—Cállate de una vez, Maeva —dijo con dureza—. Si no te gusta esta vida, lárgate. Nadie te obliga a quedarte. Pero deja de quejarte, porque nadie tiene la culpa de lo que pasó. No pedimos esto, pero es lo que hay.
Sentí un nudo en la garganta. La rabia y la tristeza se entremezclaron en mi pecho, sofocándome.
—¡Pues me largaré! ¡Me iré bien lejos, donde no tenga que sentirme humillada! Yo no pedí nacer, ni pedí que nuestros padres murieran —escupí las palabras con toda la ira contenida.
Sin esperar respuesta, corrí a mi habitación y cerré la puerta de golpe. Me dejé caer en la cama con cuidado de no quedar ensaltada en uno de los esprines que sobrelalen, con los ojos llenos de lágrimas me arrope con mi manta favorita de hace diez años. Me quedé despierta hasta tarde, mirando el techo, sintiéndome sola, incomprendida. No había desayunado, no había comido y por lo visto me dormiría sin cenar ni siquiera un trozo de pan. Eventualmente, el cansancio me venció.
Cuando desperté al otro dia, la casa estaba vacía. Dafne se había ido al trabajo y, al parecer, se había llevado a Bastien. Sobre la mesa de la cocina solo quedaba una nota suya:
Haz lo que tengas que hacer y déjate de niñerías. Ya hoy eres una adulta.
Las lágrimas volvieron a mis ojos, pero no las dejé caer. Me limpié la cara con la manga de mi blusa y tomé aire. Si ya era una adulta, entonces lo haría.
Me comportaría como una adulta. Me levanté y, con el corazón pesado, decidí volver a la mansión del viejo Benoit. Era mejor limpiar su maldita casa que quedarme en la mía, sintiéndome una carga.
Él parece que había salido, porque llamé y nadie respondió. Tal vez se fue a los mandados, porque pensó que no volvería. Cuando él regrese le pediré disculpas.
Empecé limpiando la cocina, no sé porque este hombre solitario y viudo come tanta carne. Siempre encuentro huesos enteros de muslos de vaca, dinero le sobra y aún así es tan tacaño. Termino de lavar los trastes, tallo el piso y sigo.
Limpio toda la casa y en ese transcurso me puse a pensar que iba a comprarme para mí cumpleaños además de ropa interior, decidí dejar este trabajo e irme a la capital. Allá talvez podría conseguir un trabajo como camarera dónde me paguen mejor. Le mandaría a mi hermana dinero para mi hermanito. Ese si no tiene la culpa de nada. Menos de mis desgracias.
Voy a entrar para limpiar el estudio y noto que el paquete que había buscado el día anterior estaba en el vestíbulo, sobre una mesa de mármol. Al acercarme, noté que había cartas envejecidas, algunas con sellos de cera que parecían tan antiguos como la propia mansión. Lo tomé con cuidado, sabiendo que cada objeto en esta casa tenía una historia que contar.
Mientras llevaba el paquete al despacho, me detuve ante una estantería llena de libros antiguos. Me encantaba la lectura; siempre había sido mi refugio. Mis dedos recorrieron los lomos desgastados, sintiendo una conexión con esos libros que guardaban historias de mundos lejanos y criaturas fantásticas.
Un título me llamó la atención: "LICÁN". Sin pensarlo, lo saqué de la estantería y me senté en una silla cercana.
Comencé a leer, sumergiéndome en la historia de un reino olvidado y un poder antiguo que solo podía ser activado por alguien de sangre pura. A medida que la trama se desarrollaba, mi mente se llenaba de imágenes vibrantes. Todo el estrés del día se desvanecía mientras me transportaba a un mundo donde la magia era real y los héroes luchaban por su destino.
Por un momento deseé ser alguna princesa y un príncipe azul venía a rescatarme. Tendría deliciosa comida y una cama cómoda dónde recostar mi cabeza sin preocuparme si el agua está muy fría para bañarme.
Eso me alentó para salir en busca de un futuro mejor, me siento sobre la silla del señor Benoit, tomo pluma y papel y le escribo mi carta de renuncia.
Cuando terminé la dejé sobre su escritorio, le daba las gracias por todo y me disculpé por mi actitud del día pasado. Le dije que me iría a la ciudad en busca de un futuro mejor, que limpié todo y tomaría un libro como pago y como regalo de cumpleaños.
Sin embargo, un destello en la estantería superior me distrajo. Miré hacia arriba y vi un libro polvoriento que parecía brillar de manera extraña. La curiosidad me llevó a tomar la decisión de alcanzarlo.
Subí a una silla y, con un ligero esfuerzo, logré sacarlo de su lugar. Al abrirlo, una vibración recorrió mis manos. La sensación era extraña, casi como si el libro estuviera vivo. El título era "Puerta". En la portada tiene unas cadenas y una especie de candado antiguo, pero solo con rozar mis dedos sobre él, se abrió solo.
Cuando pasé la primera página, las palabras estaban en algún idioma extraño, tiene muchos símbolos y muchos dibujos de lobos, debe ser alguna interesante, días atrás había visto una especie de diccionario con estos símbolos así que rebusco sobre el escritorio y lo encuentro.
Comencé a recitar el libro guiandome del diccionario en mi otra mano, caminando en círculos en el despacho, no tengo idea de que estoy diciendo, pero es divertido, de repente una serie de símbolos comenzaron a brillar débilmente, como si la tinta cobrara vida ante mis ojos. Parpadeé, sorprendida.
—¿Qué mierdas?
Antes de que pudiera reaccionar, un fuerte viento comenzó a soplar a mi alrededor. Las páginas del libro se movieron por sí solas, llevándome a una especie de trance. Intenté sostener el libro, pero algo más empezó a suceder.
Un resplandor brillante que sale del libro llenó la habitación, primero suave, pero luego intensificándose hasta que apenas podía ver. Sentí que mis pies se despegaban del suelo; la gravedad ya no parecía tener poder sobre mí. El aire se volvió denso, como si algo estuviera rompiendo las barreras entre dos mundos.
Y tuve miedo.
Quise gritar, pero mi voz se perdió en el viento. La figura de la mansión comenzó a desvanecerse, dejando solo oscuridad a mi alrededor. El suelo desapareció bajo mis pies, y un pensamiento aterrador cruzó mi mente:
“¿Que demonios?” —pensé.
Antes de que pudiera comprender lo que sucedía, una fuerza invisible me arrastró a través de un portal. Desaparecí, tragada por la luz.