Yoga, por el amor de Dios

1873 Palabras
GAVIN ¿Por qué demonios acepté esto? Balanceo las piernas por el borde de la cama, maldiciéndome por este brillante y jodido plan que tracé con Kendra, la chica del 4B, con quién definitivamente no me voy a acostar. Eso es una mierda. Debería estar despertando con mi polla en su boca, no porque le dije que haríamos yoga esta mañana. Yoga, por el amor de Dios. No es el mejor plan que he tenido, especialmente después de la cantidad de Jack que me tomé anoche. Mi cabeza da vueltas como un trompo mientras agarro mi teléfono y marco el número de Aby. Se que estará despierta a esta hora intempestiva. –Aby. Ayúdame– grazno una vez que responde. –¿Qué has hecho ahora, idiota? – –Dios mío. ¿Esa es la forma de hablarle a tu hermano favorito? – Acuno mi teléfono entre mi hombro y mi barbilla y me dirijo a la cocina para encender mi maquina de espresso. Preparo uno doble. ¿Por qué demonios pensé que era buena idea beber tanto anoche? Ah, sí, porque Kevin expuso todos mis demonios, examinando cada uno bajo la dura luz. –Eres mi único hermano. Ahora sigue adelante. Tengo yogur manchado en mi sofá y todavía no he tomado mi café– No debería preguntar por qué a sus hijos se les permite traer yogur a la sala de estar, pero se por experiencia que deja que esos diablillos se salgan con la suya, siempre y cuando le pestañeen. Mi sobrina y mi sobrino tienen tres y cuatro años. Decir que son difíciles de manejar sería subestimar enormemente sus habilidades. En lugar de eso, me paso un mano por el pelo peinado después de dormir y apoyo la cadera contra la encimera. –¿Sabes de algún buen lugar de yoga al que pueda llevar a mi amiga Kendra esta mañana? – –¿Amiga? - pregunta, atragantándose con la palabra. Aprieto los diente y presiono el botón de preparación de la máquina. –Si, es nueva en la ciudad– Siguen varios momentos de silencio. si no fuera por las dos vocecitas discutiendo de fondo, podría haber pensado que me había colgado. –¿Aby? – –Si. Estoy aquí. Lo siento, solo estoy un poco atónita- –¿Sobre? – pongo los ojos en blanco, sabiendo lo que viene. –Tienes una amiga y la vas a llevar a yoga– pronuncia cada palabra en un tono de pura incredulidad. Preciosas gotas de líquido oscuro caen en mi taza que me espera y considero, brevemente, lamerlas en lugar de esperar a que la taza termine de hervir. –Si. ¿Por qué? – Mi tono es breve, pero mierda, después de la charla motivadora de Kevin, la actitud de Aby me está cabreando. ¿nadie cree que puedo mantener mi pene en mis pantalones? Solo me dan ganas de demostrarles que están equivocados. –Bueno, para empezar, no tienes amigas, y, en segundo lugar, no haces yoga. Perdóname por estar completamente desprevenida. ¿Quién eres y que has hecho con mi hermano? Además, ¿Por qué te levantarías tan temprano? – –Podría hacer yoga– digo, con mi orgullo masculino herido. No puede ser tan difícil, ¿verdad? –Por supuesto que puedes, es un país libre. Solo estoy confundida. ¿Te sientes bien? ¿Estás enfermo? – Mi dolor de cabeza se intensifica, respiro hondo. –¿Me ayudarás o no? – mi tono de voz ha desaparecido por completo. No esperaba una pelea cuando la llame esta mañana. Llamé buscando respuestas, no para jugar a las veinte preguntas. Sabía que las amigas mamis de Aby hacían yoga y sabía que no me engañaría. Si pudiera concentrarse lo suficiente para darme la maldita información. –Llévala a Conexiones profundas en Sepúlveda– El nombre del estudio me hace pensar en lo profundamente que me gustaría conectar con mi nueva vecina Kendra, preferiblemente con mi polla en su cálido coño. Mmm… –Gavin, ¿me oíste? – –Si. Lo tengo. Gracias, hermana– –Estoy en su sitio web. Hay una clase que empieza en cuarenta minutos. Ahora, quiero saber más sobre esa Kendra–. Puedo oír la sonrisa en su voz. –Es abogada– Casi. Mas o menos. –Vaya. Una chica con cerebro. Es un buen cambio de ritmo para ti. Háblame de ella– Sonriendo con suficiencia al recordar haber conocido a la señorita morena suculenta recién llegada a la ciudad, tomo mi taza de espresso. –Pensé que tenías un problema con el yogur del que preocuparte– –¿Qué? No. Eso puede esperar– Es entonces cuando me doy cuenta de que sus hijos se han quedado completamente en silencio. O se ha encerrado en el baño, esperando algo de privacidad mientras me interroga sobre mi vida privada. Ding, ding, ding. Ese es el escenario mucho más probable. Mi instinto me dice que ignore a Aby, que no es asunto suyo. Pero mientras cruzo mi sala y me hundo en mi sillón de cuero favorito, me doy cuenta de que sería una tontería. Aunque a veces es molesta, Aby y yo somos muy unidos. A pesar de ser mi hermana mayor, también es una de mis amigas mas cercanas. Ceno con su familia varias veces a la semana. Cuando necesitó una cesárea de emergencia con su segundo bebé, fui yo quién se mudó a su habitación de invitados durante dos semanas para ayudar a cuidarla a ella y al bebé después de que su esposo, Joey, regresará al trabajo. Y ella siempre ha estado ahí para mi sin importar el favor, grande o pequeño. –Gavin, deja de ocultarme nada. tiene que haber una historia aquí. Cuéntala- Me rio entre dientes ante su desesperación antes de tomar otro sorbo de mi bebida hirviendo. -La hay. Y te la contare– –¿Pero no ahora mismo? – dice, y al esperanza en su voz se desvanece. –Si voy a llegar a esa clase, tengo que ir a ver a Kendra– Mirando el reloj, veo que ya son casi las seis. –Bien. ¿Cena el martes por la noche? – –Por supuesto. ¿prepararas esos pequeños rollitos de cangrejo con salsa de chile dulce? – pregunto con la voz más amable que puedo. –A nadie le gustan esas cosa excepto a ti– dice con un suspiro. Suena cansada, y demonios, yo tambien lo estaría después de perseguir a dos minihumanos todo el día, empeñados a destruir todo a su paso. Maldita sea, me estremezco solo de pensarlo. –No, entonces no tienes que molestarte. Olvida que te lo pregunté y te veo el martes– –Diviértete con el yoga– dice, con un tono burlón en la voz. A pesar de la cafeína corriendo por mis venas, no me siento mejor que cuando me desperté esta mañana, de mal humor y con una resaca de los mil demonios. De camino a mi habitación, entro en el vestidor, tratando de averiguar que se pone uno para hacer yoga. Me pongo un par de pantalones cortos deportivos holgados color azul marino y una camiseta gris. Después de cepillarme los dientes, agarro mi billetera, las llaves y el teléfono celular que están en la isla de la cocina y salgo al brillante sol de otro día perfecto en Los Ángeles. Gruño todo el camino por las escaleras preguntándome por qué demonios acepté esto; demonios, prácticamente insistí. Estoy de mal humor. Estoy enojado. Y cuando llamo a la puerta de Kendra, me quedo allí furioso y maldiciéndome en silencio. Cuando se abre, Kendra está esperando allí, luciendo deliciosa con un par de leggins negros ajustados y una camiseta rosa sin mangas, y recuerdo exactamente por que la invité a salir hoy. Hola, erección inapropiada. Que buen momento, idiota. –¿Estás lista? – pregunto, afortunadamente mi voz suena tranquila de una manera que no coincide con cómo me siento cuando está cerca. –De verdad apareciste– me regala una sonrisa. Sus labios son carnosos y naturales, sin brillos ni lápiz labial, sus dientes son rectos y blancos. –Por supuesto que si– coloco una mano contra el marco de la puerta y me inclino para acercarme. Percibo notas cítricas y algo floral en su piel. Huele a recién duchada, y lo suficientemente buena como para comérmela. –Soy un hombre de palabra. Puede que hayas oído algunas historias desagradables sobre mí, pero ¿no crees que deberías decidir por ti misma? Levanta la barbilla y me mira directamente a los ojos. -Siempre decido por mí misma– luego se agacha para recorrer lo que supongo que es una esterilla de yoga, esta enrollada en un cilindro impecable, y toma una botella de agua, antes de cerrar la puerta con llave. –Vamos. Tengo el lugar perfecto– Ayudo a Kendra a subir a mi BMW mientras me lanza miradas curiosas. Se abrocha el cinturón de seguridad y mete las manos en el regazo antes de girarse para mirarme. –¿Por qué haces esto? – Mientras el motor ruge al arrancar, con sus 445 caballos turboalimentados, le digo. –Relájate, ¿de acuerdo? No voy a intentar meterme en tus bragas, si eso es lo que te preocupa– –¿No? – suena casi ofendida, y no puedo evitar reír con suficiencia. –No, a menos que lo pidas, muy, muy amablemente- y esa es la puerta verdad. Para que yo traicione a Kevin de esa manera, tendrá que estar literalmente rogándomelo. No creo que pudiera detenerme si ese fuera el caso. –Es bueno saber que la opción está ahí– Me devuelve la sonrisa con suficiencia, y no puedo decir si está bromeando o hablando en serio. No se parece a ninguna abogada que haya conocido antes, y eso me gusta. –¿Qué tipo de derecho ejerces? – pregunto mientras conduzco. –F&A– dice, mirando al frente como si intentara asimilar cada detalle del bulevar bordeado de palmeras por el que conducimos. La miro con la mirada perdida mientras mi cerebro confuso intenta, sin éxito, descifrar el significado de esas dos letras. –Fusiones y adquisiciones– dice, ayudándome. –Ah, las buenas y viejas fusiones y adquisiciones. ¿Qué es lo que te gusta de ellas? – Piensa por un momento, sin que esos grandes ojos cafés se desvíen nunca de los míos mientras observa cómo cambia el paisaje cuando aparecen las montañas de Santa Mónica. –Me gusta el reto de conseguir el mejor trato posible para mi cliente. Sobre todo, me gusta la diversión de negociar y ganar. Nunca se me ha dado muy bien compartir, soy hija única y creo que me ha servido bien en este campo hasta ahora. Trabajo duro y juego para ganar– sonríe y quiero borrarle esa sonrisa de la cara con un beso. –Dijiste que solo eras una pasante este verano…– le digo, animándola a que me cuente más. Por alguna razón, me gusta oírla hablar. Con la mayoría de las mujeres, me encantaría sentarme en un silencio tranquilo sin tener que escuchar su parloteo incesante.
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