Capítulo 1

2707 Palabras
AITANA No quise irrumpir en la reunión. Tenía toda la intención de tocar antes de entrar, como una persona civilizada. Max tenía otros planes. Por un lado, era un perro, y por otro, sabía que íbamos a visitar a mi mejor amiga, Cami. Cami era una bomba, y a Max le encantaban las chicas guapas. Con solo un vistazo a la puerta de su oficina, que estaba entreabierta, él se lanzó más allá del escritorio, moviendo su gran cola mojada, asustando a un par de compañeros de Cami. —¡Ahí voy! —exclamé, lanzándome tras él, pero ya había empujado la puerta con su cadera. Cuando lo alcancé, mi labrador n***o estaba sacudiéndose el pelo empapado por la lluvia con un frenesí de emoción, rociando a Cami y a las otras tres personas que estaban en su oficina. Intenté agarrar su collar frenéticamente. Fallé. Quedándome torpemente en el umbral, sujeté la lata de mini pasteles que había estado desempacando en el vestíbulo y le hice un gesto de lo siento a mi BFF. —¡Hola, Aitana! —Cami sonrió ampliamente, acariciando las orejas de Max con un golpe amistoso—. ¡Max! Estás mojado. —Me lanzó una mirada que decía algo como: Qué gusto verte, pero ¿qué demonios? —Eh… hola —dije. Cami era agente de talentos; su agencia representaba modelos y actores, así que estaba acostumbrada a encontrarme con gente hermosa en su oficina. Aunque no solía interrumpir sus reuniones con mi perro, empapada y despeinada, con mis jeans manchados de pintura—. Perdón por mi perro. Vamos, Max. —Le di a Max la mirada de “ven aquí, peludo”, una mirada que él conocía bien pero ignoró por completo, ya que Cami y su invitada bonita lo estaban adorando. —No hay problema. Estábamos terminando —Cami hizo un gesto para que me quedara, aunque yo solo quería agarrar a mi perro travieso y salir de ahí. Me sentía ridículamente conspicua con mi top blanco, que había empezado a arrepentirme de usar apenas dos segundos después de que comenzó a llover. Mientras Cami terminaba con sus invitados, hice un balance. Sí. Mi sujetador morado totalmente visible a través de mi top ahora transparente. Genial. Cami estrechaba la mano del tipo fornido con camisa de manga corta, y noté algunos tatuajes en su brazo musculoso, pero eso era todo. Mi atención ya se había dirigido al otro hombre cuando una parte inconsciente y primitiva de mí registró su atractivo antes de que el resto de mí pudiera ponerse al día. Además, me estaba mirando. O al menos, mi camiseta transparente. Cami se dirigió a la puerta para despedir a sus invitados y yo me hice a un lado, sosteniendo mi lata de pasteles, intentando desaparecer en la pared. Él venía hacia mí. Alto y de hombros anchos, con el cabello oscuro y grueso en ondas despeinadas que le daban un aire de recién salido de la cama, como si alguna chica afortunada lo hubiera desordenado todo. Totalmente le funcionaba. Llevaba una camiseta negra ajustada, por la que juraría poder ver sus abdominales bien definidos, y jeans oscuros rasgados que se ajustaban a sus largos y duros muslos… Mi cerebro debió cortocircuitarse, porque mi mirada quedó atrapada en el paquete al frente de esos jeans. Cuando levanté la vista, sus ojos color melaza estaban fijos en los míos. Se detuvo a un pie de distancia y me observó. Justo, ya que me había sorprendido mirándolo como una pervertida. Carraspeé, de repente con la garganta seca. —¿Pasteles? —forcejeé con la lata, levantándola entre nosotros para bloquear la vista de mi sujetador—. Son de cereza. Él miró la lata, donde dos docenas de mini pasteles hechos a mano estaban ordenados, mi relleno de cereza asomando por las tapas de masa entrecruzadas. Luego su mirada volvió a la mía. Tenía las pestañas más largas y oscuras que había visto en un hombre. Pómulos altos. Labios carnosos y besables. Mandíbula fuerte con sombra de barba oscura, como si no se hubiera afeitado en días. Y esos hermosos ojos oscuros, ardiendo por mí y haciéndome sonrojar, mucho. —Tal vez otra vez —dijo, con un profundo y sexy tono de voz que despertó partes de mi anatomía que hacía mucho no se agitaban. Noté algo golpear contra sus dientes mientras me regalaba una sonrisa leve pero que aceleró mi corazón. ¿Un piercing? No. Dulce. Canela. Su aliento olía a canela. Miré a Cami. Ella y los demás estaban en la puerta, observándonos. Max, siempre oportunista, olfateó la mano del tipo más sexy del mundo mientras yo permanecía allí, aturdida. Noté los grandes anillos de plata en sus dedos mientras acariciaba las orejas aterciopeladas de Max, y el tatuaje en su muñeca, un par de alas oscuras envolviendo su antebrazo fuerte. —Vamos, Max —lo aparté para que pasara—. Perdón. Él, eh, te quiere —Normalmente Max prefería a las chicas, pero no podía culpar su gusto. El tipo más sexy del planeta no dijo nada. Realmente no tuvo oportunidad antes de que la siempre encantadora Cami interviniera y los guiara a los tres fuera de la oficina. Coloqué mi lata de mini pasteles sobre el escritorio de Cami, sintiéndome como azotada por el viento, como si acabara de entrar de una tormenta en lugar de la ligera llovizna de Vancouver. De verdad, una chica debería ser advertida antes de que un tipo tan sexy le haga la revisión visual más intensa de su vida. ¿Realmente le ofrecí pastel? ¿Pastel de cereza? Ugh. Tan ridículamente directa. Acomodé a Max en un bola obediente sobre la alfombra debajo del escritorio y le ordené quedarse quieto mientras Cami regresaba, cerrando la puerta tras de sí. —Lo sé —exclamó—. Tan jodidamente sexy, ¿verdad? Eh, sí. Pero sabía que era mejor no responder honestamente. La última vez que pregunté casualmente por un chico atractivo que vi en la oficina de mi mejor amiga, Cami se encargó de organizar una cita a ciegas. Y cuando un modelo masculino guapo se encuentra con alguien que cree que será otra modelo guapa, pero resulta ser solo una chica normal, las cosas no salen bien. Para la chica normal. Por suerte, Cami ni siquiera esperó mi respuesta. —Jesús, Aitana —dijo, acercándose con un café para llevar en cada mano—. ¿Qué demonios? —Lo sé. Max simplemente se lanzó a tu oficina— —No eso —me dio un abrazo sin contacto, luego miró mi pecho—. Pareces una rata sexy ahogada. ¿Has oído hablar de un paraguas? —Tenía las manos ocupadas. Cami frunció el ceño. —No me digas que anduviste en tu patineta bajo la lluvia. Odio cuando haces eso. Rodé los ojos un poco. Mi glamorosa mejor amiga nunca entendió mi amor por la patineta. Por supuesto, ella conducía un SUV de lujo que sus padres le habían comprado y vivía en su propio departamento en su enorme casa, así que no entendía mi frugalidad. Con mi modo de transporte preferido, solo lo veía como algo riesgoso. Lamentablemente, mi hermana mayor estaba de acuerdo con ella. —Becca ya me dio la charla cuando paré a recoger los cafés. Cami dejó mi latte de cereza y vainilla sobre el escritorio con un pequeño resoplido y miró con desconfianza los mini pasteles. —Has estado horneando. —Solo unos pasteles —me dejé caer en una de las sillas frente al escritorio, que aún tenía los feromonas del chico sexy por todos lados. Aspiré profundo, disfrutando los aromas persistentes de canela, cuero y el tenue y embriagador almizcle de un hombre limpio y cálido. —Aitana. —¿Qué? —miré hacia arriba; Cami me observaba acusadora. —¿Solo pasteles? —Y unos scones. Levantó una ceja delgada. —Y algunas galletas —agregué. —¿De qué sabor? —Chispas de chocolate. —Ajá. —Y mantequilla de nuez pacana. —Lo sabía. ¿Qué pasa? —Nada. —Mentira. Te ves… —me miró de reojo—. Excitada. —No estoy excitada —mentí. ¿Quién no lo estaría después de semejante inspección visual? Mi cabeza todavía estaba peligrosamente privada de sangre. Cami se sentó detrás de su escritorio. Se veía hermosa, como siempre, con su cabello oscuro liso, piel de cappuccino impecable resaltada con labial rojo aterciopelado, top n***o sin mangas adornado con un collar grueso y leggins de estampado de leopardo, todo probablemente elegido específicamente para la reunión que acababa de tener. La moda era solo una de las muchas formas en que Cami construía relaciones. Yo, por otro lado, me consideraba coordinada si lograba ponerme zapatos que hicieran juego. —Habla —reunió la pila de fotos de modelos que cubrían su escritorio, metiéndolas en una carpeta—. Tengo como diez minutos antes de mi próxima reunión. ¿Qué pasa? —Nada. Solo que te extrañamos —era cierto; mi mejor amiga estaba haciendo muchas horas extra, lo que era genial para su carrera pero no tanto para mí. —Yo también los extraño —alcanzó a acariciar a Max bajo el escritorio—. Pero esa no es la razón por la que irrumpiste aquí. —Otra vez, perdón. Solo quería hablar contigo. Pensé que esta podría ser mi única oportunidad de hacerlo cara a cara. —Hablar de…? Respiré profundo y suspiré. —Creo… que estoy lista. Cami se iluminó, luego se contuvo. —¿Ah sí? —intentaba no saltar de alegría. Era algo adorable. —Sé que me has estado diciendo esto por mucho tiempo. Solo tenía que llegar por mí misma. —Claro. —Durante mucho tiempo simplemente no estaba lista, ¿sabes? Y luego quizá lo estaba, más o menos, pero tenía miedo. Y luego se volvió fácil seguir evitándolo. Pero ahora… —¿Ahora? —Cami parpadeó con sus largas pestañas oscuras, esperanzada. Tomé un sorbo de mi latte. —¿Estás segura de que tienes tiempo para esto? —¡Claro que sí! —Bien. Creo que necesito salir en una cita. —¡Aleluya, maldita sea! —Está bien. Ugh. Soy pésima en esto. —Solo decirlo en voz alta frente a Cami me ponía nerviosa. Especialmente cuando ella se emocionaba tanto. —¿Qué? ¿Salir en citas? —Cami sorbió su café, moviendo la mano con manicura en el aire—. Siempre dices eso, pero nunca sales en citas. ¿Cómo esperas ser buena en algo si no practicas? —Movió las cejas, haciéndome sonreír. Cuando se trataba de citas, Cami era toda una profesional. Yo, en cambio, era prácticamente una virgen renacida, más o menos por defecto. —Vas a conocer a alguien que te vuele la cabeza, nena. Solo tienes que exponerte —el celular de Cami vibró y miró la pantalla—. ¡Oh! Debo atender esto —contestó—. ¡Hola, Ximena! Me acerqué a la pila de revistas en la mesa de café. Últimamente, me estaba acostumbrando a compartir a Cami con su otra vida. Solo otra señal del universo de que necesitaba tener una vida propia. Me dejé caer en el sofá y hojeé una Vogue francesa. Max se acostó a mis pies y toqué su suave pelaje con mi zapatilla. Cami era tan natural con las personas. Ella había olvidado más hombres guapos de los que yo jamás soñé conocer. La idea de no exponerse a sí misma no cruzaba por su mente. Para mí, la idea de exponerse al rechazo y al fracaso me revolvía el estómago. Aun así, tenía razón. No iba a conocer chicos quedándome en casa con mi perro. No es que no lo hubiera intentado. —¿Está bien? Oh. Está bien… Miré el extraño tono en la voz de Cami. ¿Malas noticias? Sus ojos se encontraron con los míos, pero no podía descifrar su expresión. —Mm-hmm. Bien. No hay problema. Lo entiendo totalmente —volví a mi revista mientras ella terminaba la conversación, que fue breve y consistió en muchos “Totalmente”, “No hay problema” y “Por supuesto”. Volví a mirar cuando Cami colgó. Estaba mirando su teléfono, como si de algún modo le explicara lo que acababa de suceder. —Bueno. Eso fue interesante. —¿Un cliente? —No. Ximena Tanaka. La conociste, más o menos. —Ah. La chica del cabello oscuro, bonita, con el chico guapo y el otro aún más guapo. —Max la escuchó y ladró contento. Cami se recostó en su silla, evaluándome. —También acabas de conocer a Elijah Colton, y estás actuando con mucha calma al respecto. —¿Quién? —sorbí crema batida de mi café. —Honestamente, Aitana. ¿Me estás tomando el pelo? Elijah Colton. —¿Qué? ¿Ese chico que acaba de irse? —Hice como si estuviera absorta en un anuncio de desodorante en mi revista—. ¿Uno de tus modelos? —Ojalá. Elijah Colton es solo uno de los rockeros más sexys del mundo y, como una persona increíblemente cool y joven, deberías saber de quién hablo. Supuse que agregó lo de “increíblemente cool y joven” porque la semana pasada discutimos cuando dijo que mi departamento parecía de anciana. Después de defender rígidamente mi colección de música (en vinilo), mi teléfono fijo (con cable) y mi televisor (que no existía), me di cuenta de que tenía razón, y quizá solo temía perder a su mejor amiga por ser solterona a los veinticuatro, miedo bastante realista. Le lancé la mejor mirada de desaprobación de todos modos. —¿Y? —Luego volví a mi revista, porque en verdad no tenía idea de quién era Elijah Colton. Excepto que era el chico más sexy del universo conocido. —Entonces —dijo—, pensé que te gustaba Dirty. —¿Dirty qué? —La banda. Dirty. —Ah. ¿Quién no? —Volví a mirar—. ¿Quieres decir que él está en esa banda? Sabía de música, me enorgullecía un poco. Pero de personas… las personas eran territorio de Cami. —Es el guitarrista principal. Y canta como una bestia sexy. Eso, podía creerlo. —Acaba de sacar un álbum en solitario y están grabando un video musical en la ciudad. La mujer que eligieron como su novia del video lo dejó plantado —Cami levantó la nariz con aire de desprecio—. Por supuesto, no era de nuestra agencia. —Claro —dije, pero la había perdido en algún momento alrededor de “bestia sexy”. Ahora intentaba recordar todas las canciones de Dirty que conocía e imaginar a Elijah Colton tocando guitarra, cantando bajo el reflector, cubierto de sudor. —En fin —Cami sorbió su café, mirándome por encima del borde—. Resumiendo, conocí a Ximena en una fiesta hace un tiempo. Ella trabaja con Dirty como asistente de su manager, ya sabes, el tipo con todos los tatuajes. Ajá. Chico sexy número dos. —Está involucrada en mucha de su publicidad y demás, y naturalmente hemos estado en contacto. —Naturalmente. —Me llamó anoche. Buscan volver a elegir actriz, pero tienen problemas para que el señor rockstar se comprometa con lo que quiere. Ximena sabía que estarían por aquí hoy, así que aprovechó para arrastrarlo hasta acá y hacer que eligiera a una de nuestras chicas. —Esa chica tendrá suerte —seguí hojeando la revista, pero no veía las páginas. Estaba demasiado ocupada imaginando a Elijah Colton sin camisa. —Exactamente. Acaban de contratar a una de nuestras modelos. —Bueno, eso es bueno para ti, ¿no? —Es genial para mí. Aitana, presta atención —Cami se puso de pie, rodeó su escritorio y tomó la Vogue de mis manos—. Cambiaron de opinión. Acaban de llamar para despedirla. —Oh. Bueno, eso es una mierda. —¿Por qué Cami me estaba mirando así tan de cerca? Dejó la Vogue sobre la mesa de café con un golpe resonante. —La dejaron porque te quieren a ti.
Lectura gratis para nuevos usuarios
Escanee para descargar la aplicación
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Autor
  • chap_listÍndice
  • likeAÑADIR