El primer dia del resto de mi vida

1888 Palabras
KENDRA Lunes por la mañana a las siete y media en punto: el primer día del resto de mi vida. Entro con paso decidido al despacho de abogados de Walker, Price and Pratt, renovada después de mi entrenamiento matutino habitual y un batido de yogur griego para desayunar. Me siento elegante y segura con mi falda larga de tubo negra y mi blazer a juego, mi camisa azul claro-abotonada y mis altísimos tacones color miel. Ayer pasé casi dos horas obsesionada con mi vestuario y maquillaje, queriendo causar una buena primera impresión profesional, y creo que lo he conseguido. Aunque mi caminata desde el estacionamiento fue una carrera contra reloj y tambaleándome sobre mis tacones apenas manejables. Me acerco al elegante y envolvente escritorio de mármol en la esquina del vestíbulo y respiro hondo. Aquí vamos. La recepcionista parece mucho más joven de lo que habría imaginado, quizás incluso de mi edad. lleva una espesa melena negra recogida en una coleta para evitar que se enrede en los auriculares. Lleva gafas de ojo de gato color carey, una blusa holgada color rosa y pantalones caqui, lo que me hace preguntarme si debería haber malgastado tanto tiempo y energía en mi propio atuendo. Sus uñas pintadas de color ciruela revolotean sobre el teclado, como un tren traqueteando sobre las vías. Le toma un instante darse cuenta de que estoy aquí antes de levantar la vista de su trabajo y mirarme. –¿Puedo ayudarla? – pregunta con una sonrisa fingida. –Hola, soy Kendra Foster. ¿ya llegó el señor Pratt? – Es el compañero con el que más me he escrito, pero si aún no ha llegado, aún puedo hablar con los demás y empezar. Las alegrías de un lugar de trabajo donde todos los demás empleados son superiores. No hay ni una chispa de reconocimiento en los ojos de la recepcionista. –¿Tiene una cita? – Me rio; alguien ha metido la pata, y claramente no ha sido ella. –En cierto modo. Soy la nueva becaria de verano– Un placer genuino se dibuja en su sonrisa. –Oh, lo siento mucho- dice, su tono alegre contrasta con sus palabras. Tal vez este aliviada de que sus tareas se compartan con otra persona ahora. –Llamaré al señor Pratt para decirle que está aquí. Soy Tina, por cierto. ¿quiere un café o agua mientras espera? – –No, gracias. Puedo tomar algo después de empezar– Después de todo, ahora trabajo aquí. El pensamiento me llena el estómago de mariposas. Cálmate, Kendra, esto no es un campamento de verano>>. Estaré bien. Considero una de las sillas de cuero color caramelo, luego decido que estoy demasiado nerviosa para sentarme. En cambio, veo a Tina llamar a la oficina del socio principal y luego anunciar. –Hay una señorita Foster aquí para verte– en un tono cantarín antes de reanudar su furiosa escritura. Después de un minuto o dos, un hombre entra desde el pasillo a la izquierda del mostrador de recepción. Parece tener sesenta y tantos años y está tratando desesperadamente ocultar ese hecho: cabello gris acero, una ligera barriga, piel como cuero curtido y un bigote bien cepillado. Unos zapatos de punta marrón brillante y una camisa verde oliva con tirantes negros complementan la imagen de un hombre que era un crack hace unos treinta años. Pero no lleva ningún anillo en la mano izquierda, es un “soltero empedernido” o simplemente tiene muy mala suerte. A medida que el hombre se acerca, me dedica una sonrisa que muestra miles de dólares en carillas dentales. –Debes de ser la señorita Kendra Foster. Bienvenida a Walker, Price and Pratt– Le devuelvo la sonrisa, esperando no tener lápiz labial en los dientes, extiendo la mano. –Buenos días, señor Pratt. Es un placer conocerlo finalmente en persona– Me da dos fuertes empujones de mano, un apretón de manos clásico, el saludo de alguien que sabe cómo encantar e intimidar sin decir una palabra. –Por favor, llámeme, Larry. No me gusta andar con ceremonias en esta oficina. De alguna manera, no estoy segura de sí creer esto. A los hombres poderosos, especialmente si son viejos y ricos, les gusta que la gente los perciba como relajados, pero cuando se trata de como prefieren ser tratados, la mayoría de ellos quieren diferencia. Al mismo tiempo, sin embargo, no puedo ignorar descaradamente lo que dijo. –De acuerdo, entonces…Larry– Me mira de arriba abajo, todavía sosteniendo mi mano. –Vaya, vaya. Sabía por tu entrevista telefónica que tenías una voz encantadora, pero el resto de tu cuerpo lo es aún más– –¿Qué dices? – parpadeo, tratando de averiguar cómo responder, y rápidamente decido fingir que dijo algo completamente distinto. –Um, me alegro de que mi atuendo sea apropiado para la oficina– –Un poco demasiado apropiado, si quieres mi opinión– Puedo sentir sus ojos observándome de arriba abajo, y cuando se posan en mi pecho, tengo que mirar para asegurarme de que no se me ha escapado ningún botón de la blusa. Larry continúa con un tono divertido . –Descubrirás que California es mucho más informal que el Medio Oeste, incluso en nuestro ámbito laboral. Relájate diviértete un poco…Desde luego, no me importa– Me guiñe un ojo y trato de no curvar el labio con disgusto. –Gracias, lo tendré en cuenta– digo en un tono cuidadosamente neutral. Por deferencia al calor alucinante, puede que aproveche esta excusa para quitarme la chaqueta mañana, pero que me aspen si le doy a este tipo más espectáculo del que ya está teniendo. Justo cuando empiezo a preguntarme si tendré que apartar la mano, finalmente la suelta. –Antes de empezar, cariño, me gustaría mostrarte la oficina. Conoces a nuestros otros abogados, familiarizarte– se gira hacia el pasillo en la entrada y empiezo a correr detrás del… Solo para que su mano caiga finalmente en mi espalda baja, a solo un par de centímetros por encima de mi trasero. Oh, claro que no. Reprimo un escalofrió en todo el cuerpo. El señor Pratt me conduce como a un perro de exhibición por los pasillos, deteniéndome para llamar a cada puerta. Loso dos socios “junior” tienen cincuenta y tantos años. El señor Walker es redondo y calvo, mientras que el señor Price tiene le pelo entrecano y una papada impresionante. Ambos apartan la mirada de las pantallas de sus portátiles, sueltan un distraído “un placer conocerla” sin levantarse y vuelven al trabajo. Los cuatro abogados asociados: los señores Ingresoll, Morton, Kemp y Mendoza, son solo un poco más jóvenes y más amables. Es exactamente el festín de salchichas que esperaba. Por suerte para mí, también está claro que mis nuevos compañeros de trabajo están demasiado ocupados como para preocuparse por si soy una mujer joven, otra vieja pedorra o una devoradora. Todo lo que ven es un par de manos que ayudan. Esa actitud puede convertirse en un fastidio si alguna vez necesito algo de ellos. Pero por ahora, que se ocupen agresivamente de sus propios asuntos es francamente refrescante, en comparación con el señor “por favor llámame Larry” Pratt y su espeluznante mano errante. Obviamente quiere enterrar su cara en algo más que en su trabajo. Finalmente, nuestro recorrido termina y terminamos de vuelta en el vestíbulo. –Por último, pero no menos importante, querida– dice el señor Pratt. –Está será tu oficina– Señala una puerta estrecha y encalada al otro lado del pasillo de entrada desde el mostrador de recepción, que supuse que conducía a un armario de escobas. Mis ojos se abren de par en par, ¡Mierda! ¿Tengo mi propia oficina? ¿Con una puerta, un escritorio y todo? –Normalmente tenemos dos o tres becarios que comparten esa habitación, pero por ahora, tendrás el lugar para ti sola. No dudes en llamar a mi puerta si te sientes sola– Su sonrisa lasciva mata cualquier emoción que pudiera haber sentido por mi nuevo dominio privado. –Me asegurare de pasar si tengo alguna pregunta– digo, forzando mi rostro a permanecer inexpresivo. Traducción; Solo hablaré contigo si todos los demás en la oficina han sufrido alguna muerte espantosa. Tal vez soy la única becaria porque las otras se arrancaron las piernas a mordiscos para escapar. Su mano, finalmente deja mie espalda solo para aterrizar en mi hombro como una sanguijuela gigante. –Prometo que te dejaré ir a trabajar ahora. Pero quiero invitarte a almorzar hoy. Solo nosotros dos, para que podamos conocernos. Me gusta conocer a todos mis empleadas…especialmente a las que son tan guapas como tu– Por encima de su hombro, veo a Tina levantarse y empezar a cortarse frenéticamente la mano a la altura del cuello haciéndome el gesto universal de ¡ABORTA! Sus ojos estan muy abiertos y su boca esta fruncida en una exagerada mueca de horror. Miro rápidamente a Larry antes de que siga mi mirada. –Eh…sabes…me encantaría, pero me traje mi almuerzo hoy. O sea. Siempre traigo mi almuerzo. Ahorras dinero– –Puedes poner tu almuerzo en el refrigerador y guardarlo para mañana. No te preocupes por el dinero, es mi invitación, cariño– Un minuto más con él y se me erizara la piel. ¿Eso hará que deje en paz o simplemente elogiara mi estructura ósea? –De hecho, ya le dije a Tina que comeríamos juntas– Suelto. Gracias a Dios que dijo su nombre antes, o esta mentira seria aún más increíble de lo que ya es. –Íbamos a hablar sobre…ya sabes, cosas de chicas– Bebes. Chicos. maquillaje. Tengo un tampón el bolso y no tengo miedo de usarlo El señor Pratt frunce el ceño, luciendo molesto y confundido. Pero todo lo que dice es: –Bueno, que lástima. Avísame si alguna vez te apetece compañía masculina– Asiento solemnemente hacia él. No, no es una lástima. Es lo mejor del mundo. Con un último apretón húmedo en mi hombro, la criatura viscosa finalmente se retira a su guarida. Tina me hace señas para que me acerque a la recepción tan pronto como la puerta de su oficina se cierra con un clic. Ahora que está de pie, me doy cuenta de que es increíblemente pequeña. No soy alta ni de lejos, pero ella mide quizás 1.55 metros, incluso con sandalias de tacón. –Perdón si eso fue raro– dice Tina en voz baja. –Pensé que no querrías su mano en tu rodilla durante una maldita hora entera. E incluso si insiste en pagar, siempre es una trampa. Rechaza su oferta y actúa como si fueras la grosera, pero si dejas que gaste dinero en ti, empieza a pensar que es un anticipo, si sabes a que me refiero. Obviamente, deberías empezar a preparar tu almuerzo de verdad, pero por hoy, puedes compartir el mío. Me da una excusa para comprar chocolate en la máquina expendedora más tarde. Espero que te gusten los linguinis con salsa de queso feta…apestoso… el aliento lo mantendrá alejado de tu cara. Es un verdadero truco de la vida– Mi cabeza da vueltas con la diatriba desbocada de Tina. ¿En qué demonios me he metido?
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