El teléfono timbraba insistente. Apenas amanecía y Marcela contempló no contestar. Para evitar dolores de cabeza, prefería dormir a oscuras y con las cortinas tapando toda la ventana que daba a un bonito jardín trasero, por lo que manoteó buscando el aparato. Al ver la pantalla se sentó veloz.
—¿Sofí? ¿Todo bien? —interrogó preocupada, todavía somnolienta.
Sofía solía llamarle solo cuando era necesario y nunca lo hacía tan temprano.
—Sí, todo bien por acá —comentó su amiga, sonando calmada—. Te llamaba porque ayer contacté al médico, le platiqué que te encontrabas de viaje y me dijo que podías tomar unas pastillas que son mejores que las anteriores. Te pasaré el teléfono de un colega suyo que vive allá, él te las dará. —Cambió el tono de voz a uno más afable—. Querida, debes estar pasá
