Tristán Mi corbata está descentrada. Me enfrento al espejo y veo la tela a rayas verdes y blancas torcida como si la hubiera puesto un niño de doce años. Me hace preguntarme si Frederick sabe cómo anudar una corbata. Una imagen aparece en mi mente de nosotros parados frente a un espejo mientras le enseño cómo hacerlo. No puedo evitar sonreír ante la idea y la constatación de que el concepto me hace feliz. Respirando hondo, me obligo a concentrarme en ponerme presentable para otro día en la oficina. Es temprano, un poco después de las seis, y no he dormido. Esperaba que el bourbon ayudara en ese esfuerzo, pero no fue así. Mi teléfono estuvo en mi mano tanto como no lo estuvo durante toda la noche. Quería llamarla, suplicar mi caso, decirle que haría cualquier cosa para arreglar el dolor

