes.
Yo me quedé intentando romper el campo de fuerza, pero todo fue inútil. Esto era muy poderoso, así que tendría que encontrar lo que habían maldecido o esta chica podría morir.
— ¿A quién fue que molestaste? — le pregunté a la chica — debiste haber hecho algo para que te maldijeren de esta forma.
— No molesté a nadie, siempre traté de llevarme bien con todos.
— Uno tiene enemigos ocultos, serpientes que se ocultan debajo de las piedras, lo sé muy bien…