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801 Palabras
No les conté a mis padres que había conseguido el trabajo por puro nepotismo, preferirí que creyeran que era mi talento innato y que evidentemente cualquier empresa querría contratarme, de igual manera las preguntas que me habían hecho los entrevistadores eran muy estúpidas; si Brandon era el jefe de Recursos Humanos se notaba que no estaba muy bien preparado. —Me alegro mucho—comentó mi madre feliz—primer entrevista a la que vas y ya tienes el trabajo, mi hija es una genia. —Si—apoyó mi padre—siempre creí que ibas a ser una desempleada cuando decidiste estudiar algo de humanidades pero por suerte me equivoqué. —Yo siempre confíe en ti—dijo Pierre muy seguro de sí mismo. —Sé que mantenías las esperanzas con tal de estar con los abuelos y que te compren tu dosis diaria de chocolates y galletas. —Quizás, compran mucho y ya estoy traficando—lo miré mal—las golosinas mamá, obvio. —A mí me gusta aue los abuelos me dejan ver tele todo el día—agrego Kailan—y jugar videojuegos, además la abuela me hace las tareas—miré a mis padres entre divertida y molesta. Cuando los niños se fueron a dormir, incluida la pequela Cristina que finalmente había dejado de tomar pecho por decisión propia y adoptado la fórmula con gusto decidí espiar la vida de mi amigo Brandon a ver que había sido de él. Coloqué su nombre en el buscador: «Brandon Kavan», me quedé helada... «Dueño de la empresa Valot, accionista de Gimi Technology, Zfs IA, Molinares S.A...» y la lista seguía. Y allí estaban las fotos del que una vez fue mi mejor amigo. Salía paseando por el mundo: Bali, Brasil, Colombia, Francia, Italia, Grecia, España, Portugal y más; presumiendo los mejores autos, con personalidades influyentes, era todo un magnate. No me sorprendía porque siempre fue muy listo y sus padres tenían mucho dinero pero si era impresionante el hecho de todo lo que había logrado en tan poco tiempo, aún era bastante joven. Me fui a dormir, estaba tan cansada por el viaje y la nueva rutina que caí rendida. Me desperté de un brinco y corrí a bañarme. Con alistar a los niños, llevarlos a la escuela, hacer desayuno y prepararles merienda ni me dio tiempo de peinarme. Me iba viendo la cara en el teléfono y por suerte me dio tiempo de quitarme una legaña antes de llegar al trabajo. En Valot una mujer me dejó en una oficina y me dijo que esperará al jefe, «de acuerdo» asentí amablemente ella se me quedó viendo un rato y luego comentó: —No entiendo porque Brandon decidió contratarte, no eres para nada su tipo. —Tal vez sintió lástima—dije sonriendo, ella frunció el ceño—da igual. La mujer salió del lugar, era una oficina gigante toda pulcritud con vistas a la ciudad. Madera barnizada, silla de cuero reclinable, sillones. Di vueltas por todos lados sin saber que hacer. De repente la puerta se abrió, tras ella apreció el excelso Brandon Kavan que se me quedó viendo con cierto impacto. —¿Qué haces aquí? —Una señora me trajo. —Nadie entra a mi oficina sin permiso—gruñó—¿no te dijeron? —No, no sé nada ni que tengo que hacer en este trabajo—el me miró como si estuviera lidiando con una niñita tonta. —Aprenderás—asentí en silencio—los de recursos humanos dicen que tus respuestas fueron muy raras. —Si y sus preguntas muy cuestionables—comenté segura. —¿Qué es eso de qué eres anarcofeminista? —Pues lo soy pero no creo que venga al caso. —¿Por qué no te peinas?—dijo indagandome con la mirada—y deja de vestir de n***o. —No me dio tiempo de peinarme y no voy a dejar de vestir de n***o, mi esposo murió y estoy de luto—él pareció sorprendido ante mis palabras. —Lo siento mucho, Serina—dijo con sinceridad. —Gracias Brandon. —Así que lo elegiste a él—lo miré mal—¿Cómo era? —Era estupendo—comenté con sinceridad—una persona honesta, buena, leal, dulce, muy cariñoso y servicial. Siempre lo voy a amar aunque ya no esté conmigo—me llevé la mano al dije de corazón, el observó el gesto detenidamente. —Ve a traerme un café y a imprimir unas copias—acto seguido se tiro en su silla de cuero acolchado y me miró como si yo fuera una vagabunda—andando Serina, sé que hablas mucho si te dan cuerda. Concéntrate. —A la orden, capitán—dije saliendo de la estancia a toda prisa.
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