CAPÍTULO IVEl Marqués llegó tarde a cenar. Shikara, que entró en el salón vestida con uno de los nuevos trajes que había comprado en Baixa, encontró a dos caballeros portugueses, apuestos y elegantes, esperando allí Ambos tenían rimbombantes títulos y se lanzaron casi en el acto a colmarla de extravagantes cumplidos. La miraban con grandes ojos, oscuros y acuosos, que la hicieron pensar que parecían delfines enamorados. Le gustó aquella comparación y decidió repetírsela al Marqués cuando estuvieran solos. Como pasaba el tiempo, se dio cuenta de que la cena se había retrasado considerablemente, a pesar de que se había fijado para las nueve y media de la noche. Se había sorprendido mucho, al volver al yate, cuando el Marqués le dijo a qué hora cenarían. —Los portugueses, como los españ

