El trabajo en la productora se desbordaba y Maximiliano tenía un leve presentimiento de que detrás de aquello estaba su jefa, quien lo llenaba de pendientes para lograr que se hartara y presentara su renuncia. Comía en su oficina y salía más tarde de lo que su horario marcaba, pero se convenció de que no iba a darle el gusto de verlo derrotado. Luego de un día estresante se sentía cansado y decidió relajarse un momento. La silla giratoria era muy cómoda y echó la cabeza para atrás, cerró los ojos y dejó de pensar en lo que le faltaba por hacer, pero de pronto Sofía interrumpió sin antes tocar. —¿Estás bien? —le preguntó al verlo con los ojos enrojecidos—. Tal vez necesitas lentes. —Es posible. Iré al médico en cuanto tenga tiempo de ver la luz del día —rio de forma sarcástica—. ¿En qué

