NARRA NARA.
Mi mirada se encontraba perdida en el techo justo cuando la alarma sonó, sé que muchos correrían para apagar aquel molesto sonido, pero yo no era como el resto, de hecho dejaba que sonará una y otra vez mientras continuaba con la mirada perdida. Tenía la sensación de que buscaba algo en la oscuridad, todo el tiempo me encontraba buscando algo entre los espacio vacíos de mi casa, llamarla casa a mi pequeño remolque sería muy exagerado de mi parte, pero aun así me atrevería a llamarlo mi hogar.
Con lentitud corrí la manta que me tapaba y me senté sobre la cama. Observé aquel aparato antiguo que sonaba con fuerza sobre mi pequeña mesa de Luz, casi inexistente que consistía de un pequeño estante que sobresalía de la pared. Lo tomé entre mis manos apreciandolo, recordé que tenía aún pendiente repintar, ya que lo había encontrado dentro de un cajón viejo y se notaba que había pasado por muchas guerras, a veces me costaba hacerlo andar, realmente ya estaba pidiendo a gritos que alguien le diera un pequeño empujón para volver a la vida con todo su esplendor.
Silencie su molesto sonido y camine con él entre mis manos. Aún era de noche, faltaban 2 horas para que el sol saliera. Mi rutina consistía en todos los días levantarme a la misma hora, sin importar el día y salir a recorrer las calles en busca de algún mueble o tal vez objeto que necesitará de mi ayuda para comenzar una nueva vida. Parece algo tonto, pero las cosas al igual que las personas se reinventan, además necesitaba poder conseguir dinero para poder subsistir. Deje el reloj sobre la mesada de la cocina con la esperanza de que mi yo del futuro se encargará al fin de el, tome mi ropa del armario y me vestí rápidamente, mi estilo realmente era muy sencillo tomaba lo primero que llamará la atención de mi vista, no tenía mucha ropa así que solo intentaba combinar de la mejor manera. Me coloque un suéter n***o y un pantalón de algon color marrón. Tome mis auriculares y mi MP3, salí del remolque y caminé hacia mi pequeño cobertizo improvisado donde tenía todos los muebles y mi bici.
Comencé mi recorrido por la avenida principal, tenía un largo camino hacia el otro lado de la ciudad, hacía el lado de los ricos. Mi bicicleta tenía un carro de tamaño grande enganchado a ella, lo suficientemente grande como para que un mueble entrara pero no tanto como para ser demasiado pesado.
Al llegar al otro lado de la ciudad el sol recién estaba saliendo. Venía hasta este lado ya que los ricos solían desechar buenos muebles, a veces demasiado buenos. No veían el mismo valor a las cosas que en otros barrios, para ellos algo que no les servía era desechable y nunca veían el verdadero valor de las cosas. Por suerte ahí llegaba yo con mi carrito para darle una segunda oportunidad.
Recorrí varias calles, metiéndome por pequeños callejones con la esperanza de encontrar algo.
La soledad muchas veces me hacía dudar de mi propia existencia.
No dejaba de pensar en el concurso en el que estaba participando. Si ganaba cambiaría completamente mi vida. Tendría mucho más apoyo y podría tener una carrera de lo que siempre soñé. Mis padres no me habían apoyado, pero no los necesitaba, podría con esto yo sola y saldría adelante.
Me encontraba en el callejón de un club nocturno. La música podría verse desde aquí.
Aún no encontraba algo con lo que reemplazar la pequeña pieza que perdí hoy y esperaba finalmente poder hacerlo, de otra manera mi pieza de arte estaría incompleta.
Escuché la puerta abrirse, y me asusté. Debía tener cuidado siendo una chica a esta hora de la noche en un lugar tan oscuro como esté siempre era un riesgo. De hecho había tenido en más de una oportunidad encuentros incómodos, es por eso que comencé a caminar de regreso hasta mi bicicleta. Cuando la voz de un hombre me detuvo.
–Oye, tú. Vagabundo. Puedes caminar hasta el final del callejón y decirme si hay paparazzis? – preguntó un muchacho. Podía oler el olor a alcohol desde aquí.
Decidí ignorarlo y continuar caminando, pero entonces él me detuvo.
“Estoy hablando contigo, ¿cómo te atreves a ignorarme?”, preguntó molesto. Giré mi rostro para verlo de frente. No quería darle la espalda. Fue entonces cuando sus preciosos y tristes ojos me miraron de frente. “Te pagaré. Eso es lo que quieres, no es así?”, preguntó resignado. Lo reconocí al instante. Era el mismo joven que está tarde me había chocado. Incluso ebrio continuaba siendo igual de fastidioso y malhumorado. Podría tener mucho dinero, pero carecía de modales. Se veía como un príncipe, pero no era para nada un príncipe. Era más bien un ogro, ese pensamiento me hizo reír y eso llamó su atención.
–¿Te estás burlando de mí? – preguntó a la defensiva.
–¿Acaso sabes quien soy? –
–No lo sé, pero por alguna razón, creo que estoy mejor sin saberlo– contesté tomando mi bici y caminando hacia el final del callejón. Al salir vi que estaba toda la puerta del lugar rodeada de fotógrafos.
JAYDEN.
De un sorbo me tomé aquella bebida que poco recordaba cuentos vasos habia tomado y volví a mirar la foto que había subido Marcela, estábamos los tres tan felices. “Noche en familia” puso en el pie de aquella foto.
-Maldita mentirosa.- hablé apagado aquel teléfono.
-Hola rubio,¿ me invitas una copa? .- preguntó una chica a mi lado.
-Claro.- Tomé un fajo de billetes y lo puse sobre la barra. – Mesero, sírvele algo más decente que el vomito que acabas de obligarme a tomar.
Mientras el mesero nos servia de mala gana lo observe para poder evitar que escupa en mi vaso.
-Qué hermosos ojos tienes.- Puso su mano en mi hombro.
-Lo sé.- respondí desviando por escasos segundos mi mirada del mesero y luego al volver ya había servido en mi copa. – Mis ojos son hermosos y los tuyos también– dije coqueteando con ella, aunque ni siquiera la había mirado suficiente como para saber que color de ojos tenía.
–Que galán– dijo ella con una sonrisa. –No creí que el famoso Jayden tuviera un lado tan romántico– dijo ella acercando aún más su cuerpo al mío.
–Créeme cariño, no lo tengo– Tome la botella y bebí tanto como fue suficiente. Mi vida era una completa mierda, siempre lo había sido, pero aún así no podía acostumbrarme a ella, era como si muy dentro mio esperará que algo bueno finalmente sucediera. Mientras me engañaba a mi mismo diciéndome lo afortunado que era, aunque sabía que no era así.
– Susy, ¿qué haces?. Maldita perra otra vez estás engañándome? –preguntó un hombre separandonos. De pronto todo el lugar se volvió una completa locura. Las personas nos observaban y varios de ellos comenzaban a sacar sus teléfonos para grabar. No podía permitirlo.
–¿Quién demonios eres y porque estás con mi chica? – preguntó un hombre. Era calvo y parecía que dedicaba cada maldita hora de su vida al gimnasio.
–No lo toques, Milton. ¿Acaso no lo conoces?. Él es mi nuevo novio, es famoso y es mucho más hombre que tú– dijo ella. Yo rápidamente negué.
–¿Novio? –preguntó él.
–Yo no la conozco– dije a la defensiva.
–La vas a pagar, modelito– dijo aquel hombre a punto de golpearme, apenas me encontraba en todos mis sentidos, pero aún era lo suficientemente rápido para escapar y como pude fuí escondiéndome en la multitud. Estaba a punto de salir por la puerta. Había dejado mi automóvil a unos metros de aquí para que nadie lo reconociera, pero entonces una chica dijo.
–Escuche que Jayden está aquí, ¿puedes creerlo? –preguntó ella. Su amiga gritó entusiasmada.
–¿Cómo lo sabes? – preguntó desconfiada.
–Los paparazzis de la puerta me lo dijeron, al parecer están esperando que salga– contestó ella. Me di media vuelta y observé a mi alrededor. Ya no podía irme, al menos no por esta puerta.