Capítulo 2-1

2015 Palabras
2 Sarah Mi tono de sorpresa y mi expresión horrorizada eran, claramente, una novedad para la mujer. Echó una mirada al ratoncillo, y luego a mí nuevamente. —Bueno, esto… porque estás aquí para el procesamiento y emparejamiento del Programa de Novias Interestelares. A veces hay mujeres que tardan más que otras en recuperarse de la prueba y pueden despertar sintiéndose… confundidas. Sin embargo, es usted la primera mujer que olvida la razón por la cual vino aquí. Encuentro su pregunta preocupante. ¿Se siente bien, señorita Mills? —Se volvió hacia el ratón—. Llama a los otros. Me parece que necesitamos repetir el encefalograma. —No necesito uno. —Me senté y luché contra las esposas, pero no podía moverme. Mi forcejeo hizo que las dos mujeres se quedasen rígidas sobre sus sillas, y continué—: Me siento bien. Creo que ella… —Abrí mi puño y apunté al ratón, quien se mordía su labio y apretaba el borde de la mesa—. Ha cometido un grave error. La guardiana Egara se mantuvo imperturbable mientras sus dedos se movían en todas direcciones sobre la tableta. Transcurrió un minuto, y luego otro. Alzó la mirada para verme. —Es Sarah Mills y se ha ofrecido voluntariamente para ser una novia en el Programa de Novias Interestelares. Estallé en risas. Probablemente era algo bueno estar atada. —Ni hablar. Soy la última persona que necesita estar con un hombre. Crecí con tres hermanos y un padre sobreprotector que estaban metidos hasta el cuello en mi vida personal. Eran endemoniadamente mandones y asustaban a cualquier chico de la Tierra que siquiera pensara en mí de alguna manera s****l. Sí que descubrí como mantener ciertas cosas en privado, incluyendo a los hombres, pero ojos que no ven, corazón que no siente. —¿Por qué motivo necesitaría un compañero? —No sería alguien de la Tierra. —Levantó la voz el ratoncillo. Girando la cabeza, la guardiana Egara fulminó al ratón con la mirada, y me sentí bastante impresionada. No conocía a muchas mujeres civiles que pudiesen dominar aquella mirada asesina. Sin embargo, la guardiana era toda una profesional. —¿Entonces por qué está aquí? La guardiana enfocó su atención en mí nuevamente y ladeó su cabeza como yo si fuese un enigma que estaba intentando resolver. —Ahora me pregunto dónde es aquí, pero me ofrecí voluntariamente para formar parte de los efectivos de la Tierra como soldado de la coalición. —Pero es mujer —contestó el ratón, con los ojos muy abiertos. Bajé mi mirada para contemplar mi cuerpo mientras respondía. Era fuerte, no esbelta. Mis huesos eran grandes, y había pasado casi tantas horas en la sala de pesas como los hombres de mi unidad. A pesar de todas las horas de entrenamiento, aún tenía curvas, suntuosas caderas y pechos grandes; y era imposible confundirme con un hombre. —Sí, mis hermanos se complacían en recordármelo. Pensé en ellos; dos ya se habían ido, y el otro estaba en el espacio luchando contra el Enjambre. En aquellos tiempos había detestado sus burlas, pero con John y Chris muertos, haría cualquier cosa —incluyendo luchar contra el Enjambre por mi cuenta— por tener a Seth fastidiándome. Seth aún estaba allí, en algún lado. Y yo le encontraría y le haría regresar a casa. Eso es lo que mi padre quería, lo que me había hecho prometerle antes de morir. —Pero no hay mujeres voluntarias. —El ratón se movía incómoda, su rodilla izquierda se agitaba como un subibaja. —Eso no es verdad —contestó la guardiana, con una voz nítida y enojada—. Este es tu segundo día en este trabajo, y por eso ignoras muchas cosas. Ha habido mujeres de la Tierra que se han ofrecido voluntariamente para luchar contra el Enjambre, aunque no han sido demasiadas. Señorita Mills, me parece que le debo una disculpa. —Gracias. Mis hombros se relajaron y sentía que podía respirar de nuevo. No quería ni necesitaba un compañero. No quería ir a Atlán. Quería y necesitaba ir a matar las cosas que habían matado a mis dos hermanos. Mi padre se revolvería en su tumba si abandonaba esta guerra y pretendía ser una mujer débil y asustadiza que necesitaba que un hombre cuidase de ella. No había sido criada de esta manera. Mi padre y mis hermanos se aseguraron de que supiese cómo cuidar de mí misma, y esperaban más de mí. —¿Cuándo partiré? Estoy lista para luchar contra el Enjambre. Sabía que la mayor parte de las mujeres racionales pensarían que había perdido la cabeza. ¿Quién rechazaría a una pareja perfecta, a un compañero que estaría total y completamente dedicado a mí por el resto de mi vida? ¿A un hombre fuerte que me daría hijos y un hogar, en vez de la batalla y, probablemente, la muerte? Supongo que yo. —Ha sido asignada a Atlán —aclaró—. Las pruebas han sido realizadas. Basándonos en su análisis psicológico y la examinación del programa de asignación, su pareja será elegida de entre los hombres solteros en el planeta Atlán. Allí las cosas se hacen de una manera un poco diferente... —No. Pero... —interrumpí, pero no había terminado. Suspiró y alzó su mano para detener cualquier argumento. —Será transportada a otro planeta sin su consentimiento. Presumo que no lo tengo. —No. No lo tiene —respondí, muy claramente—. No necesito un hombre alienígena, ningún... compañero diciéndome lo que tengo que hacer. —Tendrá un oficial superior, probablemente un hombre, diciéndole exactamente lo que deberá hacer durante los próximos dos años —replicó el ratón. Tenía razón, pero no le diría aquello. Además, había una enorme diferencia entre un compañero que, según las leyes de la coalición, estaría legalmente autorizado a darme órdenes por el resto de mi vida y un oficial superior que se marcharía luego de dos años. —Haré lo que sea necesario para encontrar a mi hermano. Es el único hermano que tengo que ha quedado con vida luego de esta batalla con el Enjambre. Le he hecho una promesa a mi padre y nada va a impedir que cumpla mi palabra. Las dos mujeres me observaron con los ojos abiertos, probablemente asombradas de mi vehemencia. No estaba de coña. Quería encontrar a Seth y quería matar tantos soldados del Enjambre como pudiese por haber matado a John y a Chris. El Enjambre no había matado a mi padre de verdad, peroel dolor por las muertes de mis hermanos ciertamente había contribuido a acabar con él. —Muy bien —replicó la guardiana, moviendo su dedo sobre la tableta, lo cual hizo que las correas me soltaran—. Dado que no tengo su consentimiento en cuanto a ser una novia, puede ir al centro de pruebas del Batallón Interestelar y comenzar su procesamiento para ser juramentada. Hablé mientras frotaba mis muñecas: —Entonces, ¿todo ha sido para nada? ¿Tengo que empezar allí desde cero? Suspiró. —Me temo que sí. Lo siento. —Mientras que todo este asunto del compañero esté aclarado, está bien. Me sentía mejor al conocer la razón detrás del sueño s****l. Por un minuto, me había preguntado si existía una mujer reprimida y pervertida que no reconocía ocultándose en mi cabeza. Fue un alivio saber que no era mi culpa. No había hecho nada para que aquellas imágenes sexuales salieran a flote. Me moví en la silla y puse mis pies sobre el frío suelo. Mis piernas estaban temblando, pero me negaba a pensar en la razón de aquello. ¿Por qué tener una pareja mandona era más aterrador para mí que luchar contra unos despiadados, inhumanos ciborgs alienígenas? Vale, para empezar, si un ciborg me hacía enfadar podía volarle la cabeza y marcharme. ¿Pero una pareja? Bueno, me haría enojar y tendría que quedarme con él por siempre, hirviendo como un volcán sin poder estallar... Y solo Dios sabía que tenía carácter. Me había metido en más de un lío. Pero eso también había salvado mi vida. Seth solía fastidiarme con eso, diciéndome que terminaría siendo inmortal solo porque era demasiado testaruda para morir. —La acompañaré personalmente hasta allá para garantizar que esta vez esté, efectivamente, en el lugar correcto —me dijo la guardiana, pero observando al ratoncillo avergonzado—. Y que todos los protocolos hayan sido cumplidos al pie de la letra. Le ofrecí al ratón una pequeña sonrisa. —No sea demasiado dura con ella —respondí—. Es nueva. Y tuve un sueño espléndido. Joder, ya lo creo que sí. Si el hombre al que habría sido asignada se parecía en algo al enorme y agresivo amante de mi sueño... Ese pensamiento hacía que mis pezones se endurecieran. La guardiana enarcó una ceja. —No es demasiado tarde para cambiar de opinión, señorita Mills. Debería saber que eso no ha sido un sueño, sino información del centro de procesamiento experimentada por otra novia durante su ceremonia de unión con un hombre de Atlán. —¿Información de procesamiento? La guardiana se ruborizó, sus mejillas se volvieron de un color rosa brillante mientras trataba de asimilar qué significaba aquello exactamente. —Sí. Cuando se les envía fuera de este mundo, a las novias se les implanta una unidad de procesamiento neuronal. Lo mismo con los soldados de la coalición. —Elevó su dedo y dio un golpecito sobre la huesuda prominencia sobre su sien, en el cráneo—. Le ayudará a aprender y adaptarse a todos los idiomas que existen en la Coalición Interestelar. —¿Podré hablarle a cualquier persona? —Sí. Pero eso no es todo. —Sus ojos se posaron en otro sitio, y luego volvieron hacia mí— Cuando una novia es reclamada por su pareja, la información sensorial, todo lo que ella ve, oye, y... siente —la guardiana se aclaró la garganta—, es grabado y usado para estimular mentalmente y procesar a las futuras novias con el fin de determinar su compatibilidad con los hombres y costumbres de ese planeta. Dios. —Entonces, no ha sido un sueño. ¿Estaba viviendo los recuerdos de otra persona? ¿Eso realmente sucedió? La guardiana sonrió. —Oh, sí. Exactamente como lo has experimentado. —¿A otra mujer? —Sí. Vaya. No tenía idea de qué hacer con ese conocimiento. ¿Significaba esto que todos los hombres de Atlán eran tan dominantes como el del sueño? Había hablado de una fiebre, una ira que solo yo —o la mujer del sueño— podía aliviar. ¿Quería decir que estaba ardiendo por ella? Si era así como se sentía un sueño, solo podía imaginar lo increíble que sería si fuese real. Dios, aquel hombre, no era como ningún hombre que hubiese conocido en la Tierra. Ese sueño había sido más excitante que cualquier experiencia que hubiese tenido al llevar a un hombre a la cama. Pero era un sueño, por lo menos para mí. No debía entretenerme con eso. Era un error. Solo lucharía con la coalición. Encontraría a Seth. No tenía tiempo para dejar que la lujuria me distrajese. Era lujuria pura e insensata. Pensaba en matar ciborgs, pero mis pezones aún estaban duros. Completamente inaceptable. Primero estaba el deber. Mi libido contenida tendría que esperar hasta que mi hermano estuviese a salvo en casa. Tenía que encontrarle, luchar junto a él, y terminar nuestros períodos de servicio. Entonces podríamos irnos a casa. Levanté la vista para encontrar a la guardiana observándome fijamente. —Aún puede cambiar de opinión, señorita Mills. Será asignada a un guerrero de Atlán. Será completamente suyo, con vuestros perfiles psicológicos y preferencias en armonía. Será totalmente fiel, leal y perfecto en todos los sentidos. Recordé las fuertes embestidas del m*****o del hombre, y la manera en la que había gemido y me había retorcido contra la pared mientras me tomaba. La poderosa tentación de ser querida, deseada hasta el punto de tener sexo salvaje, inundaba mi mente con anhelo. Podría tener eso. Podía tener uno de esos amantes fuertes y bruscos solo para mí... No. De ninguna manera. No dejaría que mis hormonas me convirtieran en una idiota. Tenía un plan, un propósito. Necesitaba encontrar a Seth. No necesitaba a un hombre ardiente con una polla masiva que me hiciera correrme al tomarme con fuerza solamente. Suspiré. ¿Lo necesitaba? No. Pero, ¿quería...? Joder. ¡Concéntrate! El deber primero. No sería débil. Solo me quedaba un hermano. Uno solo. —No quiero una pareja, guardiana. Simplemente necesito llegar a las líneas de fuego y luchar junto a mi hermano. Le he prometido a mi padre que lo cuidaría y me aseguraría de que volviese a casa.
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