Capítulo12

2661 Palabras
AITANA Cuando llegamos, el club ya estaba lleno. Había como mil guardias esperando para escoltar a Elijah y a su séquito dentro del lugar. Jeff y otro de los guardias personales de Elijah, Flynn, se habían reunido con nosotros en el hotel, y en el camino logramos acumular a varios otros tipos enormes, vestidos de cuero y con tatuajes. No tenía idea de si eran amigos de Elijah o sus guardaespaldas, o ambas cosas. Él me ofreció su mano y yo me aferré a ella con las dos mías, sin hacer preguntas, solo tratando de asimilar todo. El club estaba en un edificio viejo pero renovado, con piedra centenaria por fuera y vidrio y acero por dentro. Entramos por el vestíbulo del edificio contiguo, por la entrada del personal del bar. A través de la pared de vidrio que daba al bar podía escuchar 99 Problems de Hugo retumbando, y noté que estaba bastante oscuro, con gente amontonada al menos tres filas de profundidad frente a las dos largas barras. Sobre el escenario, un fondo iluminado mostraba la imagen de la portada del álbum solista de Elijah, Sunday Morning (Domingo por la mañana): un par de botas de cuero sucias, tiradas en el suelo junto a lo que era claramente la cama de una mujer. Había un montón de personas esperando para hablar con Elijah en el angosto pasillo del personal. Él conversó con algunos brevemente, pero no me presentó. Me quedé atrás con Flynn, que parecía vigilarme de cerca, aunque Elijah nunca soltó mi mano. Hasta ahora, era una cita bastante elegante. Solo esperaba no decepcionarlo. No tenía idea de qué hacer o decir frente a toda esa gente, así que simplemente sonreí —lo suficiente para parecer feliz de estar ahí, pero no tanto como para parecer una loca—. En cuanto Elijah terminó de hablar, Jeff dio la señal y los guardias nos llevaron por una escalera hasta el salón VIP. Lo cual fue genial, porque nunca había sido una VIP antes. Me tomó varios segundos acostumbrarme a la oscuridad. Había velas encendidas en tazones de vidrio sobre mesas bajas con asientos acolchados color rojo sangre agrupados alrededor. Una red de diminutas luces, como estrellas, cubría el techo. El salón estaba rodeado por tres lados con una pared baja y una barandilla que daban vista al piso del club abajo y ofrecían una vista increíble del escenario. Dos pantallas gigantes, una en cada extremo, reproducían el video del primer sencillo del álbum Sunday Morning, Come Lately (Llega tarde), que era en su mayoría imágenes de Elijah tocando la canción en un campo vacío, con el cabello agitándose alrededor de su rostro mientras tocaba la guitarra con tanta fuerza que el sudor le corría por el cuerpo… lo cual, si me preguntaban, era todo lo que realmente necesitaba un video. Aparté la vista de la enorme imagen de Elijah para seguirlo a través del oscuro salón. Fuimos directo a un gran reservado en el centro con varias mesas dentro. Ya había mucha gente ahí. En su mayoría hombres. Reconocí de inmediato a los compañeros de banda de Elijah, Zander y Daniel, y a su atractivo mánager, Ryder, quien se levantó al vernos llegar. Busqué con la mirada, pero no vi a Elise. —Hola, hermano —saludó Ryder a Elijah, pero sus ojos estaban puestos en mí. Una sonrisa se extendió por su rostro. Me pregunté si ya sabía sobre la propuesta que Elijah me había hecho, lo cual era algo embarazoso, pero tendría que lidiar con eso.—Aitana. Qué gusto verte de nuevo. Me tomó la mano, aunque Elijah nunca soltó la otra. —Igualmente —dije. Daniel fue el siguiente en saludarnos. Me sacaba casi una cabeza y apartó su cabello castaño rojizo de sus ojos verdes cuando Elijah nos presentó. Luego el enorme baterista me dedicó una gran sonrisa y me abrazó rápido. Gracias a Dios esta vez llevaba jeans. Cuando lo conocí en la filmación del video, llevaba su falda escocesa, y había puesto un pie sobre el sofá mientras hablaba conmigo, mostrando tanto muslo musculoso que casi me atraganto con mi agua. Zander fue el siguiente, saludó a Elijah y me miró de arriba abajo. Notó mi mano en la de Elijah y alzó las cejas rubias. —¿De dónde mierda te conozco? —dijo, y su tono estaba tan cargado de insinuación que juraría que por un momento pensó que me había acostado con él en alguna noche lejana y borracha que no recordaba. Daniel se inclinó y le dijo algo al oído que no pude escuchar. La música había subido de volumen y Your Touch de The Black Keys empezaba a sonar. Los ojos azul hielo de Zander se arrugaron mientras estallaba en carcajadas. —Estás jodiendo. ¿La chica del video? —Atrajo a Elijah en un abrazo de un solo brazo, pecho contra pecho, y luego echó la cabeza hacia atrás, mostrando los dientes blancos mientras reía de nuevo.—Mieeeerda, hermano. Ya estaba sonrojada para ese momento, pero por suerte la tenue iluminación del lugar probablemente lo ocultaba. Lo cual era bueno, porque iba a pasarme la noche sonrojándome. Elijah le dio una palmada a Zander en la mejilla. Zander no dejó de sonreírme. Luego pasó un brazo alrededor de Ximena, que había aparecido —para mi deleite—. Ximena puso los ojos en blanco, se encogió de hombros y me abrazó. —¡Aitana! —Miró mi mano en la de Elijah, luego a él, con una expresión curiosa y luego acusadora.—¿Qué carajos hiciste? —Nada —dijo Elijah, y me guiñó un ojo. Claro. Nada. Excepto enviarme una supuesta foto de su pene. Mierda. ¿En serio íbamos a seguir con esa historia? Observé, impotente, cómo Elijah empezaba a ser absorbido por la multitud creciente que buscaba su atención. Veinticuatro horas antes, si alguien me hubiera dicho que me sentiría menos nerviosa estando junto a Elijah Colton, habría pensado que estaba drogado. Pero ahora no quería soltarlo. Aun así, tuvo un gesto muy dulce: me miró a los ojos, me dijo que volvería, y besó mi mano antes de dejarme. Por suerte, Ximena estaba ahí para rescatarme. Amaba a esta mujer, carajo. También se veía espectacular esa noche, con su pequeño vestido n***o que resaltaba su piel morena impecable y su cabello oscuro suelto alrededor de su hermoso rostro. Probablemente por eso Zander seguía intentando pasarle el brazo por los hombros. Ella lo esquivaba, aunque parecía un juego entre ellos. Me pregunté cómo mantenía la cordura rodeada de tantos hombres atractivos. ¿Se acostaba con alguno de ellos? ¿Eran ella y Zander amantes? No podía saberlo. Pero lo ignoró mientras me presentaba en un torbellino a lo que llamó los VVIPs (los “Very Very Important People”). Además de Daniel y Zander, estaba el amigo de Daniel, Nathan, que me dijo que lo llamara Ash. Tenía ese estilo punk-mezclado-con-surfista, con su cabello n***o azabache, ojos azules intensos y varios piercings. Y era increíblemente atractivo. ¿Qué era lo que pasaba con estos tipos y sus amigos? ¿Acaso había que ser un diez perfecto —mínimo— para estar en este grupo? Luego me presentó a los miembros de la banda solista de Elijah, y mis nervios se calmaron un poco. Finalmente, estos tipos sí eran de mi planeta. Aunque ninguno podía considerarse feo, tampoco eran los responsables de causar accidentes en la calle, y eso ya era algo bueno. Me dijeron que Rafael tocaba la guitarra rítmica y varios otros instrumentos; también había coescrito un par de canciones con Elijah para el álbum. Letty era la bajista y Pepper estaba en la batería. Pepper y Ash tocaban juntos en una banda de rock alternativo llamada Penny Pushers, que a menudo abría los conciertos de Dirty. Y, después de charlar con los miembros del proyecto solista de Elijah, reírme con ellos y disfrutar la primera pinta de cerveza que Pepper me dio, decidí que eran bastante jodidamente geniales por sí mismos. ¿Qué era lo que hacía tan irresistibles a los músicos de rock? ¿Esa vibra de chico rebelde y despreocupado? ¿Los jeans ajustados y el cuero? Sí. Eso. Y mientras me empapaba del ambiente, me di cuenta de que no era solo su aspecto o su forma de vestir, ni siquiera el atractivo s****l evidente, sino esa energía masculina cruda y eléctrica. Esa forma descarada de ocupar espacio, de sentarse con las piernas abiertas, de reír a carcajadas mostrando los dientes. Usaban anillos grandes y pesados, tenían tatuajes, y Zander incluso llevaba un toque de delineador, lo que hacía que sus ojos árticos se vieran aún más azules. Sin mencionar que todos hablaban al mismo tiempo. De vez en cuando Ximena ponía los ojos en blanco y les decía que se callaran, pero apenas surtía efecto. Después de un rato, Elijah volvió a buscarme y me llevó a posar para algunas fotos con él. Me presentó con casi todos con los que hablaba, a veces solo como Aitana, y en algunos casos como “mi novia, Aitana”, lo cual no me molestaba, aunque todos empezaban a mezclarse en un mismo borrón de belleza y rock and roll. Tal vez era la cerveza. O más bien, los nervios. Solo esperaba que nadie me hiciera un examen sobre todos esos nombres después. Solo tenía que parecer que sabía lo que hacía, ¿cierto? Porque si alguien me pedía una declaración, estaba segura de que me quedaría muda. Ya me sentía mareada con la abrumadora cantidad de gente. Y entonces, en medio de todo, encontré un pequeño respiro: una viejecita diminuta a la que ni siquiera había notado al principio. Estaba bebiendo cerveza tranquilamente de un vaso de pinta cuando Ximena me dejó junto a ella en uno de los sillones aterciopelados, presentándomela simplemente como “la abuela Dolly”. —Ella es mi amiga, Aitana —dijo Ximena, lo cual me pareció súper amable.—Está aquí con Elijah esta noche. —Qué lindo —dijo Dolly con voz amable y me apretó la mano. Parecía tan frágil que podría desvanecerse si le soplabas, y su piel era suave, como terciopelo arrugado, pero su apretón era fuerte. Llevaba pantalones azul celeste y un suéter con una nota musical brillante, adornada con pedrería azul. Su cabello blanco estaba peinado en ondas pegadas a la cabeza, igual que seguramente lo había usado durante décadas. Era adorable. —¿Eres la abuela de Elijah? —le pregunté. —Ah, mi Elijah. Es un chico especial —dijo, con sus ojos azul pálido llenos de ternura.—Aunque no es realmente mío, querida. Zander es mi nieto. Conocí a Elijah cuando tenía ocho años, cuando los chicos iban juntos a la escuela. Justo entonces Elijah se acercó para saludarla, y Dolly levantó su vaso para brindar. Toqué el borde del mío contra el suyo. —Por Elijah y su maravilloso nuevo álbum —dijo con su vocecita rasposa. Todos los demás en la mesa —Zander, Daniel y Ash, Ximena, y ahora Ryder y Jeff, que habían llegado con Elijah— guardaron silencio, levantaron sus vasos y botellas siguiendo el brindis de Dolly.—Es encantador, querido. Zander me lo puso esta tarde. —Gracias, Dolly —dijo Elijah. —Sabía que todavía tenías más canciones de amor dentro de ti —alcancé a oír que le decía ella, justo cuando él se inclinó para besarle la frente. Cuando Elijah se apartó para hablar con Jeff, me incliné hacia ella y le dije: —Parece que le tienes mucho cariño. Ella asintió y me dio una palmadita en la mano. —Él y su hermana pasaron mucho tiempo en mi casa cuando eran niños, y cuando su madre murió, me hice cargo de Jessica. —No lo sabía —Elijah me había contado que su padre se había ido, pero no sabía que su mamá había muerto—. ¿Cuándo pasó eso? —Oh, Elijah tenía unos veinte años, y Jessica solo dieciséis. Pero pasaban tanto tiempo en mi casa incluso antes de que su madre enfermara, que sentía que eran de mi propia sangre. Aún lo siento así —miró a Elijah con ternura—. Es una pena que Jessica no esté aquí esta noche. —Debieron ser niños adorables. —Oh, sí. Pero no creerías las condiciones en que a veces llegaban. Sucios, sin haber comido en todo el día. Solía preparar comida extra por si aparecían a la hora de la cena, y con los años, casi siempre lo hacían. Elijah hacía lo que podía para cuidar de Jessica, pero él también era solo un niño. Tenía trabajo desde los trece para ayudar en casa, pero no me gustaba que Jessica se quedara sola, así que le dije: “Tráela cuando necesites. Vas a trabajar, tráela.” Y eso hacía. Wow. Miré hacia Elijah. Estaba sumido en conversación con Jeff y Ryder, y al imaginarlo de niño, sin padre, con una madre enferma y llevando a su hermanita a casa de la abuela de Zander para que comiera, lo vi de una forma completamente distinta. Quizás era una tonta, pero juraría que era la primera vez que realmente lo veía como un ser humano. —Eso es increíble, Dolly —le sonreí, deseando un poco haber conocido a mi propia abuela. Las mías habían muerto antes de que yo naciera—. Tuvieron mucha suerte de tenerte. —Bueno, hice lo que pude. No teníamos mucho más que ellos, pero mis nietos siempre vivieron mejor —su mirada amable se alzó hacia Zander, que justo entonces estaba de pie frente a nosotros, apretando el trasero de una rubia en un vestido metálico ajustado. Dolly negó con la cabeza. —Fueron un caso serio. Ximena me dio un codazo mientras se inclinaba, habiendo captado la conversación. —Imagina a estos tipos como adolescentes calientes y te harás una idea. —Ni te imaginas la mitad, jovencita —dijo Dolly—. Las canciones que inventaban en mi garaje. Oh, el escándalo que hacían. Este con su vocecita chillona. —Me están zumbando los oídos —dijo Zander dejándose caer en el sillón frente a nosotras, con la rubia pegada a su costado. —Siempre has sido la boca sucia de esta banda —le dijo Dolly con tono juguetón pero orgulloso. —Eso es un hecho —intervino Ryder, uniéndose a la conversación. —Y yo siempre he sido su cara bonita —añadió Zander con una sonrisa enorme. —Y yo siempre he dicho que Elise es el corazón de todos ustedes —dijo Dolly con naturalidad—. Es raro estar todos juntos sin ella. —Sí que lo es —asintió Zander. Crucé la mirada con Elijah. No estaba segura de cómo tomar lo que Dolly había dicho, aunque en el fondo me aliviaba que Elise no estuviera allí. Él bebió de su cerveza, sin apartar los ojos de los míos. —Pero mi Elijah —dijo Dolly—, tú siempre has sido el alma de Dirty. —Gracias, Dolly —respondió él. —Brindo por eso —dijo Ryder alzando su vaso—. Por Elijah, y por un nuevo álbum increíble. Con alma. Todos brindamos por Elijah una vez más y bebimos. —¿Y eso qué me hace a mí, Doll? —preguntó Daniel, el enorme baterista, arqueando las cejas—. ¿El cerebro de la banda? —Creo que quisiste decir músculo —dijo Ximena. —Ay, cariño —dijo Dolly, dando un trago a su cerveza—. Todo el mundo sabe que tú eres las bolas de la banda. Daniel se atragantó con su cerveza. Los demás estallaron en carcajadas. Zander se rió tanto que se cayó del sillón, casi arrastrando a la rubia con él.
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