Al descubierto

1068 Palabras
Veinte minutos después, llegamos a mi humilde hogar. Caminaba como podía, pero sabía que no estaba sola. Demetri iba detrás de mí. —Jefe puede irse, estoy bien— Le dije riendo. Intentaba entrar la llave en el manubrio, pero las manos me temblaban, era imperfecta en ese momento. Sin embargo, Demetri tomó la llave, la introdujo y abrió la puerta. Di dos pasos adelante y ya estaba dentro de mi casa. Me giré para verlo, quería agradecerle, pero lo vi ahí, frente a mí en su silla de ruedas y solo me llegó una cosa a la mente: Una silla de ruedas no puede detener a un hombre como él. Me acerqué y me agaché a su estatura. —No creo lo que dijo tu ex de ti, me pareces que esa silla de ruedas no te limita— Le dije con cierta picardía. Demetri sonríe y se da cuenta que está ante una mujer, con unos tragos de más. —Dime cuál es tu habitación y te llevo— Dijo haciéndome a un lado para entrar. —Es derecho, luego doblas al fondo, la segunda puerta, esa es mi habitación— Respondí. Sentí un jalón del brazo, caí ante las piernas de Demetri. No dije nada, él movía el botón de su silla de ruedas. Pocos segundos después, abrió la puerta de mi habitación y entramos. —Ahora debes descansar— Dijo con amabilidad. Me eché a reír, y me tiré en la cama, pero pocos segundos después, me levanté con más seriedad. Me acerqué a Demetri y una vez más lo vi directamente a sus ojos color azules. —No creo que seas incapaz de satisfacer a una mujer. —No lo sé.. es posible que sea cierto, en estas condiciones en las que estoy, no descarto la posibilidad de que sea así. —Hay que comprobarlo entonces— Le dije sonriendo. —¿Qué?— Preguntó confundido. Sin darle una respuesta, me senté sobre sus piernas, lo miré los ojos y luego la boca. Sin pensármelo dos veces, le di un beso, que en un principio no fue correspondido. —Regina, estás borracha, no sabes lo que haces— me dijo al intentar apartarme. —Se lo que hago, estoy segura que a la mañana siguiente, lo recordaré todo— Le dije riendo. Demetri abrió la boca para responderme, pero no le di tiempo, más bien, lo único que hice fue, volver a sus labios. Esta vez, fue diferente, porque sentí como sus labios se entrelazaron a los míos. Sentí como sus manos recorrieron mi espalda, como sus labios bajaron a mi cuello, y como mis propias manos, lo apretaban con fuerzas. Me levanté de sus piernas y me subí a mi cama, invitándolo con una mirada que hiciera lo mismo. El movilizó su silla de ruedas, y la detuvo frente a mi cama, y con una fuerza descomunal, vi como se pasó a la cama. Nada de lo que hacía lo pensaba tanto, así que tan rápido él se acomoda, me subí sobre él y continué besándolo. Me levanté el vestido hasta quitármelo en su totalidad, estaba ahora en ropa interior. Sus manos recorrieron mi abdomen. —Eres hermosa Regina— Dijo con voz dulce. No dije nada, solo me concentré en desabrochar botón por botón de su camisa. La noche no era para nada como la esperaba, realmente era mejor de lo que había esperado. De repente, Demetri me hizo a un lado, y con su fuerza física, se giró y quedó completamente sobre mi. —Lo único que no puedo hacer es mover mis piernas, de lo demás, no me hago responsable— Me dijo al oído. Escuchar eso me estremeció, pero no me importó. Me dejé llevar por la pasión, hasta sentir un leve dolor en mi parte íntima. Ese dolor que jamás había experimentado, pero que poco a poco fue disminuyendo. Demetri me sostenía con las fuerzas de sus brazos, estar en silla de ruedas, no era un impedimento para que pudiera hacerme sentir bien. Esa noche, por primera vez, estuve en los brazos de alguien, después de haberme jurado, llegar virgen al matrimonio. Después de un largo rato, cuando todo terminó, ninguno dijo nada, nos quedamos en silencio, pero ese silencio se convirtió en sueño, y nos quedamos dormidos. La mañana siguiente, escuché unos gritos, unas voces que en un principio no conocía, pero cuando abrí mis ojos, volví en sí. —¿Qué está pasando aquí?— Preguntó a gritos mi madre, Tomasa Cooper. —¿Te has vuelto loca?. Esto no es lo que tu madre y yo te hemos enseñado— Gritó mi padre Lauro, a su lado. Miré hacia el lado, y vi a Demetri, con los ojos abiertos y algo avergonzado. —Señora, señor, yo soy el culpable de todo— Dijo Demetri al intentar echarse la culpa. Mis padres se quedaron mirándomela en silencio, no podía creer que haya sido descubierta, a penas era mi primera vez y ya la iniciaba con una vergüenza mayúscula. —Los esperamos en la sala. Vístanse rápido— Dijo mi padre con gran seriedad. Tan rápido salieron y la puerta se cerró detrás de ellos, me levanté de la cama con prisa. Me envolví en la sábana y empecé a caminar de un lado hacia el otro. —Estoy acabada— Fue lo que pensé. Demetri sin embargo, se mostraba muy sereno. Lo vi levantarse, tomar asiento en su silla de ruedas y vestirse con calma. —No te preocupes, hablaremos con tus padres, no eres una niña, eres mayor de edad— Me respondió. Empecé a vestirme con lo primero que encontré en el clóset, la preocupación estaba a punto de matarme. —No lo entiende señor. Mi familia es muy conservadora y yo debía guardarme hasta el matrimonio, debía guardarme para la persona con la que me fuera a casar. —Entiendo lo que dices. Pero enfrentaremos esto junto. Sin decir nada más, después de unos minutos que parecían eternos, salimos a la sala. Mis padres estaban sentados uno al lado del otro. Me sentía aterrada. —Tomen asiento— Dijo mi madre con decepción. Demetri no necesitaba ninguna sola porque ya la tenía. Así que me senté al lado de él, cruzando los dedos. —Lo que acabamos de ver es inaudito. ¿Cómo eso es posible Regina?— Preguntó mi padre enfadado.
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