Arribaron a Madrid a las tres con veintisiete minutos. Hacía calor, pero el saberse extranjero lo maravilló tanto que ignoró el mal clima. Algunas mujeres que pasaban a su lado lo observaban con evidente interés. Tal vez por sus rasgos latinos, o esa piel morena tan lozana, o su misma presencia… Fuera lo que fuera, lo hacía sentirse orgulloso e intimidado al mismo tiempo. Salieron del aeropuerto y abordaron el servicio de traslado que los llevaría hasta el hotel que se situaba a pocos minutos. Él quiso cargar la maleta de Marcela, pero esta se negó, alegando que era capaz de arrastrarla. En el transcurso del camino su jefa se dispuso a responder el montón de mensajes que se acumularon en su celular mientras estuvo sin señal, y no le prestó atención hasta que el taxi se detuvo, lo que sirv

