Por fin he escapado.
Aún no me lo puedo creer. No sé nada de las otras con las que escapé, de echo, no se nada de casi ninguna, todos los nombres son falsos y siempre he estado con el asqueroso del jefe.
No puedo quedarme más aquí, necesito volver a casa, que mis padres sepan que ha pasado, necesito ir a algún lugar donde miren mí pierna, pero no puedo ir a ningún hospital, no tengo identificación, ni dinero. No tengo nada.
De todas formas, valla a donde valla, él me encontrará.
Camino por las calles desiertas por la tormenta que esta cayendo, apretando el fino abrigo que robé sobre mí piel desnuda, cada paso me cuesta cada vez más y la sangre sigue corriendo a pesar del torniquete que hice hace una hora, creo que tengo una bala dentro.
Llegue a una estación de autobús, en cuanto el conductor no se dio cuenta cuando estaba centrado en comprobar los billetes, aproveché para subir por la parte trasera y sentarme en uno de los asientos traseros, los trayecto de noche eran los más vacíos y la gente no notaría mí presencia con un ambiente tan oscuro.
Me permito por unas horas dormir, estoy completamente agotada, mojada y fría, la huida no ha sido fácil, meses de planificación para poder ser libres, despierto abruptamente cuando el autobús se detiene en un control de carretera, la policía nos esta buscando.
"este es mí fin, hasta aquí llegue, al menos... lo intente."
Cierro los ojos esperando que la linterna del policía me alumbre, pero se detiene a mitad de camino con la llamada de un compañero.
Un poco de suerte a mí favor no esta mal. El autobús volvió a ponerse en marcha y reprimí un grito de dolor por la pierna que se me estaba durmiendo, una lágrima traicionera corría por mí mejilla mientras apretaba los labios.
Bajé en un pueblo cerca de la ciudad, no estaba segura de si estaban en mí casa y necesitaba ayuda urgente. Conocía este lugar de cuando era pequeña y sabía donde debía ir, caminé por las calles vacías hasta la clínica veterinaria a la que solía ir con mis padres y esperé escondida en el callejón a que llegara. No tardó mucho pues ya estaba amaneciendo.
- Carlo, Carlo - Él miraba hacia todos lados hasta que me vio escondida. Se señaló a sí mismo con el ceño fruncido intentando saber quien era, habían pasado años y no era la misma, pero esperaba que pudiera ayudarme, era él único que podía curarme.
-Soy yo, Anna.
-¿Anna?, ¿Eres tú?, ¿Qué haces aquí?
-Necesito ayuda, ahora, pero que nadie te vea. - Cuando se acercó me miró con más detenimiento y enseguida se apresuró a ayudarme cuando vio la sangre seca en mí pantalón- Creo que tengo una bala.
Eso fue lo último que dije antes de perder el conocimiento.