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799 Palabras
Nunca fui una persona demasiado sociable, así que cuando Carl falleció no tuve amigos ni amigas que me consolaran. Mi madre me protegió es esas circunstancias terribles y me ayudó a sobrellevar la carga de la maternidad, porque recién estaba mediando la depresión post-parto cuando Carl partió. En realidad solo tuve un amigo, hace muchos años un chico bastante agradable que era el único que era amable conmigo en la secundaria. Yo había obtenido una beca para estudiar en el colegio más caro de la ciudad algo que mis papás jamás hubieran podido pagar pero fue gracias a que gané un concurso de ensayística que me dieron esa oportunidad. Se llamaba Brandon Kavan, recuerdo que era el único que parecía agradado con mi sentido del humor neurodivergente. Siempre almorzabamos juntos y hablábamos de la vida, él me contaba como era todo en la alta sociedad y yo como era la clase media-baja. A veces me regalaba cosas pero yo le decía que no podía aceptarlas porque no era lo correcto. Siempre creí que él estaba enamorado de Alyna Glissa, que era una chica hermosa, adinerada y amable. En tercer año habían ido juntos al baile y nombrados reyes del baile, Brandon me había dicho que fuera con él pero no quise porque sentía que era por mera lástima además nisiquiera tenía un vestido, hubiera ido con algo de la ropa de las pacas y seguramente me hubieran hecho bullying eternamente. Nunca noté las señales hasta que él me lo dijo: confesó que yo le gustaba e intentó obsequiarme un collar con un zafiro, asustada ante tal derroche le dije que aunque yo lo quería muchísimo no podía aceptar eso. Él reaccionó mal: —Una pobre como tú debería arrastrarse por un regalo así y por ser pretendida con un hombre como yo. La vergüenza me recorrió entera y se me humedecieron los ojos:—No, el amor no se compra y menos con humillaciones. Eres una persona estupenda, sé que lo dijiste porque estas molesto pero no vuelvas a hablarme así o dejaremos de ser amigos. Recuerdo que él se disculpo, parecía bastante sincero pero yo quedé resentida por sus palabras. En algún momento se volvió a insinuar pero ya mi corazón no estaba seguro con él, me daba miedo que se volviera a burlar de mi condición económica así que me defendí con el rechazo: —No creo que quieras estar con una miserable como yo, piénsalo una mujer de mi calaña lo único que haría sería aprovecharse de ti e intentar robarse toda tu plata. —Lo que dije la vez pasada fue una tontería, por favor olvídalo. Pero no lo olvidé, era demasiado joven y a esa edad todas las cosas, incluidas las palabras, se sienten y afectan más. Su comentario se volvió en mi inseguridad, me hirió emocionalmente y me volvió hostil e insegura. La amistad se disolvió en cuando salimos de la secundaria y jamás volví a saber nada de él, supuse que era mejor así. Mi madre llevaba un par de meses quedándose conmigo, papá iba de vez en cuando y llevaba comida. Los niños ya estaban mejor: los mayores seguían con su existencia y la bebé nisiquiera estaba enterada. Yo en cambio me había estancado, no tenía empleo y no había día en que el dolor no me consumiera, estaba destruida. —Cariño—dijo mi madre acariciando mi cabello—ya pasó casi un año, pronto será el cumpleaños de la pequeñina de la casa, el seguro de Carl es bueno pero hay gastos que no cubre... —¿Qué estás insinuando?—respondí a la defensiva. —Que debes continuar con tu vida o al menos intentarlo, yo estaré aquí, tu papá y yo te apoyaremos... Siempre vamos a ayudarte con los niños, engrandecen nuestra existencia no debes preocuparte por niñeras pero tu debes continuar. —No sé cómo mamá, cada vez que pienso en él me duele el pecho y me siento a morir. No creo que pueda olvidarla tan fácilmente. —Mi niña—murmuró ella abrazándome—no lo olvidarás, su recuerdo siempre estará presente. Aprenderás a vivir con ello y cada vez que desentierres un poco el dolor estará allí es algo perenne. Yo perdí a mi mamá a los diecisiete y aún la lloro, la extraño... Pero hay que seguir adelante. —No sé que hacer, tengo el cerebro nublado, me cuesta pensar... Siento que me he vuelto torpe con la maternidad y el duelo la depresión ha podido conmigo. —Eres inteligente, eres la chica más lista que conozco. Vas a empezar por ir al gimnasio y luego de que la princesa de la casa cumpla un añito comenzarás a buscar trabajo. No estas sola—nuevamente me abrazó—y jamás lo estarás.
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