Capitulum 2 El hijo de Dracula

2080 Palabras
Adonaí fue el primero en crear vida semejante a él, seres pensantes que construyeron su propio mundo independiente a la cadena alimenticia o ciclo de la vida que había creado Samara, su hermana menor. Aquellos seres parecían ser perfectos ajenos a la maldad, sin embargo, dentro de algunos residían sentimientos oscuros. Los seres humanos comenzaron a pelear por tierras, comida, poder, matándose unos a otros, comenzando guerras que parecían no tener fin, porque no importaba cuanto tuvieran, cuanto consiguieran, los reyes no tenían sacio y el pueblo sufría las consecuencias. Samael aprovecho la oportunidad para opacar la creación de su hermano, dando vida a seres perfectos en comparación a los humanos; los vampiros eran capaces de subsistir sin matar a las creaturas creadas por Samara con un poco de sangre se sentían satisfechos. Por otra parte, los lobos eran seres pacifistas que odiaban las peleas sin sentido, vegetarianos y solo comían carne en la luna llena cuando se transformaban en lobos y pertenecían a la cadena alimenticia creada por Samara. Estos seres no solo tenían características distintas a las humanas, sino también habilidades muy sobre ellos, por ejemplo: súper fuerza, rapidez y sanación fuera de lo normal. Fue así, como los mundanos vieron a los nuevos habitantes como un arma de guerra, si lograban controlar y doblegar el espíritu de los sobrenaturales podrían dominar el mundo, sin embargo, eso no salió como esperaban, las tinieblas no se sometieron, al contrario, pelearon y así comenzó una batalla épica entre ambas razas. —¡Tienes que ser más firme! Atácame como si quisieras matarme —ordenó Elizabeth enojada —. Si tienes compasión, sentimientos o miedo a las consecuencias, tu padre aprovechara eso. —Aleister bajo la mirada sintiéndose incapaz de hacer lo que su madre le pedía. —Lo siento mami, no puedo —dijo derrotado. —No digas eso, tus buenas intenciones te hacen débil, débil ante tu padre, débil ante la vida y al final esa debilidad va a matarte allá afuera —regaño y lo miro de mal modo. —¿Por qué te empeñas en convertirme en alguien que no soy? —pregunto molesto él niño —. Estoy cansado de tener que cumplir con sus expectativas. —Cuidado jovencito, sé que esta no es la vida que hubieras escogido, pero podría ser peor… —¿Peor?, quiero saber que es peor —interrumpió Aleister con frustración y con gesto molesto —. Pase toda mi niñez en una cueva oscura, incomunicado sin poder ver la luz del sol y ahora estoy atrapado aquí con un padre el cual está más preocupado por volverme un asesino, que por mostrarme amor —admitió con dolor, aventó el arma que tenía en las manos contra un árbol y el machete se quedó allí clavado. —Mi amor, lo siento tanto, esta no es la vida que quería para ti, créeme —admitió su madre un tanto sorprendida por la puntería que había mostrado su hijo al lanzar el machete, pero eso no evito que sus ojos se tornaron cristalinos. Aleister la miro con rencor. Elizabeth lo miro con disculpa, era lo único que podía hacer, pedirle perdón por traerlo a una vida llena de miseria, dolor y decepción, pero las disculpas no importaban, después de todo, aunque pudiera regresar el tiempo estaba segura que volvería a cometer los mismos errores, porque la soledad y la depresión la habían orillado en primer lugar a estar embarazada con el fin de calmar ese aislamiento a el cual había sido confinada por el mismo Alucard, debido a su paranoia. Ahora, ese mismo egoísmo la había llevado a tener otro hijo para calmar la soledad de su pequeño Aleister. —¿No fue tu intención traerme a este infierno? —pregunto irónico e irritado, porque para él era claro el motivo de su existencia y eso era lo que más lo enojaba, el hecho de saber que solo existía para llenar el vacío emocional de su madre; llenar la soledad que a él lo estaba carcomiendo, llenar el dolor que a él lo perseguía todas las noches, estar consiente que el fin de su existencia solo era meramente capricho de su madre. —Aleister realmente lo siento mi amor, perdóname… perdóname… —suplico llorando y acercándose a el pequeño, quien la rechazo instantáneamente. —¿También le pedirás perdón a Draven? ¿Eso es lo único que harás? o ¿es lo único que sabes hacer? —reclamo Aleister. —Aleister Alucard te prohíbo que me hables de esa manera. Si tengo a otro hijo es por ti, para que no estés solo, para que tu… —¡Basta mamá! —interrumpió el pequeño vampiro con dolor —. No quiero oír como el único fin de Draven es ser mi compañía, como mi destino es ahora el suyo, cuidar que yo no me sienta solo, porque al parecer soy igual a ti, tan débil, que si él no está conmigo simplemente me derrumbaría como tú. Aleister se alejó y se dirigió con velocidad a su pequeña choza la cual llamaba hogar, no quiso mirar atrás o siquiera pensar en voltear, porque sabía que su madre estaría llorando desolada en el suelo, y no podría evitar pedirle perdón y consolarla por sus duras palabras, aunque él tuviera razón. El chiquillo entro a la casa, azoto la puerta, grito con frustración y lloro en el suelo, recordando la oscuridad y frialdad de la cueva, donde sus padres lo habían confinado por su seguridad, se sintió atrapado, a pesar de estar fuera de ella aún se sentía allí, adentro, sin poder escapar, sin poder huir, sin poder ser libre; esos pensamientos lo aterraron más de lo que hubiera querido, tanto que salió de aquella choza con terror. Corrió, corrió y corrió lo más lejos que pudo, de su mamá, de su papa, de su vida en sí, hasta que encontró un pequeño poblado donde había niños corriendo, jugando, divirtiéndose; los miro por bastante tiempo sin saber que decir o hacer. —Hola, ¿quieres jugar con nosotros? —pregunto una pequeña humana. La chiquilla había notado que por bastante tiempo Aleister solo los observaba con ilusión sin acercarse o decir nada, por lo tanto, había decidido llamarlo con el fin de quitar ese gesto triste del chico. En este momento debe aclararse que Aleister tenía aproximadamente más de doscientos años, pero no aparentaba esa edad físicamente, pues los sobrenaturales se desarrollaban muy diferente a los humanos. Los mundanos eran una r**a desechable la cual duraba muy poco tiempo en la tierra a diferencia de las tinieblas quienes tenían la capacidad de vivir por más tiempo. Así que, lo que vieron aquellos niños humanos era a un pequeño niño no mayor de cinco años, el cual los observaba con curiosidad y fascinación. —Sí, me gustaría —respondió Aleister ilusionado y se unió a ellos sin excusas. Por otro lado, Elizabeth camino más tranquila hacia la casa mientras acomodaba sus ideas para poder tener una plática con su hijo y poder hacer que entendiera que lo único que deseaba ella y su padre era su seguridad y bienestar, sin imaginar que Aleister había escapado. —¡Aleister, mi amor! —Entro a la casa —. Habla conmigo, por favor. Arreglemos esto, no estés enojado con mami. Lo único que yo y tu padre queremos es que… —Elizabeth noto la ausencia de su hijo, miro para todas partes, pero no había lugar donde el pudiera esconderse dentro de ese diminuto espacio. —¡Aleister! —llamo asustada —¡Aleister! No le hagas esto a mami, ¿Dónde estás? —Salió de la casa atemorizada —¡Aleister! —gritó con pánico y corrió a buscar a su hijo por todo el bosque con la esperanza de encontrarlo escondido en algún árbol o arbusto. Mientras tanto, Aleister jugaba con los niños, divirtiéndose por primera vez con aparentemente creaturas de su edad, lo que se le había negado toda su vida; un vampiro tenía la habilidad física de crecer en tres meses, donde ya podía caminar, hablar y protegerse a sí mismo aparentando una edad humana de dos años, misma que se tenía aproximadamente por cincuenta años. Esto hacía difícil que los vampiros pudieran permanecer por largo tiempo en un mismo lugar, pues tardaban demasiado tiempo en envejecer y esto resultaba sospechoso en los humanos. Aparentemente Aleister no corría peligro porque nadie sabía que era un vampiro. Sin embargo, cada tanto los Ángeles llegaban a los pueblos, trayendo caos y destrucción para encontrar a seres sobrenaturales y el pequeño vampiro había escogido por desgracia el momento menos indicado para escapar de su hogar y jugar con mundanos. La aldea fue atacada, todos corrieron a esconderse, el fuego de algunas casas se hizo presente y los padres de los niños corrieron por sus hijos para ponerlos a salvo; Aleister huyo junto con sus amigos de momento quienes se dirigieron a sus propias casas para refugiarse, entonces por primera vez vio aquellos seres que protagonizaban los cuentos de su madre. Los ángeles, seres hermosos y atrayentes, llenos de maldad, a donde iban causaban dolor y sufrimiento sin importarles las consecuencias o los inocentes que pudieran matar en el proceso de su depuración de seres sobrenaturales. Aleister miro como la creatura golpeaba a una mujer quien protegía a sus hijos hasta que llego su marido, quien se opuso con una fuerza increíble, era un lobo, el ángel sostuvo al señor con astucia, los niños gritaron con miedo y Aleister miro a continuación algo atroz, al ángel atravesó al sujeto con su espada, pero eso no fue lo impresionante, sino la manera en que el hombre exploto, salpicando todo de sangre, órganos y extremidades. El vampiro vómito, sin poder evitarlo, cuando se calmó intento huir, pero detrás de él estaba uno de esos seres con enormes alas que brillaban imponentemente frente a todos. —¿Estás perdido, pequeño? —pregunto el hombre con un gesto espeluznante que congeló a Aleister automáticamente —. Parece que sí, podría jurar que tú no eres humano. El instinto de Aleister despertó y corrió con velocidad, haciéndole saber al ángel debido a la velocidad con la que se había movido que era un vampiro, él ángel voló y siguió al pequeño con intención de matarlo, pero fue detenido por uno de sus compañeros. —Recuerda que estamos buscando a la familia del molesto de Alucard, ¿Por qué estás perdiendo tu tiempo con un niño? —pregunto molesto, recordándole su cometido. —No era un niño, era un vampiro, y podría jurar que es hijo de ese mal nacido de Alucard, mismos ojos, misma mirada determinada, pero algo cobarde para ser su hijo. —admitió con burla el querubín. —Entonces que estas esperando, síguelo y tráelo con vida —ordeno el arcángel. —Si no me hubieras detenido y distraído ya estaría en mis manos, quítate de mi camino Ángel. —Lo empujo con soberbia y se fue velozmente. El arcángel voló con velocidad intentando encontrar al pequeño vampiro sin éxito, por lo tanto, no le quedo más que sacar su espada y ocasionar un desastre natural que hiciera que el vampiro saliera de su escondite. —Espero que sepas nadar —dijo para sí mismo y agito su espada, la cual ocasionó una gran ola que inundo toda la zona haciendo que fuera imposible permanecer oculto. Aleister quedo clavado en una rama de un enorme árbol, grito con dolor y fue más fácil para el arcángel encontrarlo. —Te tengo, pequeño hijo de Drácula —susurro el arcángel, se acercó a él y lo retiro del árbol, sacando con violencia la rama clavada en su pequeño cuerpo, sin importarle el dolor y el grito de agonía. Posteriormente, Aleister lo miro asustado, pero no le duro mucho ese sentimiento pues se desmayó al instante. —¿Qué le hiciste? —pregunto su compañero. —Solo hice lo que Miguel ordeno, captura a su esposa o hijo, jamás dijo que en perfectas condiciones o ¿sí? —pregunto con cinismo. —Tampoco dijo muertos —aclaro el arcángel molesto. —Sí como sea, tu puedes curarlo ¿no? Es lo único para lo que sirves últimamente, así que hazlo —ordeno el arcángel y sin más el otro obedeció sin poner peros. Aleister recupero el conocimiento miro a sus secuestradores y supo que su padre tenía razón, él era débil y moriría siendo débil.
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