NARRA LEYLA HAWTHORNE
No necesitamos hacer maletas, recoger cosas para llevarlas a nuestra verdadera casa, o algo parecido. Así como habíamos decidido regresar, así mismo cerramos la cabaña, nos subimos al coche y partimos con rumbo a Glasgow.
El viaje era silencioso y, de vez en vez, sentía su mirada sobre mí. Sabía que quería hablarme, pero yo no quería dirigirle la palabra. Estaba muy enfadada con él, ya que, aparte de sentirme engañada, me sentía utilizada; tanto por él, como por su tonta familia que se creía con el derecho de inmiscuirse en nuestros asuntos, como si fuéramos unos niños.
Yo no recordaba muy bien cómo era ese asunto de tener un título nobiliario, pero sí sabía más o menos que dichas personas debían seguir un tipo de vida muy distinto al de una persona normal. Por lo
